domingo, 31 de diciembre de 2017

Antonie Krokova

Antonie Krokova.
©  Alexandra Isles

Antonie Krokova (nacida Serynek) vino al mundo en Doupov, (Duppau), en Bohemia, la República Checa. En su registro en el campo de Auschwitz quedó inscrita como su fecha de nacimiento el 28 de septiembre de 1925, mientras que Antonie cree que, en realidad, nació en 1935, ya que durante la guerra se perdió toda su documentación. Debido a que sus padres no estaban casados, como era la costumbre gitana en aquellos tiempos, todos los niños llevaban el apellido de la madre. Vivió en Beroun, ciudad situada a unos 30 kilómetros de Praga, junto a sus padres y sus siete hermanos. Su padre se llamaba Jan Vrba, su madre Anna Terezie Serynek, algunos de sus hermanos; Antonin, Jana, Josefa, Marie. La abuela de su madre era judía, su padre era Romaní y trabajaba como artista en el Cirkus Aleš, recorrían pueblos y ciudades; Zatec, Chomutov... Antonie asistió al colegio para realizar los primeros cursos de la educación primaria, pero lo que de verdad le apasionaba era el mundo del circo y realizar todo tipo de acrobacias imposibles. Antonie cuenta:
Subíamos por un poste, metíamos nuestras cabezas en una especie de tazón, entonces nos sosteníamos sobre una mano, luego sobre un pie, posteriormente sobre ambas manos, a continuación dábamos una voltereta y nos deslizábamos hacia abajo por el poste, por último  inclinábamos nuestras cabezas saludando al público.

Circo.
©  Alexandra Isles

Con la llegada de los alemanes, su padre se convirtió en miembro activo de la Resistencia. El grupo de partisanos se reunía a menudo en el ático de su casa, poseían un radiotransmisor y además imprimían panfletos contra los nazis.

La vida dio un giro radical en 1942. Policías checos llegaron hasta la casa de la familia de Antonie, les tomaron tres fotos a cada uno de ellos; una de perfil, otra de la parte posterior de la cabeza y la tercera de frente. Después, rellenaron las tarjetas de identificación con los datos de sus padres. Tres días más tarde volvieron los policías para llevarse a su padre detenido dentro de una ola de detenciones de partisanos del grupo de la Resistencia al que pertenecía Jan. Su madre lloraba desconsolada: “Si os lleváis a su padre y me dejáis aquí con ocho niños, ¿qué va a ser de mí?” En ese momento uno de los policías le contestó: “Por eso vosotros también os vendréis” La familia entera fue detenida, los montaron en camiones y los trasladaron al campo de concentración de Lety, cerca de Pisek,  donde quedaron internados. En ese lugar Antonie permaneció unos nueve meses.

Caseta de vigilancia del campo de concentración de Lety.
©  Alexandra Isles

Allí sus padres tuvieron que realizar trabajo esclavo cavando trincheras, éstas tenían unos dos metros de profundidad por otros dos metros de ancho, en ocasiones servían de fosas para aquellos que morían. La muerte estaba presente en aquel lugar en todas sus formas; por golpes, por disparos, por hambre y por muchas enfermedades; malaria, tos ferina, difteria, pero principalmente fiebre tifoidea. Antonie sufrió de tifus, recuerda la persistente tos y que se le cayó todo el pelo. En el campo había un médico para atender a los prisioneros, la gente comentaba que se trataba de un veterinario. Antonie trabajaba, como muchos de los niños que estaban internados en Lety, recogiendo leña. Si algo no ha podido olvidar nunca Antonie ha sido el frío, ese frío helador que se colaba hasta los huesos y te dejaba paralizado, con unas sandalias como único calzado, sin medias ni calcetines, además, los castigos eran constantes, Antonie recuerda que en Lety había un estanque, los vigilantes conducían a todos los niños del campo hasta allí. Entonces los obligaban a sumergirse en el agua. Si a alguno de los que los vigilaban no les gustaba la forma en que lo hacían, los cogían y los sumergían ellos mismos. Esto se hacía incluso en invierno. Obligaban también a los niños pequeños que no sabían nadar, a ninguno de los demás les estaba permitido ayudarles por lo que morían ahogados. Luego los sacaban del agua y los enterraban en hoyos cavados en el suelo.

Estanque en el campo de concentración de Lety.
©  Alexandra Isles

A su madre y a algunos de sus hermanos mayores, después de dos o tres meses de internamiento en Lety, los enviaron a Auschwitz.

