“Auschwitz, 1944” Pintura de Ceija Stojka.
Pintura
acrílica y plateada sobre lienzo.
© Colección
de Antoine de Galbert.
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1 de agosto de 1944, en el Zigeunerlager de
Birkenau el Lageräslstete y el Lagerkapo anuncian que los hombres sanos deben
presentarse a trabajar. Mucha gente responde a esta llamada. Los que así lo
hacen son anotados en una lista frente a los barracones y marchan en formación,
pero, han de detenerse en la calle central del sector del campo entre las dos
cocinas. Mengele acaba de incluir al niño huérfano de origen checo Antonin
Ruzicka, nacido en 1930 y que se ha ofrecido como voluntario en los últimos
minutos. A mediodía emprenden la caminata hacia Auschwitz I, donde los llevan
hasta el Bloque 10, allí pasan aquella noche. A la mañana siguiente después de
pasar lista, todos los prisioneros son obligados a salir de aquel lugar. Los
llevan a la sauna de los barracones de cuarentena y les ordenan que tienen que
ducharse. Tras esto les hacen entrega de unas sábanas y ropa limpia. A primera
hora de la tarde, los conducen hasta la Rampa (Andén) de Birkenau, donde les esperan
los vagones de su convoy.
Cuando los prisioneros Romaníes que se han
quedado en el "Zigeunerlager" se percatan de que los hombres, mujeres
y niños que se habían marchado el día anterior son los que suben a los vagones,
se abalanzan sobre la alambrada -la energía eléctrica no funciona durante el
día- y comienzan a llamar a voz en grito a sus parientes y conocidos, para
despedirse de ellos. Al ver esto, el Lagerálteste y el Lagerkapo ordenan a
todos los prisioneros polacos que se encargan de la vigilancia del sector
formar un cordón a lo largo de la valla eléctrica. Entonces, comienzan los gritos,
los empujones y los golpes. En ese momento, aparece Mengele y ordena a los prisioneros
polacos que se retiren de las alambradas y permitan a los Romaníes despedirse
de sus familiares y amigos. En todo este episodio transcurren unas dos horas. Después,
el tren con 1.408 Romaníes en su interior se pone en marcha.
Amalie Schaich, sobreviviente Romaní
trasladada al campo de Ravensbrück antes de la disolución del Zigeunerlager,
relata: "Cuando vi a mis hermanos pequeños por última vez mi hermana me decía
adiós: "Tú te vas, a nosotros nos
quemarán". Esas fueron las últimas palabras que escuché de ella, nunca
las olvidaré."
En el campo quedan los huérfanos, los
ancianos, los hombres y mujeres considerados no aptos para trabajar, las madres
con hijos pequeños y aquellos padres que no han querido separarse de sus
familias. A las 5 de la tarde, Mengele ordena que todos los médicos y
enfermeras polacos sean enviados al campo de los hombres (un sector del campo
próximo al Zigeunerlager). Después de pasar lista, se ordena el cierre total
del sector BIIe. Cuatro sargentos de las SS, 10 hombres de las SS y 50 miembros
de los Sonderkommando llegan al campo Gitano, bloquean las puertas de entrada
de todos los barracones para que nadie pueda abandonar ninguno de ellos. Cuando
la noche ha caído llegan hasta el Zigeunerlager ocho camiones para trasladar a
los Romaníes hasta las cámaras de gas. Los prisioneros del Sonderkommando entran
en los barracones uno tras otro con el objeto de registrarlos y obligar a salir
a los prisioneros Gitanos. En la puerta de cada barracón se encuentra un
representante del Lagerführer, un hombre de las SS y dos prisioneros polacos. Cuentan
a los prisioneros que salen. Las puertas de entrada a cada barracón se han
convertido en un auténtico caos, los prisioneros Romaníes se resisten a salir,
las madres esconden a sus hijos más pequeños entre sus ropas, algunos gritan o lanzan
insultos o improperios, otros lloran. Durante esta acción, Mengele ordena que
todos los gemelos partan en un camión, a las niñas las trasladan al campo de las
mujeres en Birkenau, donde quedan registradas, los niños a Auschwitz I. Pero
al rato son enviados de regreso. Se sabe que Mengele les disparará después a
todos ellos en el crematorio. Hasta ahora, solo conocemos de dos hermanas que vivieron
en en Jihlava (Iglau), Checoslovaquia, antes de la deportación; Alžběta
(Elisabeth) y Anna Kraus, nacidas el 17 de septiembre de 1923 en Landskron, con
números de prisioneras Z-1773 y Z-1774 respectivamente, y que lograrán sobrevivir al campo.
En esa noche trágica, la alemana Helene
Hanemann, cuyo esposo, un Rom, había participado en la guerra en las filas de
la Wehrmacht como capitán en el frente oriental, murió junto con el resto de
Romaníes. Helene pidió que la trasladaran a ella y a sus cinco hijos, "Zigeunermischlinge" (Gitanos
mestizos), al campo de las mujeres. Helene había informado a los hombres de su
origen alemán. Le prometieron que sobreviviría y la enviaron al último barracón,
donde se alojaban los niños huérfanos y los "mestizos". Pero, cuando
los miembros del Sonderkommando llegaron hasta el barracón donde se encontraba
Helene para sacar a los que allí se hallaban, la conminaro a salir y salvarse
ella, a condición de dejar atrás a sus hijos, ella se negó a marcharse sin sus pequeños.
