jueves, 28 de abril de 2016

Papuşa Ciuraru

Papuşa Ciuraru
© Aftonbladet

El camino se torna largo, difícil, con escabrosa e intrincada vereda aún por recorrer. La II Guerra Mundial queda lejos temporalmente, pero, el terrible sufrimiento padecido durante el Porrajmos por el pueblo Romaní se observa muy cercano, real, actual. Hoy les narraré una historia, el dolor de toda una vida Gitana oscurecida tras el silencio y la soledad, ante la pasividad e incomprensión de las autoridades que saben cuanto se ha sufrido y que giran sus miradas hacia otro lado.

Papuşa Ciuraru, nació en torno al año 1934 en la ciudad de Buhuşi en el noreste de Rumanía.

Su padre y su abuelo como tantos Gitanos eran expertos caldereros. La familia llevaba una forma de vida nómada, viajando de pueblo en pueblo, con sus caballos y carretas, vendiendo sus calderas de cobre.

La vida se complicó para la familia un día de invierno de 1942, la nieve cubría todo con su manto blanco, era una mañana como tantas otras, pero aquella sería fatalmente diferente. La policía rumana rodeó la zona en la que acampaban y comenzó a disparar al aire, Papuşa, una niña de unos ocho años, recuerda de manera nítida como su padre corrió rápidamente hacia los niños para protegerlos de los policías.

A la familia de Papuşa les quitaron sus pertenencias y los obligaron a salir en una larga marcha de 200 kilómetros, su destino se encontraba en la región de Transnistria. El dictador rumano Ion Antonescu, aliado de Hitler, decidió deportar a la población Romaní hasta ese lugar, un área conquistada a la Unión Soviética entre las actuales Moldavia y Ucrania, donde decenas de miles de judíos ya había sido previamente deportados. Papuşa guarda en su memoria el sufrimiento de aquellos días, no ha podido olvidar como debido al cansancio del extenuante camino su madre la cargaba sobre sus hombros caminando dificultosamente sobre la nieve. Nadie conocía el lugar dónde los llevaban ni qué les iba a ocurrir.

Por fin tras muchas jornadas llegaron a un pedazo de tierra infértil situada entre dos ríos, Papuşa rememora que extendieron tallos de maíz en el suelo frío y congelado y durmieron sobre ellos como buenamente pudieron. A los pocos días la enviaron junto con otros niños para tratar de rebuscar patatas y remolacha azucarera en los campos cercanos.

Comían de lo que encontraban, pero lo que hallaban resultaba insuficiente. Niños y ancianos pronto fueron los más afectados, diariamente muchas personas morían de hambre o congelados por el intenso frío o a causa de enfermedades como el tifus.

Región de Transnistria
© Mihai Andrei Leaha

Papuşa recuerda con intenso dolor como sus hermanos y hermanas yacían muertos sobre el suelo, sin un lugar donde enterrarlos, sus cuerpos permanecieron allí hasta que llegaron los perros. De los siete hermanos, solamente Papuşa y dos de sus hermanas sobrevivieron al Porrajmos.

A la pregunta de por qué sobrevivió, Papuşa responde que fue voluntad de Dios, sólo él sabe por qué suceden las cosas.

Pasados casi dos años desde que llegaran a Transnistria, el avance del Ejército Rojo hizo que los nazis abandonaran la región, pero los rusos no resultaron ser los anhelados libertadores, llegaron disparando al aire y los obligaron a huir una vez más, de nuevo hacia Rumania.
Y otra vez en el camino, andaban en una larga hilera, el viaje de regreso duró alrededor de un año. Nadie sabía por dónde regresar ni cómo cruzar los ríos, se perdieron varias veces y eso supuso en numerosas ocasiones tener que dar marcha atrás. Algunos caminaban descalzos, muchas personas murieron en el trayecto. Incluso hoy en día, la gente a esa ruta la denomina el "Camino de los Gitanos".