Antonie relata un episodio dramático que ocurrió en Lety:
Era última hora de la tarde y paseábamos por el interior del campo, mis hermanas caminaban con nosotros. La mayoría de mis hermanas eran mayores: dieciocho, diecinueve años. No se separaban nunca, pobres chicas, porque mamá ya no vivía. Y los dos polis estaban ahí con otros dos al lado, uno de ellos se acercó y empezó a molestarlas. Nosotros los estábamos mirando, ¿de acuerdo? Miraba a mi hermana y de repente la agarró y ella le dio un empujón. Entonces empezó ese otro tipo, y mis hermanas se defendieron la una a la otra. Luego vino un tercero y las separó. Era un tipo fuerte, no puedes pegar a un tipo fuerte, y en cualquier caso no estaba permitido. Le dio un par de golpes y la tiró al suelo. A nosotros intentaban contenernos, estábamos chillando y nos obligaban a retroceder. Corrimos a contar lo que estaba ocurriendo, gritando los nombres de nuestras hermanas. Nuestro padre se fue corriendo en esa dirección y agarró a uno de ellos. El otro hombre lo vio y lo mató de un disparo. Mi hermano también corrió hacia allí, tenía catorce años entonces, y también a él le dispararon. Así pues, los mataron a todos: mis hermanas, mi padre y mi hermano. Se los llevaron a rastras y eso fue todo. Nosotros tuvimos que callarnos, tampoco podíamos llorar, porque nos amenazaron con dispararnos a nosotros también.

A los nueve meses de estar internada en Lety, concretamente en mayo de 1943, Antonie, fue deportada al campo de concentración y exterminio de Auschwitz-Birkenau, en Polonia. La transportaron en un convoy conformado con vagones para transporte de ganado sin equipaje, sin comida. Al llegar, el miedo, los perros, los soldados, los gritos, los golpes, y siempre el miedo. Los montaron en camiones. Los llevaron a un edificio donde le tatuaron en su antebrazo izquierdo el número de prisionera Z-8041. Cuando llegó al campo para familias Gitanas, en el sector BIIe de Birkenau, le dijeron que su madre y alguno de sus hermanos habían muerto en las cámaras de gas. Quedó internada en el bloque nueve donde se reencontró con una hermana, dos años más joven que ella y con uno de sus hermanos, un niño de dieciocho meses. Al poco tiempo la trasladaron al bloque ocho.

Antonie fue conducida hasta los crematorios pero la suerte hizo que salvara su vida. El abismo se hallaba cerca de ella, unas cien personas fueron obligadas a introducirse en la cámara de gas. Antonie formaba parte de un segundo grupo que permanecía fuera de la cámara de gas, los obligaron a sentarse en el suelo. Hasta donde ella se encontraba se acercaron algunos médicos, resultó que eran naturales de Praga... Antonie estaba aturdida, agotada, derrotada por el que parecía su último destino, cuando, de repente, escuchó una pregunta en checo que la rescató de sus pensamientos, uno de los médicos le preguntó: "¿Cuál es tu número?" Antonie se levantó y respondió: "Achtzig einundvierzig, 8041.” Y él le dijo:"¿No sabes hablar checo?" Antonie asintió con la cabeza. "Entonces, ¿cómo te llamas? ¿Cómo se llama tu padre?" “Bueno, Vrba”. En ese momento Antonie comenzó a llorar de desesperación. Y él añadió: "Sí, eso es, Vrba". Así que la sacó del grupo, se dirigió a los soldados alemanes: "Esta prisionera no será quemada, pertenece a una familia que se supone que debe ser liberada". De este modo fue como Antonie se libró de la muerte. Durante toda su vida nunca ha sabido por qué, quizá porque el médico conocía a su padre, músico y artista de circo.

Número de prisionera en Auschwitz-Birkenau de Antonie Krokova.
©  Alexandra Isles

Durante los dos años que sobrevivió a Auschwitz, tuvo que pasar todo tipo de penalidades, Antonie relata:
Había una madre que tenía cuatro hijos pequeños. El de dos años necesitaba hacer pis, pero en el barracón no podías hacer ningún ruido, tenías que estar en absoluto silencio. Teníamos unos boles rojos sin asas para la comida, y ella cogió un bol para que el niño hiciera caca y pis en el bol. Luego lo dejó afuera y lo cubrió con una manta. Pensaba llevárselo al salir para el recuento; después del recuento, iría a las letrinas y lo tiraría por el váter. Pero alguien lo vio y lo denunció. Después del recuento, vino un alemán cuando aquello aún estaba bajo la manta y dijo: “¿Qué es eso de ahí?”. Ella se quedó sin habla y se puso completamente pálida, paralizada por el miedo. Así que él lo destapó y le dijo “Haben Sie Löfftel?” (¿Tienes una cuchara?). Ella asintió. “Pues cójala.” Lo crean o no, y juro por Dios que es cierto, se lo tuvo que comer. Vivió dos o tres días más y luego murió.

