jueves, 3 de marzo de 2011

Hugo Franz

Hugo Franz

        Hugo Franz, presidente de la Asociación Sinti Alemana en Düsseldorf, fue víctima de la persecución racial alemana.

         Franz nació en Dresde en 1913, dentro de una familia Romaní cuyas generaciones anteriores habían vivido en Alemania desde hacía 300 años. Cuando Franz se graduó de la Escuela Secundaria (Gymnasium), las leyes raciales nazis le impidieron matricularse para estudiar lo que él soñaba, Derecho. En su lugar se matriculó en la Escuela Orquestal del estado de Sajonia y posteriormente formó junto con sus tres hermanos su propia orquesta en Hamburgo, después de 1939 las autoridades nazis confiscaron sus documentos de identidad y no permitieron a su banda que aceptara contratos.

          Franz se vio obligado a abandonar su profesión de músico y se puso a trabajar en la planta de cobre de la firma Blohm y Voss.

          Fue detenido en enero de 1942, sobrevivió al posterior encarcelamiento en los campos de concentración y trabajo de Sachsenhausen, Gross Rosen, y de Litomerice. Sus experiencias se han publicado en una entrevista en Jörn-Erik Gutheil et al. (Eds.) mußüberleben Einer: MIT Gespräche Auschwitzhäftlinge 40 Jahre danach ["Uno de nosotros debe sobrevivir: Conversaciones con los prisioneros de Auschwitz cuarenta años después"] (Düsseldorf: Der Kleine Verlag, 1984), pp 50-52:

          “En ese momento yo estaba viviendo con mis padres en Hamburgo. El 7 de enero de 1942, fui arrestado por la Gestapo a las 5 de la mañana. Me dijeron que hiciera mi macuto y que metiera mi cepillo de dientes y otros artículos de aseo. Le dijeron a mi madre que me iban a trasladar a un campo de concentración...

            En la comisaría de policía, tenían que refrendar la orden de custodia preventiva para proceder a mi detención, y así, fui encarcelado durante un mes hasta que organizaron un transporte con destino a Oranienburg-Sachsenhausen.
Las palizas comenzaron ya durante el transporte. Nos preguntábamos, ¿Qué sería de nosotros, y adónde nos llevaban?


            Todo era completamente nuevo y extraño. Nos quedamos en el frío sombrío de Sachsenhausen durante cinco horas - era invierno - y nos entregaron luego al Departamento Político.

Entrada al Campo de Concentración de Sachsenhausen.
En el cartel de la puerta se lee "El trabajo os hace libres"

Allí un Sargento de las SS me informó que por ser gitano me habían trasladado a este campo de concentración, este era el fin de mi camino, había llegado a una calle de sentido único, sin retorno.

En ese lugar, por primera vez en mi vida, vi cabezas reducidas, como las que hacen los cazadores de cabezas, pero estas se trataban de las de los jefes gitanos. Nos llevaron a un lugar en el Departamento Político. Luego a un barracón, donde nos cortaron hasta el último pelo de nuestro cuerpo, después a los baños, allí nos dieron una ducha helada. Nos obligaron a entregar todas nuestras prendas de vestir y, a cambio nos dieron nuestros uniformes de prisioneros - uniformes rayados-. Me entregaron los zapatos, yo tenía una talla 39 y me dieron un número 43. En este momento, todo parecía muy extraño. Los golpes empezaron cuando regresamos a los barracones. Ya había presos Romaníes en este campo y yo sabía de la existencia de algunos de ellos. Tenían contactos con el depósito de ropa y me la arreglé para conseguir algo de ropa  más decente. Cosieron un triángulo marrón en mi uniforme de prisionero, porque me habían clasificado como asocial. [El triángulo invertido de color marrón o beige, fue la marca especial utilizada para identificar a los prisioneros gitanos, que fue sustituido con frecuencia por el triángulo negro más común para los presos Romaníes reclasificados como "asociales" en los campos de concentración.]

