viernes, 23 de septiembre de 2016

Goffredo Mirko Bezzecchi

Goffredo Mirko Bezzecchi.
© Primorski dnevnik

Goffredo Mirko Bezzecchi, nació en 1939 en Postoina (actual Eslovenia). Su madre se llamaba Ida Braidich y era Romaní, su padre Goffredo era gadjo.

La familia Bezzecchi se ganaba la vida realizando trabajos de herrería en Eslovenia, con el ancestral arte del fuelle y el carbón fabricando herraduras para los caballos y guadañas para el campo.
Era niño cuando a su padre lo reclutaron para el ejército italiano, nunca más regresó, nunca más lo volvió a ver. Con su madre y su abuelo vivían de forma nómada, su abuelo era un herrero estimado por los agricultores locales, que a cambio de sus trabajos le daban pan, patatas o algo de dinero. El primer recuerdo vital de Goffredo guarda relación con el fuego, con el dolor de perderlo todo, con la huida… cuando Goffredo contaba cuatro años, una noche, uno de los campesinos vino a avisarles de que huyeran porque los fascistas Ustasha habían decidido quemar las casas de los Gitanos y esa noche iban a venir a quemar su hogar. Marcharon justo a tiempo de escapar, poco antes de que llegaran; “Así que el primer recuerdo que tengo de mi infancia es mi casa en llamas, un camino y desde lejos echar la vista atrás, desde la montaña para ver nuestra casa ardiendo". Anduvieron el camino hasta llegar a Trieste.

Pero, por desgracia, allí las cosas tampoco resultarían diferentes. Los fascistas italianos estaban deteniendo a los Romaníes y cargándolos en vagones para transporte de ganado con el objeto de deportarlos a un campo de concentración para Gitanos en Tossicia, en los Abruzos. Según le relató su madre, en aquel campo los trataron como a animales: hacinados en barracas sin letrinas, ni instalaciones para lavarse, sin agua, con muy poco para comer. Por suerte se las arreglaron para escapar y llegar hasta Génova y, en ese constante deambular de un lugar a otro, en una huida permanente, llegó el final de la guerra.

"De aquellos días no recuerdo prácticamente nada. De lo que sí me acuerdo son de los años posteriores a la guerra. Vivía en Génova y vendíamos gasolina de contrabando y tabaco. Los soldados estadounidenses me daban chicles y cigarrillos, así fue como empecé a fumar siendo aún un niño.” Después de la guerra Goffredo llevó un estilo de vida nómada junto a su madre, que se volvió a casar. Recorrían localidades del norte y del centro de Italia; Trentino, Piamonte, Emilia, Liguria. “Viajábamos a pie por las montañas, tomando caminos alejados. Afortunadamente para nosotros algunos campesinos y habitantes locales con frecuencia nos ayudaban, nos permitían dormir en sus establos, nos daban comida. Entonces, cuando la guerra terminó nos establecimos en Génova. Los recuerdos de aquel tiempo son duros, por ejemplo en Lugo di Romagna mi madre llamó a una puerta pidiendo limosna o que le dieran un trozo de pan, entonces un hombre abrió y sin mediar palabra se lió a golpearle la cara hasta que la hizo sangrar. Rovigo, un nuevo compañero de mi madre, una noche tuvo que romper la puerta de una escuela porque nos moríamos de frío, llegó la policía para desalojarnos, pero, observaron como tiritábamos y como nos estremecíamos, se compadecieron de nosotros y nos trajeron unas mantas. Lo único que nos pidieron fue que abandonáramos la escuela por la mañana temprano.”

Goffredo creció, la adolescencia también resultó muy dura, por ejemplo, no le permitían entrar en los cines, o como en Voghera que no le permitieron entrar a la piscina. Goffredo se hizo un hombre y se casó, a lo largo de su vida ha desempeñado todo tipo de trabajos, a finales de los cincuenta, Goffredo se compró un carrusel. Durante la estación veraniega recorría con su atracción las ferias de las localidades, mientras que en invierno trabajaba en lo que podía; como albañil, conductor, cavador de nieve, trabajador por turnos en Alemania, comerciante de chatarra…

Hoy la saga Romá de los Bezzecchi ha alcanzado la quinta generación italiana. Padre de familia orgulloso, progenitor de ocho hijos y abuelo de más de cuarenta nietos.

Sin embargo la historia volvió a repetirse el 6 de junio de 2008, a eso de las cinco de la madrugada, la policía y los carabineros llegaron hasta el lugar donde habitaban los Bezzechi y otras familias Romaníes en Vía Impastato, procedieron a rodear el campamento y alumbrados por potentes focos conminaron a los allí residentes a que salieran de sus caravanas para “identificarlos y censarlos”. Los alinearon y con su tarjeta de identificación en la mano tuvieron que identificarse, todos y cada uno, incluidos los niños. Este fue el primer acto oficial del "Comisionado Especial para la emergencia Romaní" en la ciudad de Milán. Para Goffredo Bezzecchi, este hecho supuso "una humillación que parece dar marcha atrás al reloj de la historia."
           
Campamento Vía Impastato en 2008.
© digitalGlobe

Fuentes:
- Entrevista a Goffredo Bezzecchi en Terredimezzo Il Giornale di Strada «Provedimenti che ci spaventano» La seconda Volta. Julio-Agosto 2008. Página
- Goffredo Bezzechi artículo “Porrajmos, lo sterminio dimenticato” aparecido en Famiglia Cristiana el 27 de enero de 2012.
- I ricordi ritrovati del popolo migratore artículo aparecido en el diario La Repubblica el 17 de junio de 2006.
- “Vojna se ni za nas nikoli končala” artículo aparecido en Primorski dnevnik el 28 de enero de 2011.