En 1944 Antonie fue transferida al campo de concentración de Ravensbrück y posteriormente, al de Buchenwald, siendo evacuada al campo de trabajos forzados de Wittenberg en Alemania, donde trabajó en una fábrica de municiones.

Antonie sobrevivió al Porrajmos, ella fue la única sobreviviente de su familia, sus padres y sus siete hermanos murieron en el genocidio. Fue liberada por los rusos en Wittenberg: “Los rusos entraron, trajeron vacas y caballos y montaron a los ancianos y a los niños en carros. Yo tampoco podía andar; teníamos las piernas hinchadas, inflamadas. Un ruso me llevó a cuestas durante casi tres kilómetros diciendo: “Buena chica”. Nos llevaron a un pueblo y dijeron: “¿Qué casa te gusta?”. Y las mujeres decían: “¡Oh, esa casa es bonita!”. Y ellos echaban a los alemanes y entrábamos nosotros. Los rusos dijeron: “Coged lo que os guste, vestíos”. Pasamos cerca de un mes allí porque algunos de nosotros estábamos enfermos y los ancianos estaban débiles, famélicos. Los rusos mataron todo lo que pudieron: cerdos, pollos, gansos... cualquier cosa que encontraban. Había una gran abundancia. A veces la gente comía mucho y entonces, los pobres se morían. Sus estómagos estaban tan débiles que no podían con todo aquello.

Pasado un mes se marchó de allí, dos rusos y un policía la acompañaron en tren hasta llegar a Beroun. Su tía la estaba buscando y con ayuda de la Cruz Roja logró dar con su paradero. Se marchó a vivir con ella y vivió en Tachov (Checoslovaquia). Posteriormente se estableció en Marianske Lazne (Marienbad), Checoslovaquia, donde conoció a su futuro esposo.

Antonie Krokova.
©  USHMM

      Fuentes:
- Entrevista realizada para el United States Holocaust Museum en julio de 1997. Número de acceso: 1997.A.0445. EHRI Partner.
- Voces olvidadas del Holocausto de Lyn Smith. Galaxia Gutenberg-Círculo de Lectores. 2006. Páginas 219, 274, 278 y 338.
- Black silence: the Lety survivors speak. Paul Polansky. G plus C. 1998. Páginas 120-124.
- Memorial Book: The Gypsies at Auschwitz-Birkenau. State Museum of Auschwitz- Birkenau. K.G. Saur, New York. 1993. Volumen I. Páginas 544-545.
- Documental: Porraimos: Europe’s Gypsies in the Holocaust de Alexandra Isles. 2001.

domingo, 3 de diciembre de 2017

Leonid Shul’ga

Leonid Shul’ga
© USC Shoah Foundation

Leonid Shul’ga nació en una familia Romá el 18 de septiembre de 1938 en Novyi Bug, en la Antigua Unión Soviética (en la actualidad región de Mykolaiv, Ucrania). Leonid tenía tres hermanos: Petro, Andrii e Ivan. Llevaban un estilo de vida nómada, de este modo cuando llegaba el verano la familia se echaba al camino por las regiones ucranianas de Kherson, Mykolaiv, y Odessa. Durante los inviernos, alquilaban una vivienda para pasar la dura estación. Profesaban la religión cristiana ortodoxa oriental.

En el transcurso de la Segunda Guerra Mundial y, conscientes de la persecución a la que estaban siendo sometidos los Romaníes por los alemanes, la familia decidió esconderse en la región de Kherson, para ello contaron con la ayuda y protección de lugareños de localidades cercanas a su lugar de escondite que los conocían. Así consiguieron escapar de las garras de los nazis y sobrevivir al Porrajmos. 

Tras la guerra los Shul’ga continuaron llevando una forma de vida nómada. Todo esto terminó en el otoño de 1956, cuando el Soviet Supremo de la URSS promulgó el Decreto que planteaba la obligatoriedad de la obtención de un empleo permanente a la población Romaní que vivía a la manera nómada, (“vagabundos gitanos” en el argot legislativo soviético), desde ese momento se prohibía el nomadismo y se les obligaba a asentarse. Por ello la familia se estableció finalmente en Bol'shaia Aleksandrovka.

Leonid contrajo matrimonio con Klavdiia. La pareja tuvo cuatro hijos. Leonid trabajó realizando diversas tareas en una granja colectiva local.

Fuentes:
- Entrevista realizada por Boris Vishevnik, con la grabación del cámara Andrei Neposedov el 17 de septiembre de 1998 en Bol’shaia Aleksandrovka, región de Kherson, Ucrania.