jueves, 2 de agosto de 2018

Zigeunernacht, Auschwitz-Birkenau 2-3 de agosto de 1944

 “Auschwitz, 1944” Pintura de Ceija Stojka. 
Pintura acrílica y plateada sobre lienzo.
© Colección de Antoine de Galbert.

1 de agosto de 1944, en el Zigeunerlager de Birkenau el Lageräslstete y el Lagerkapo anuncian que los hombres sanos deben presentarse a trabajar. Mucha gente responde a esta llamada. Los que así lo hacen son anotados en una lista frente a los barracones y marchan en formación, pero, han de detenerse en la calle central del sector del campo entre las dos cocinas. Mengele acaba de incluir al niño huérfano de origen checo Antonin Ruzicka, nacido en 1930 y que se ha ofrecido como voluntario en los últimos minutos. A mediodía emprenden la caminata hacia Auschwitz I, donde los llevan hasta el Bloque 10, allí pasan aquella noche. A la mañana siguiente después de pasar lista, todos los prisioneros son obligados a salir de aquel lugar. Los llevan a la sauna de los barracones de cuarentena y les ordenan que tienen que ducharse. Tras esto les hacen entrega de unas sábanas y ropa limpia. A primera hora de la tarde, los conducen hasta la Rampa (Andén) de Birkenau, donde les esperan los vagones de su convoy.

Cuando los prisioneros Romaníes que se han quedado en el "Zigeunerlager" se percatan de que los hombres, mujeres y niños que se habían marchado el día anterior son los que suben a los vagones, se abalanzan sobre la alambrada -la energía eléctrica no funciona durante el día- y comienzan a llamar a voz en grito a sus parientes y conocidos, para despedirse de ellos. Al ver esto, el Lagerálteste y el Lagerkapo ordenan a todos los prisioneros polacos que se encargan de la vigilancia del sector formar un cordón a lo largo de la valla eléctrica. Entonces, comienzan los gritos, los empujones y los golpes. En ese momento, aparece Mengele y ordena a los prisioneros polacos que se retiren de las alambradas y permitan a los Romaníes despedirse de sus familiares y amigos. En todo este episodio transcurren unas dos horas. Después, el tren con 1.408 Romaníes en su interior se pone en marcha.

Amalie Schaich, sobreviviente Romaní trasladada al campo de Ravensbrück antes de la disolución del Zigeunerlager, relata: "Cuando vi a mis hermanos pequeños por última vez mi hermana me decía adiós: "Tú te vas, a nosotros nos quemarán". Esas fueron las últimas palabras que escuché de ella, nunca las olvidaré."

En el campo quedan los huérfanos, los ancianos, los hombres y mujeres considerados no aptos para trabajar, las madres con hijos pequeños y aquellos padres que no han querido separarse de sus familias. A las 5 de la tarde, Mengele ordena que todos los médicos y enfermeras polacos sean enviados al campo de los hombres (un sector del campo próximo al Zigeunerlager). Después de pasar lista, se ordena el cierre total del sector BIIe. Cuatro sargentos de las SS, 10 hombres de las SS y 50 miembros de los Sonderkommando llegan al campo Gitano, bloquean las puertas de entrada de todos los barracones para que nadie pueda abandonar ninguno de ellos. Cuando la noche ha caído llegan hasta el Zigeunerlager ocho camiones para trasladar a los Romaníes hasta las cámaras de gas. Los prisioneros del Sonderkommando entran en los barracones uno tras otro con el objeto de registrarlos y obligar a salir a los prisioneros Gitanos. En la puerta de cada barracón se encuentra un representante del Lagerführer, un hombre de las SS y dos prisioneros polacos. Cuentan a los prisioneros que salen. Las puertas de entrada a cada barracón se han convertido en un auténtico caos, los prisioneros Romaníes se resisten a salir, las madres esconden a sus hijos más pequeños entre sus ropas, algunos gritan o lanzan insultos o improperios, otros lloran. Durante esta acción, Mengele ordena que todos los gemelos partan en un camión, a las niñas las trasladan al campo de las mujeres en Birkenau, donde quedan registradas, los niños a Auschwitz I. Pero al rato son enviados de regreso. Se sabe que Mengele les disparará después a todos ellos en el crematorio. Hasta ahora, solo conocemos de dos hermanas que vivieron en en Jihlava (Iglau), Checoslovaquia, antes de la deportación; Alžběta (Elisabeth) y Anna Kraus, nacidas el 17 de septiembre de 1923 en Landskron, con números de prisioneras Z-1773 y Z-1774 respectivamente,  y que lograrán sobrevivir al campo.