Cuando finalmente llegaron, todo resultó horrible, estaban hambrientos, derrotados y no tenían dónde vivir. Alguien les dio tiendas de campaña, y poco a poco las cosas comenzaron a mejorar.

Papusa se casó con un hombre Romaní natural de Iasi, tuvieron doce hijos, nueve de los cuales aún están vivos hoy en día.

Rumanía pasó del fascismo al comunismo y el dictador Ceausescu gobernó el país con mano de hierro. La vida para Papusa sufrió pocos cambios, continuó caminando de un pueblo a otro vendiendo calderas de cobre. 

            En 2014 decidió emprender el camino hacia un mundo mejor junto a dos de sus hijos, su destino, Suecia. Cuando llegó por primera vez al país escandinavo, Papusa se asentó junto a un grupo de Romaníes, de la misma parte de Rumania que ella, en un estacionamiento en Kista al norte de Estocolmo. Un día de abril, un sueco de 25 años atacó al grupo, prendió una prenda de una de las mujeres y empezó a gritar de una manera amenazante. Todo el mundo corría huyendo, unos chocaban contra otros. Papusa perdió todas sus pertenencias. Se tuvo que marchar de allí.

Hoy en día Papusa se dedica a la mendicidad por las calles de Estocolmo, pocas personas conocen la terrible historia de sufrimiento padecido durante la II Guerra Mundial por esa mujer que les pide una moneda.

Papuşa Ciuraru pidiendo limosna 
en las calles de Estocolmo.
© Aftonbladet

Papusa ama con todo su corazón a sus nietos. Llora cuando no puede estar con ellos. Pero tiene que pedir para que puedan permanecer en la escuela. La vida en Rumania se tornó muy difícil, es por eso que tomó la difícil decisión de marcharse a Suecia.

Papusa gana treinta o cuarenta coronas al día, come sólo si alguien le ofrece algo y guarda cada moneda como si de un tesoro se tratase. Papusa se ve obligada a dormir al aire libre, como solía hacerlo hace 70 años. Esta vez ella no pone tallos de maíz en el suelo, sino cajas de cartón que los vendedores de fruta en Högtorget han dejado atrás, se envuelve en las mantas que algunos trabajadores sociales le han dado y se acurruca entre su hijo y su hija bajo las escaleras de una sala de conciertos de la capital sueca.

Antes de que se duerma, Papusa ora a Dios para que la policía no venga y los obligue a marcharse, reza para que sea una noche tranquila y que ningún borracho los amenace. Pero no importa lo que pase seguirá adelante por el amor hacia sus nietos.

Los sobrevivientes de la deportación durante la II Guerra Mundial tienen derecho a una pequeña pensión en Rumania. Papusa rellenó un formulario hace un par de años y firmó con la letra "X" en lugar de una firma en la parte inferior, durante toda su vida, Papusa ha querido aprender a leer y escribir, pero nunca ha tenido la oportunidad. Las autoridades rumanas aún no han contestado a la instancia presentada por Papusa.

Entre los dedos de sus manos sus mejores y únicas posesiones, tres anillos de cobre que su abuelo le hizo hace muchos años y que los soldados nunca le robaron, ellos representan su memoria, su historia, su vínculo con el pasado. Sin embargo, Papusa llora cada vez que recuerda lo sucedido a ella y a su pueblo hace más de 70 años.

Papuşa Ciuraru durante el acto de recuerdo 
a las víctimas del Holocausto en Estocolmo, 
tras el acto volvió a las frías calles de la capital sueca.
© Stiftelsen Expo

Fuentes:
- Papusa sobrevivió al Holocausto Romaní - ahora ella pide en Estocolmo. Artículo periodístico aparecido en el Aftonbladet el 29 de noviembre de 2015.

- Två kvinnor i centrum när Förintelsens offer hedrades. Artículo periodístico de Per Luthander en Stiftelsen Expo. 28 de enero de 2016.