Nos separaron en diferentes grupos de trabajo. Transportábamos las piedras que eran utilizadas en la construcción y teníamos que llevar todo en el menor tiempo. Tuvimos que cargar con sacos de cien kilos, dos prisioneros a la vez. Cualquier persona que no fuese capaz de hacer esto, estaba firmando su propia sentencia de muerte, porque los guardias de las SS con sus botas de goma les propinaban patadas sin piedad. De los 100 hombres que formaban un comando de trabajo, frecuentemente de 30 a 40 no llegaban al final del día...


[A mediados de marzo de 1942] nos trasladaron para trabajar en una cantera de roca en el campo de concentración de Gross Rosen, allí a menudo se trabajaba hasta la medianoche en la construcción del campo. Dormíamos cuatro hombres con una manta. Las ventanas no habían sido instaladas en nuestros barracones, y cuando nos despertábamos por la mañana, teníamos hasta nieve en las mantas.

Entrada principal al Campo de Concentración de Gross Rosen.
© Holocaust Research Project
Nuestras raciones consistían en un pedazo de pan, que en el mejor de los casos solo tenían un 30 por ciento de harina, y el resto consistía en castañas y aserrín. Una tarde, nabos, otra tarde, café. Teníamos que ahorrar un poco de nuestro pan del desayuno para la noche, y entonces nos daban un terrón de margarina para 60 personas. El resultado de esta mala alimentación era la disentería. Como medicina, había carbón o pastillas de  tiza, y una sustancia blanca que había que tomar con cuchara. El resultado era cero, nada en absoluto. La mayoría de los prisioneros enfermos, morían. Un transporte de 5000 a 6000 prisioneros era eliminado completamente en unas ocho semanas. Yo también contraje el tifus y llegado el momento pesaba sólo 78 kilos. Un amigo consiguió que me trasladaran a la cocina, donde pelaba patatas. Allí no tenía que trabajar tan duro, y recibía más de medio litro de la ración que me correspondía cada día. Así es como me reestablecí de la enfermedad. De lo contrario, el tifus significaba una sentencia de muerte. El crematorio no podía mantener el ritmo. Vimos montañas de cenizas que se utilizaban para fertilizar los campos. Cada vez que un prisionero alemán moría, las autoridades del campo se lo notificaban a sus familiares. Estos avisos eran, por supuesto, formularios preimpresos. Por lo general, declaraban que la causa de la muerte se había debido a una condición de debilitamiento general o a una insuficiencia cardíaca. Por 20 marcos, la familia podía recibir las cenizas del difunto en una urna...

          En Gross Rosen, a los Romaníes no nos alojaron juntos en un barracón separado del resto, pero si podíamos saber quien era Romaní por el color del triángulo…

          Mi jefe de barracón había sido educado en un correccional, empezando por las escuelas especiales y hogares y luego terminando en la cárcel. Cada vez que quería escribir a casa, yo tenía que escribirle las cartas, pero nunca recibí ningún beneficio por ayudarle a hacer esto. Un prisionero alemán podría convertirse en un capo, un jefe de block, o incluso llegar a ser mensajero para el Departamento Político. Un Romaní no podría nunca conseguir alguno de estos puestos...
         
         Yo estuve en Gross-Rosen hasta 1943 y luego me trasladaron a un campo satélite, una planta química propiedad de BASF en Dyhrenfurth cerca de Breslau. Allí había 300 prisioneros en esta fábrica. La fábrica producía gas venenoso para armas como bombas y granadas, estas fueron las últimas armas del Führer. Muchos presos se quedaban inconscientes y morían mientras procedían al llenado de estas armas. Nos dejaron casi ciegos haciendo este trabajo, nos colocaban unas pequeñas pastillitas en los ojos para dilatar el iris para que asía pudiéramos seguir viendo. Debido a que trabajábamos con estas armas secretas, nos obligaban a guardar silencio. No se me permitió decirle a cualquiera de los otros prisioneros nada acerca de mi trabajo. Y porque sabía estos secretos, esto tenía un doble sentido de desesperación y desesperanza para mí, ya que los nazis no me permitirían sobrevivir.

