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Anna
Růžičová en 1997
© USHMM
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Anna Růžičová nació en Praga el 28 de
diciembre de 1928, en una familia Romaní; Sus hermanos se llamaban; Karolins nacida
en 1924, Jan en julio de 1930, Barbora en 1936, Josef en 1943 y Jana en 1948. Su
padre, Robert Ruzicka, había contraído matrimonio con su madre, Johanna
Cernakova, cuando él contaba 19 años y ella 18. Sus progenitores los criaron
rodeados de cariño. Vivían en una casa grande en Příbram, en la región de
Bohemia Central, a unos 60 km al suroeste de Praga. Su madre era mestiza y su
padre cien por cien Gitano.
Karolins, Anna, Jan y Barbora asistieron al
colegio. La vida transcurría dentro de las dificultades que marcaban los
tiempos, los nazis y la guerra, pero, paulatinamente las cosas fueron
cambiando, Anna recuerda que en su clase había varios niños judíos que de
buenas a primeras dejaron de asistir a la escuela, se comentaba que ellos y sus
familias habían sido detenidos.
Corría el año 1942, serían las 3.30 o 4.00 de
la mañana cuando hasta la casa de los Ruzicka llegó la policía. Los obligaron a
levantarse y, después, a marchar caminando hasta la jefatura de la policía
criminal en Příbram. Allí tomaron las huellas digitales de toda la familia, incluidos
los niños. Los encerraron en celdas donde dormían y les daban la comida.
Transcurridos dos o tres días, los condujeron hasta la estación de trenes y los
subieron a un tren a todos juntos en un vagón normal de viajeros vigilados por
policías, en aquel tren no había más Romanís. El tren se detuvo en la estación de
Praga y los llevaron hasta un gran edificio de madera. En aquella gran sala
había cientos de Gitanos de todas partes de las tierras checas.
El miedo y la incertidumbre comenzaron a
dominarlo todo. Su padre no sabía qué hacer, mas se le ocurrió una idea, en Lysá
nad Labem vivía un hermano de su madre al que no le iba nada mal la vida,
además, su esposa no era Romá, el matrimonio tenía buenos contactos en la alta
sociedad checa, así que lo único que podían hacer era intentar comunicarse con ellos
para ponerlos al corriente de lo que estaba sucediéndoles. Por eso le entregaron
algo de dinero a uno de los hombres que los vigilaban y un papel en el que
contaban lo que ocurría, con la dirección donde vivían sus tíos, para que se lo
hiciese llegar e intentar que los sacaran de aquel lugar.
Pasaron los días, Anna recuerda que el ruido
en aquella enorme sala era ensordecedor, los Ruzicka se habían situado en una
esquina de aquel gran espacio. Por primera vez en su vida, Anna, vio llegar a
algunos hombres de las SS que comenzaron a gritar dando órdenes y a llevarse fuera
a todas las familias. Los Ruzicka permanecían en la gran sala. Se preguntaban
por qué ellos continuaban allí. La respuesta llegó poco rato después, su tía de
Lysá los estaba esperando afuera mientras su tío hablaba con los guardias. Habían
pagado una gran suma de dinero para que los dejaran en libertad. La familia
estaba feliz y agradecieron a sus tíos lo que habían hecho por ellos. Regresaron
en automóvil a su casa en Příbram.
Un mes después, la policía checa volvió, otra
vez, se llevaron detenida a toda la familia, excepto a la madre de Anna que
estaba embarazada. Nuevamente en la estación de tren cerca de Příbram. Cuando
el tren salía para Praga, Anna consiguió escapar y volvió a su casa. Ante el
peligro que corría le pidió a un amigo suyo que enviara un telegrama a su tía
en Lysá para comunicarle lo sucedido. Anna permaneció junto a su madre durante
tres o cuatro días. Su tía había ido nuevamente a Praga y otra vez pagó por la
liberación de la familia Ruzicka.
Intentaron regresar a una vida normal en Příbram.
Anna y las niñas volvieron a la escuela, su padre comenzó a trabajar en un
aserradero, nació su hermano Josef, parecía que todo marchaba bien, sin embargo,
en julio, cuando estaban de vacaciones, su padre se llevó a varios de los niños
a casa de su madre, cerca de Příbram, quería que se quedaran a su cuidado
durante el verano porque parecía una opción más segura. Sin embargo, el 7 de
agosto la policía checa llegó hasta casa de la abuela y arrestó a todos los que
allí se encontraban. Esta vez los condujeron directos en tren desde Příbram a
Lety. Su madre, su padre y el resto de los niños no fueron detenidos y permanecieron
en Příbram durante el resto de la guerra. Anna buscó la protección de sus tías;
Josefa Vintrová y Antonie (Růžičová) Janosovska, su abuela Filomena Ruzickova y
la compañía de dos de sus hermanas pequeñas.
