domingo, 15 de julio de 2018

María Costea

Maria Costea
© Mircea Merticariu. Adevarul

Maria Costea (nacida Stancu) nació en Pitesti, Rumanía en 1936 en una familia perteneciente a la comunidad Romaní local.

Su padre, durante la guerra, se incorporó al ejército rumano y resultó herido en el frente, pero eso no impidió que las autoridades rumanas deportasen a María, junto con el resto de su familia, hasta la región de Transnistria por haber nacido Gitanos y junto a ellos, más de 1.000 Romaníes que vivían en Pitesti.

El mariscal Antonescu, en la primavera de 1942, decidió iniciar la deportación de miles de Gitanos a Transnistria, una región anexionada por Rumanía en el devenir de la II Guerra Mundial. Los primeros en sufrir la deportación por parte de las autoridades rumanas fueron los "Gitanos nómadas”. Según los registros, entre el 1 de junio y el 2 de octubre de 1942, 11.441 ciudadanos Romaníes pertenecientes a este grupo fueron deportados. Los restantes 13.176 deportados pertenecían al grupo de los “Gitanos sedentarios”. Esta segunda ola de deportaciones tuvo lugar entre el 12 y el 20 de septiembre de 1942 y se realizó en vagones para transporte de ganado. De los 25.000 Romaníes deportados, los historiadores estiman que solo la mitad regresaron con vida tras la guerra, el resto murió debido a las extremas condiciones de vida en los asentamientos a los que fueron asignados.

Entre los deportados del otoño de 1942 había varios miembros de la familia Stancu, de Pitesti. El hambre, el frío, la miseria y las enfermedades provocaron la muerte de miles de Romaníes, entre ellos dos hermanas de María Costea, lo que allí vivió y padeció aquella niña de seis años le ha acompañado toda su vida:
"Cuatro gendarmes llegaron hasta nuestra casa. Mi papá se hallaba en esos momentos en el frente. Nos llevaron a través del campo hasta donde se encontraban estacionados los trenes. Nos encerraron en vagones de ganado que se hallaban atestados de gente. Durante tres días viajamos, allí, hacíamos todas nuestras necesidades, allí bebíamos agua". Los grupos de Romaníes deportados a Transnistria tenían cierta libertad de movimientos en el interior del territorio de la región, especialmente en el área del Bug. El destino de aquel grupo de deportados fueron las localidades de Balti y Bender. La estudiosa Michelle Kelso narra que la administración de Transnistria en un principio no proporcionó viviendas dignas, ni alimentos o leña a los deportados, y ubicó a los Romaníes, principalmente en grandes campos abiertos hasta que se implementara un plan. La falta de organización de un gobierno local llevó a un terrible estado de deterioro de los Gitanos que hasta allí fueron confinados, dando paso a un estado de dramático caos. A los Romaníes las autoridades rumanas les confiscaron todo, les quitaron sus equipajes, su ropa, almohadas, mantas, utensilios de cocina y todo aquello necesario para cubrir sus necesidades básicas, esto significaba prácticamente una muerte segura. En varias zonas las autoridades transfirieron a los Romaníes en camiones o a pie a las aldeas o granjas agrícolas, situándolos en cualquiera de las casas confiscadas a los ucranianos que habían sido previamente evacuados o en graneros o cobertizos de animales. Sobrevivir dependía de la capacidad de cada persona, de cada familia para conseguir alimentos, suministros de calefacción, agua u otros bienes. Había pocas posibilidades de superviviencia en aquel lugar, solamente el robo en cultivos o granjas cercanas, el comercio con la policía local y el ingenio aseguraban la supervivencia. Los que no podían hacer frente a la situación o vender cualquier cosa vendible finalmente perecieron.

Desde el momento de la llegada uno de los principales objetivos de la familia Stancu fue el de encontrar comida. Caminaban durante el día y rebuscaban entre la basura, recogiendo restos de patatas en mal estado, pan, lo que fuese con tal de paliar la intensidad del hambre…

Varias veces intentaron cruzar el río Bug y escapar, pero siempre con idéntico resultado, eran detenidos y después los llevaban hasta unos barracones donde eran castigados. Dolor en lo más hondo de su alma, María, nunca ha podido olvidar aquel tiempo, especialmente cuando tenía que caminar sin zapatos, o la ropa le quedaba corta bajo el frío intenso del invierno, o cuando en una ocasión bajando una colina, la pequeña María, introdujo su pie en el vientre de un muerto, que se hallaba en estado de descomposición, hinchado, podrido. Soñó muchas noches que el hombre se despertaba.

Hasta 1944, María se quedó con su madre y sus hermanos en el territorio del Dniester. Uno de sus tíos, que había regresado del frente, recibió dinero de la hermana de su madre para sacarlos de aquel lugar: “Nos sacó a todos, nos lavó, nos llevó a Odessa, donde nos compró ropa nueva. Cuando llegamos a casa, no nos quedaba nada. Todo había sido destruido, nos tuvimos que marchar a vivir a casa de una de mis tías”. María Stancu continuó su vida como sólo un Gitano sabe hacer, caer, perderlo todo y volver a levantarse para seguir en el camino, por no tener, en los primeros años después de regresar de Transnistria, no tenía ni siquiera documentos de identidad.

