domingo, 25 de diciembre de 2016

Katharina Horvath

Katharina Horvath en 
los años cincuenta.
© Ravensbrück Erinnen

Katharina Horvath nació el 12 de junio de 1924 en el Burgenland, Austria, en el seno de una familia Romaní. Esta era una de las regiones más pobres del país, al mismo tiempo, allí vivían la mayor parte de los Romaníes que habitaban esta nación centroeuropea, formando parte, dentro de la pirámide social, de una subclase rural completamente empobrecida.
           
La familia de Katharina eran pobres, por lo que a ella y a sus once hermanos no les quedó otra opción que, desde muy pequeños, ponerse a trabajar en el campo para contribuir a los ingresos familiares.

La situación familiar resultaba en extremo complicada. Sus padres tenían que atender a una prole muy numerosa en medio de tremendas dificultades económicas. Katharina fue aceptada por la familia Groyer como hija de crianza. Vivían en Trausdorf y allí acudió a una escuela de educación primaria.

La clase de Katharina Horvath.
© Ravensbrück Erinnen

            Pero de nuevo la vida cambió drásticamente en 1938 tras la anexión de Austria al Reich de Hitler, el Anschluss.  Paulatinamente, las medidas contra la población Romaní fueron aumentando. El 5 de junio de 1939, el Reichskriminalpolizeiamt ordenó detener y deportar a un campo de concentración a 3000 Gitanos, finalmente el número total de detenidos ascendió a 1012 personas. El 29 de junio 1939, seleccionaron a 440 de entre los retenidos, con edades comprendidas entre 14 y 50 años para ser enviados el campo de concentración de Ravensbrück. Dos tercios de los deportados eran menores de 30 años, incluyendo a más de la mitad de ellos con edades que iban de los 14 a los 19 años. En Ravensbrück fueron registrados como Gitanos y sus números de prisionero quedaron comprendidos entre el 1514 y el 1953. Katharina Horvath contaba 15 años de edad cuando fue deportada al campo de Ravensbrück. Katharina recuerda que los montaron a bordo de un camión y los llevaron hasta Eisenstadt, allí los alojaron en unos establos. Soledad, dolor y silencio. Desde que había comenzado el proceso de deportación, la policía no permitía que nadie hablase con ellos. A continuación, los trasladaron hasta la estación y los montaron en un tren. Katharina recuerda que llegaron a Fischamend, en ese lugar los metieron en una fábrica cuyos techos eran de plástico. Más tarde, de nuevo al tren y llegaron hasta un lugar en Baviera. Katharina rememora los insultos que les gritaban alemanes corrientes: “¡Gitanas! ¡Cerdas sucias!”. De nuevo, el tren en marcha, ruido de raíles y dolor del silencio… Desde el vagón no se observaban pueblos. El tren se detuvo, los bajaron y tras andar por una carretera llegaron al campo de concentración de Ravensbrück.


Katharina y el resto de prisioneras fueron obligadas a realizar trabajos forzados.

Mujeres realizando trabajos forzados en el campo de Ravensbrück
© Bild

Tras un tiempo fue trasladada al campo de concentración de Mauthausen, en Austria, en este campo finalmente fue liberada por las tropas estadounidenses el 5 de mayo de 1945. Tras seis años internada en campos de concentración Katharina tenía veinte años y pesaba tan solo 41 kilogramos.

Poco a poco fue recobrando algo de su salud y con la ayuda de un prisionero de Viena regresó a la región del Burgenland. Su primer objetivo fue intentar obtener información del destino de su familia. Terrible resultó el momento cuando se enteró de que sus once hermanos y sus padres habían perecido asesinados en Auschwitz.

Katharina regreso junto a su antigua familia de adopción y le llevó un largo tiempo recuperarse, al menos de las consecuencias físicas de la reclusión de seis años, las psicológicas le acompañarían hasta su fallecimiento.

Katharina se casó con Walter Horvath formando una familia numerosa de seis hijos.

Katharina Horvath murió el 18 de octubre de 2005.


Fuentes:
- Entrevista a Katharina Horvath realizada por Helga Amesberger, cámara Tina Leisch. Institut für Konfliktforschung. 1999.

- Vom Leben und Überleben – Wege nach Ravensbrück. Helga Amesberger, Brigitte Halbmayr y Katrin Auer. Promedia.  2001. Página 86-91.