Una vista del campo de concentración de Birkenau.
El campo BIId de hombres en primer plano, 
con los barracones del BIIe (probablemente después 
de la liquidación del Zigeunerlager) visibles a lo lejos, 
con la cocina del campo visible a la izquierda
© Auschwitz-Birkenau State Museum Archive

En esa noche trágica, la alemana Helene Hanemann, cuyo esposo, un Rom, había participado en la guerra en las filas de la Wehrmacht como capitán en el frente oriental, murió junto con el resto de Romaníes. Helene pidió que la trasladaran a ella y a sus cinco hijos,  "Zigeunermischlinge" (Gitanos mestizos), al campo de las mujeres. Helene había informado a los hombres de su origen alemán. Le prometieron que sobreviviría y la enviaron al último barracón, donde se alojaban los niños huérfanos y los "mestizos". Pero, cuando los miembros del Sonderkommando llegaron hasta el barracón donde se encontraba Helene para sacar a los que allí se hallaban, la conminaro a salir y salvarse ella, a condición de dejar atrás a sus hijos, ella se negó a marcharse sin sus pequeños. El oficial de guardia de las SS decidió que los niños eran "gitanos" y que debían de ser separados de su madre. Helene, en ese difícil trance, tomo la decisión de seguir al lado de sus hijos y acompañarlos hasta la muerte en la cámara de gas.

Del mismo modo, fallecieron la Sra. Petermann, una Gitana Romá a la que apodaban “Italiana” por su belleza, junto a su pequeño hijo de cabello rubio. Su esposo luchaba como oficial alemán en el frente oriental. Durante un permiso fue hasta el departamento de policía para solicitar poder ir hasta Auschwitz, con el objeto de volver a ver a su mujer y a su pequeño. En el departamento de policía le prometieron intentar negociar la liberación de su hijo. Sin embargo, estas negociaciones se prolongaron en el tiempo y madre e hijo murieron asesinados en la cámara de gas.

Todos los prisioneros Gitanos que permanecían en el sector BIIe de Birkenau fueron conducidos a las cámaras de gas durante la disolución final del "Campo Gitano" en la noche del 2 al 3 de agosto de 1944. Se resistieron según los informes de los testigos hasta el final. Incluso el comandante de Auschwitz, Rudolf Hoess, escribe al respecto en las memorias escritas antes de su ejecución: "No fue fácil meterlos en las cámaras, por mí mismo no lo vi, pero Schwarzhuber me dijo que ningún exterminio de los judíos había sido tan difícil."