María ha sido toda su vida una mujer luchadora, nunca se rindió ante las adversidades que se cruzaron en su camino, después de conseguir sus documentos, trabajó en un restaurante, posteriormente en un hotel, y hasta jubilarse, en la CIC en Bacau, la fábrica local de fertilizantes. Tras la guerra ha vivido durante 40 años en Bacau, donde se ha intentado recuperar de las profundas heridas que le produjo la guerra. Recibe una pensión por jubilación de aproximadamente 450 lei, pero la mayor parte de sus ingresos provienen de la pensión de su marido. Tiene tres hijos, graduados en la escuela secundaria, tres nietos, algunos con educación superior (Andreea Toma, una sobrina que le ayuda, es diplomada por la universidad y maestra en la administración pública).

Pero su dolor no se acabó con su experiencia entre 1942-1944, como muchos Romaníes lleva mucho tiempo siendo discriminada por la administración a la hora de concedérsele una pensión por los años transcurridos en Transnistria. Maria Costea solicitó en octubre de 2014 una pensión que por justicia le debe la ley. Los funcionarios de la administración rumana llevan todo este tiempo retrasando su expediente, exigiendo, entre otras cosas, que aporte testigos que declaren que estuvo deportada y poniéndole una traba detrás de otra con tal de no concederle la pensión solicitada.

De acuerdo con los Archivos Nacionales, pero también con el Museo del Holocausto de los Estados Unidos de América, María Costea debería haber sido beneficiaria de la Ley 189/2000 (una asignación mensual por los dos años de deportación, tratamiento médico y un lugar de residencia libre). Mientras que Elena, su hermana que se quedó a vivir en Pitesti, recibió la pensión casi inmediatamente después de presentar el expediente en la Casa de Pensión de Arges, las cosas fueron totalmente diferentes en la Casa de Pensiones de Bacau, donde María Costea recibió una serie de negativas y constantes retrasos. Además, amenazaron a su hija Mariana Costea con llamar a la policía con el argumento de que el archivo de la hija de la madre habría sido inventado.
"La Oficina de Pensiones en Bacau nos trató a mí y a mi hija más que humillantemente. Se negó a darnos la información pertinente e incluso intentó desalentarnos, diciendo que la Ley 189/2000 se aplicaba sólo a los besarabios, no a los Romaníes, y que si no nos íbamos, llamarían a la policía. No me desanimé. Me dispuse a hacerlo cómo lo había hecho mi hermana y una vez más volví a la CJP de Bacau, esta vez con un archivo como el que mi hermana entregó en el CJP de Arges, que incluía una copia del documento del archivo que mi hermana utilizó, demostrando que fuimos deportadas juntas. Pero como respuesta solamente recibí los gritos del empleado, aunque sabía que padezco una dolencia cardíaca y de que tengo casi 80 años. Esta vez, tampoco la aceptaron, pero al menos no me amenazaron con la policía. Entendí que debería obtener una nueva copia legalizada, además del documento de archivo que recibí de mi hermana".

María se dirigió a la organización Resource Center for the Community (www.romasurvivors.ro), que había ayudado a su hermana en Pitesti. La organización, que se ocupa de los sobrevivientes Romaníes que fueron deportados a Transnistria, le ayudó en sus gestiones: “Para ser identificada, escribí en detalle sobre cuándo y dónde fui deportada, los nombres de los familiares que deportaron conmigo a Transnistria, el hecho de que dos hermanas mías murieron de hambre allí, la fecha de regreso a Pitesti. Sobre la base de esta información, los Archivos me informaron de que varios documentos habían sido localizados y enviados, entre los cuales un extracto legalizado y otro provisto con el sello de los Archivos".

Maria Costea afirma que los funcionarios de la Cámara de Pensiones en Bacau una vez más ha aplazado su respuesta, invocando para ello diversos pretextos: Cómo que los agentes de policía que la deportaron en septiembre de 1942, transcribieron erróneamente el apellido: Stanciu, en lugar de Stancu y que había ido voluntariamente a Transnistria.

La Cámara de Pensiones rechazó la experiencia proporcionada por el Resource Center for the Community, donde los historiadores especializados en la deportación de Romaníes se comprometieron a proporcionar documentos sobre la deportación de la familia Stancu, conservados en varios archivos (Arges, el Museo Conmemorativo del Holocausto, Archivos del Holocausto en Alemania, etc.). Maria Costea ha hecho una declaración bajo su propia responsabilidad de que asume lo que dice y ha recibido la opinión de la Agencia Nacional de Romaníes de que fue deportada entre 1942 y 1944.

 Lo último que le han exigido ha sido: "Me han pedido que aporte dos testigos y escritos originales del período de deportación, de la escuela, del trabajo, a pesar de que entonces solo tenía 6 años. ¿Cómo puede un empleado que conoce tan poco sobre el Holocausto y sobre la deportación de los Romaníes a Transnistria convertirse en responsable de decidir que yo no fui deportada".

En el verano de 2015, la CJP de Bacau aceptó que María fue deportada, pero se negó a pagarle una indemnización porque la documentación aportada por la sobreviviente no era lo suficientemente completa. En cambio, María Costea, sobre la base de los mismos documentos, recibió el reconocimiento de sus derechos legales para los deportados del Estado alemán en menos de dos meses.


Fuentes:
- Artículo periodístico titulado “A supravieţuit Holocaustului, dar a dat peste statul român.” firmado por Mircea Merticariu en Adevarul el 3 de agosto de 2015.

- Carta abierta al Gobierno de Rumanía: “Scrisoare deschisă către Ministerul Muncii: ce facem cu supraviețuitorii” deportărilor? Enviada por la Asociación de Sobrevivientes Romaníes Deportados a Transnistria.