Cuando llegaron al campo de Lety lo primero
que hicieron fue obligarlas a desnudarse y afeitarles el pelo a las mujeres. Los
guardias vigilaban todo el procedimiento y luego escogían a las mujeres que más
les gustaban. Las dos tías de Anna eran muy hermosas, así que fueron de las forzadas
a acostarse con los guardias. Anna, durante los primeros días, intentó sin
éxito localizar en el campo a sus padres, pero allí no estaban, sí encontró a
dos de sus tíos que trabajaban en las cocinas. Este hecho sería trascendental
puesto que debido a que sus parientes trabajaban allí obtenían comida extra. Transcurridos
cuatro días, se llevaron del campo a algunos de sus familiares. Anna nunca más
volvería a verlos.
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Niños
prisioneros en el campo de Lety
© Romea.cz
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Anna contaba trece años y su trabajo en el campo
consistía en cuidar de los niños pequeños, limpiarlos, peinarlos... Estaba con sus
hermanas. Una tenía seis años, la otra nueve. Rara vez salía de su barracón.
Nunca supo de la existencia de un pequeño lago junto al campo. Recuerda que más
parientes arribaban y se marchaban deportados. Sus padres nunca llegaron. En
ese momento su madre cuidaba en casa de su pequeño bebé y su padre trabajaba. Tras
la guerra Anna se enteró de que su tía de Lysá les había dicho a sus padres que
nunca se acercaran a Lety a por las niñas. Ella les comentó que se salvaron de
ir a Auschwitz por la intersección de un abogado de Praga, el Dr. Bends. Su tía
lo conocía y consiguió que nunca fuesen incluidos en las lista de deportados al
temible campo polaco.
La alimentación en Lety era excesivamente
pobre, por la mañana solo les daban un café negro con un trozo de pan. Para el
almuerzo comían patatas y, a veces, sopa acuosa. Por la noche, sopa o pan.
Había mucha hambre, pero tenían acceso a más comida que los demás gracias a sus
tíos de las cocinas.
Anna se pasaba los días encerrada en el
barracón junto a los niños, por eso, nunca vio a nadie al que pegaran en Lety
ni a nadie ahorcado. Sabe que hubo una epidemia de tifus, pero ninguno de los
niños que ella cuidaba murió de tifus. Anna permaneció en el campo checo
durante nueve meses. Sus tías siempre le decían que se sintiera afortunada por pasarse
cada día encerrada en aquel barracón porque así nunca vería lo que estaba
pasando fuera. Le dijeron que su vida sería mucho peor si salía de aquel lugar.
Sus tías cuidaron de Anna como si de una hija se tratara. Anna nunca supo qué
les sucedió, nunca volvieron después de la guerra. No sabe si murieron en Lety
o en otro campo de concentración.
Después de nueve meses, Anna, por fin, salió
del barracón porque su tía de Lysá estaba en la puerta del campo esperándolas, había
conseguido la liberación de Anna y sus dos hermanas.
Las tres regresaron a Příbram junto a sus
padres y hermanos. En 1944, un policía checo llegó hasta la casa de los Ruzicka
y advirtió a su padre de que escondiera a todos los niños porque la policía vendría
por la mañana para enviarlos a Auschwitz. Su tío y su primo que vivían con
ellos, decidieron marcharse al bosque para esconderse. Anna nunca los volvería
a ver. Seguramente los detuvieron y los
llevaron directamente a Auschwitz. Sus padres prefirieron no moverse y esconder
a los chiquillos en el ático, llegó la mañana y la policía nunca vino a por
ellos.
La guerra acabó para la familia cuando el
ejército ruso llegó hasta Příbram, debían sus vidas a su tía y su tío de Lysá
nad Labem que los salvaron de ser enviados a Auschwitz y de una muerte segura. Ella
se llamaba Frantiska Blumová y su esposo era el hermano de la madre de Anna. Eran
ricos, poseían unas cinco casas. Frantiska y su marido habían vendido sus
mejores caballos para salvar a la familia Ruzicka.
Cuando volvieron de Lety, Anna y sus hermanas
regresaron a la escuela y todos sus compañeros y maestros les preguntaron
acerca de su experiencia en Lety. Estaban felices de volver a verlas.
Ana se casó y regentó un stand textil, su
esposo trabajaba en una mina.
Hasta finales de los noventa hubo de esperar
Anna para recibir una compensación del Gobierno por haber estado prisionera en
el campo de Lety.
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Anna
Růžičová en el transcurso
de la entrevista de1997
© USHMM
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Fuentes:
-
Entrevista con Anna Růžičová realizada por Regine Beyer el 19 de junio de 1997.
USHMM. Colección de The Jeff and Toby Herr Oral History Archive.
- Black Silence de Paul Polansky.
CreateSpace Independent Publishing Platform 2011. Páginas 28-32.