        Cuando Lodz fue liberado por los rusos el 2 de enero de 1945, nos evacuaron y tuvimos que marchar a pie 70 kilómetros con los zuecos de madera de nuevo hasta Gross Rosen. Los prisioneros demasiado cansados como para sobrevivir a la marcha fueron asesinados. El campo principal de Gross Rosen se llenó más allá de la capacidad que poseía, ya que todos los campos satélites habían sido desmantelados para trasladar a sus prisioneros al campo principal. Después de una breve parada en Gross Rosen, nos llevaron a Striegau .... Nunca olvidaré esa marcha. Las mujeres de pie a lo largo de la carretera nos lanzaban piedras y otros objetos, llamándonos "cerdos". En Striegau nos cargaron en vagones de carga abiertos, pero la locomotora no llegó y nos vimos obligados durante toda la noche a marchar de nuevo a Gross Rosen. Dos o tres centenares de prisioneros estaban hacinados en un barracón que normalmente tenía capacidad para un centenar de prisioneros, y estábamos empaquetados como sardinas en una lata.

En medio de la noche, los barracones se iluminaron cuando empezó el ataque del campo. Los rusos pensaron, probablemente, que los prisioneros habían sido evacuados, pero no sabían que los prisioneros habían sido obligados a regresar esa noche. Rompimos las ventanas y salimos al exterior para evitar los bombardeos. Vimos muchos heridos y muertos esparcidos por doquier. A la mañana siguiente se volvió a organizar el transporte a Striegau. Nos colocaron a cada cien prisioneros en vagones de carga abiertos, sentados junto a las granadas que estaban atadas en el vagón. Recogíamos la nieve del borde del vagón del tren con el fin de humedecer los labios, ya que no habíamos recibido nada de agua durante todo el día. Viajamos durante seis días en los vagones de carga abiertos desde Gross Rosen a través de Dresde hasta Litomerice en Checoslovaquia, este último campo de concentración se encuentra a cuatro kilómetros de Theresienstadt. Para entonces, sólo había 13 prisioneros en mi vagón.

 Llegamos al campo, un antiguo cuartel ya ocupado por prisioneros checos y polacos. Las literas consistían en diez niveles de cajas y los niveles más bajos ya estaban ocupados, un prisionero débil no podía subir tan alto. Nuestro jefe de Block de Gross Rosen dispuso que nos enviaran a un campo satélite pequeño llamado Elsabe. Los prisioneros trabajaban a 150 metros de profundidad en los túneles de las minas subterráneas para terminar los motores del tanque de la Compañía Elsabe de Chemnitz... Después de dos meses allí, me enteré por un guardia, que los túneles estaban minados y serían volados con los prisioneros  dentro, para así evitar que estos motores cayeran en manos del enemigo...


Hugo Franz sobrevivió al Porrajmos y fue miembro del Consejo Central de los Sinti y Romá Alemanes, además fundó la Asociación Estatal de los Sinti y Romá de Renania del Norte-Westfalia, de la que fue su presidente. Hugo Franz y su familia han vivido cerca de Colonia.


Hugo Franz
         
Fuentes:
- Century of Genocides: Edited by Samuel Totten, William S. Parsons. Tercera Edición, Capítulo 5 Holocaust: The Gypsies, Sybil Milton  páginas 148-150

- Entrevista publicada en Jörn-Erik Gutheil et al. (Eds.) mußüberleben Einer: MIT Gespräche Auschwitzhäftlinge 40 Jahre danach ["Uno de nosotros debe sobrevivir: Conversaciones con los prisioneros de Auschwitz cuarenta años después"] (Düsseldorf: Der Kleine Verlag, 1984), pp 50-52.