Filip Müller fue uno de los escasos supervivientes de los Sonderkommando (brigadas especiales compuestas por prisioneros, que en Birkenau tenían que introducir a las personas en las cámaras de gas, sacar los cadáveres y trasladarlos hasta los hornos crematorios) Filip estaba presente cuando los 2897 hombres, mujeres y niños Romaníes fueron asesinados en las cámaras de gas la noche del 2 al 3 de agosto de 1944:
“Hacia la medianoche, la nave donde tenían que desnudarse estaba atestada. La inquietud crecía de minuto en minuto. Era como si estuviera uno en un inmenso panal. De todas partes salían gritos de desesperación, protestas y acusaciones llenas de reproches. Se alzaban a coro frases como: ¡Somos alemanes del Reich! ¡No hemos cometido ningún delito! En otros sitios gritaban ¡Queremos vivir! ¿Por qué queréis matarnos? (…) Pero en este lugar siniestro no había sitio para sentimentalismos. La acción de aniquilamiento siguió su curso acostumbrado. Moll (Otto Moll jefe de escuadra de las SS, responsable de la acción de exterminio de los Gitanos y Judíos húngaros en 1944) y sus subordinados amartillaron sus pistolas y fusiles y ordenaron a la gente que entretanto ya se había quitado la ropa, de manera enérgica e inequívoca, que abandonaran la sala de desvestirse y se dirigieran a las tres cámaras en las que debían ser gaseados. Al entrar en el último pasillo, muchos lloraban de desesperación, otros se santiguaban e imploraban a Dios; había también los que no querían conformarse con su destino insoslayable y se volvían gesticulando con viveza, hacia la gente de la SS y repetían una y otra vez: ¡Somos alemanes del Reich! ¡No podéis hacer esto con nosotros! Incluso de las cámaras de gas salían todavía durante un rato gritos y clamores, hasta que el gas mortal hizo su efecto y ahogó las últimas voces”

Entre los testigos de las últimas horas del "Campo Gitano" estaba el médico prisionero Rudolf Vitek (en el campo bajo el apellido de Weisskopf)  junto a otros doctores judíos, informa:
“Y dejado atrás, vivo y agotado por la tensión extrema, incapaz de creer que todavía nos permitieran vivir (...) en el barracón había un silencio mortal. El ruido de los camiones se detuvo. Sólo las voces roncas de los hombres de las SS se podían escuchar afuera. En vano tratamos de encontrar la paz mientras dormimos. El silencio sepulcral en el campo, generalmente ruidoso, era bastante inusual. Por la mañana, después de pasar la noche en aburrida ociosidad, el silencio de la muerte nos esperaba. El campo estaba desolado, sin signos de vida. Había hedor en el aire, el cielo estaba cubierto de negras nubes de humo, el campo estaba muerto”

Rudolf Vitek relata en una carta fechada el 10 de julio de 1964:
"La mañana del 1 de agosto de 1944 (en realidad se referirá a la mañana del 3 de agosto), el campo nos saludó con un silencio glacial, solo el crematorio humeaba con fuerza, poderosas columnas de humo oscuras, impregnadas de llamas rojas, se elevaban hacia el cielo, un hedor insoportable a carne y cabello quemados, hacía imposible la respiración, escuchábamos el zumbido de los ventiladores de los crematorios, de lo contrario solamente el silencio, ¿estaba el campo realmente vacío?, escuchamos los lloriqueos de unos niños, dos pequeños gitanos se habían escondido en el tercer piso de literas bajo unos viejos colchones, y de este modo intentaban escapar de la búsqueda de los SS, pronto un kapo descubrió a una mujer gitana que había encontrado refugio en el canal de drenaje de las alcantarillas y sobrevivió a la noche en mitad de tan horrible hedor. Pronto apareció una ambulancia militar con la cruz Roja en el techo, un médico SS recogió a los niños y los llevó al Crematorio: ¿Abrirían las SS una nueva lata de Zyklon B? Difícilmente creíble, los beneficios de IG Farben no eran exactamente muy altos. Bueno, eso sería antieconómico, porque resultaría más que suficiente con un tiro en la nuca."

Na bistar.

Auschwitz-Birkenau.
© DW.

Fuentes:
- Sinti und Roma im KL Auschwitz-Birkenau 1943-1944. : vor dem Hintergrund ihrer Verfolgung unter der Naziherrschaft. Wacław Długoborski. Verlag Staatliches Museum Auschwitz-Birkenau, 1998. Páginas 314-319.
- Artículo periodístico “Schreie, Tränen, Gasen” aparecido en Die Zeit firmado por Romani Rose el 12 de agosto de 2004.
- Los Cyganów w KL Auschwitz-Birkenau. Michael Zimmermann, Stowarzyszenie Romów w Polsce. Stowarzyszenie Romów w Polsce, 1994. Página 169.
- Filip Müller: Sonderbehandlung. Drei Jahre in den Krematorien und Gaskammer von Auschwitz. Munich 1979.