El oficial de guardia de las SS decidió que los niños eran "gitanos"
y que debían de ser separados de su madre. Helene, en ese difícil trance, tomo
la decisión de seguir al lado de sus hijos y acompañarlos hasta la muerte en la
cámara de gas.
Del mismo modo, fallecieron la Sra. Petermann,
una Gitana Romá a la que apodaban “Italiana” por su belleza, junto a su pequeño
hijo de cabello rubio. Su esposo luchaba como oficial alemán en el frente
oriental. Durante un permiso fue hasta el departamento de policía para
solicitar poder ir hasta Auschwitz, con el objeto de volver a ver a su mujer y
a su pequeño. En el departamento de policía le prometieron intentar negociar la
liberación de su hijo. Sin embargo, estas negociaciones se prolongaron en el
tiempo y madre e hijo murieron asesinados en la cámara de gas.
Todos los prisioneros Gitanos que permanecían
en el sector BIIe de Birkenau fueron conducidos a las cámaras de gas durante la
disolución final del "Campo Gitano" en la noche del 2 al 3 de agosto
de 1944. Se resistieron según los informes de los testigos hasta el final.
Incluso el comandante de Auschwitz, Rudolf Hoess, escribe al respecto en las
memorias escritas antes de su ejecución: "No fue fácil meterlos en las
cámaras, por mí mismo no lo vi, pero Schwarzhuber me dijo que ningún exterminio
de los judíos había sido tan difícil."
Filip Müller fue uno de los escasos
supervivientes de los Sonderkommando (brigadas especiales compuestas por
prisioneros, que en Birkenau tenían que introducir a las personas en las
cámaras de gas, sacar los cadáveres y trasladarlos hasta los hornos crematorios)
Filip estaba presente cuando los 2897 hombres, mujeres y niños Romaníes fueron
asesinados en las cámaras de gas la noche del 2 al 3 de agosto de 1944:
“Hacia la medianoche, la nave donde tenían
que desnudarse estaba atestada. La inquietud crecía de minuto en minuto. Era
como si estuviera uno en un inmenso panal. De todas partes salían gritos de
desesperación, protestas y acusaciones llenas de reproches. Se alzaban a coro
frases como: ¡Somos alemanes del Reich! ¡No hemos cometido ningún delito! En
otros sitios gritaban ¡Queremos vivir! ¿Por qué queréis matarnos? (…) Pero en
este lugar siniestro no había sitio para sentimentalismos. La acción de
aniquilamiento siguió su curso acostumbrado. Moll (Otto Moll jefe de escuadra
de las SS, responsable de la acción de exterminio de los Gitanos y Judíos
húngaros en 1944) y sus subordinados amartillaron sus pistolas y fusiles y
ordenaron a la gente que entretanto ya se había quitado la ropa, de manera
enérgica e inequívoca, que abandonaran la sala de desvestirse y se dirigieran a
las tres cámaras en las que debían ser gaseados. Al entrar en el último
pasillo, muchos lloraban de desesperación, otros se santiguaban e imploraban a
Dios; había también los que no querían conformarse con su destino insoslayable
y se volvían gesticulando con viveza, hacia la gente de la SS y repetían una y
otra vez: ¡Somos alemanes del Reich! ¡No podéis hacer esto con nosotros!
Incluso de las cámaras de gas salían todavía durante un rato gritos y clamores,
hasta que el gas mortal hizo su efecto y ahogó las últimas voces”
Entre los testigos de las últimas horas del
"Campo Gitano" estaba el médico prisionero Rudolf Vitek (en el campo
bajo el apellido de Weisskopf) junto a
otros doctores judíos, informa:
“Y dejado atrás, vivo y agotado por la tensión
extrema, incapaz de creer que todavía nos permitieran vivir (...) en el
barracón había un silencio mortal. El ruido de los camiones se detuvo. Sólo las
voces roncas de los hombres de las SS se podían escuchar afuera. En vano
tratamos de encontrar la paz mientras dormimos. El silencio sepulcral en el
campo, generalmente ruidoso, era bastante inusual. Por la mañana, después de
pasar la noche en aburrida ociosidad, el silencio de la muerte nos esperaba. El
campo estaba desolado, sin signos de vida. Había hedor en el aire, el cielo
estaba cubierto de negras nubes de humo, el campo estaba muerto”
Rudolf Vitek relata en una carta fechada el
10 de julio de 1964:
"La mañana del 1 de agosto de 1944 (en realidad se referirá a la mañana del 3 de
agosto), el campo nos saludó con un silencio glacial, solo el crematorio
humeaba con fuerza, poderosas columnas de humo oscuras, impregnadas de llamas
rojas, se elevaban hacia el cielo, un hedor insoportable a carne y cabello quemados,
hacía imposible la respiración, escuchábamos el zumbido de los ventiladores de
los crematorios, de lo contrario solamente el silencio, ¿estaba el campo
realmente vacío?, escuchamos los lloriqueos de unos niños, dos pequeños gitanos
se habían escondido en el tercer piso de literas bajo unos viejos colchones, y de
este modo intentaban escapar de la búsqueda de los SS, pronto un kapo descubrió
a una mujer gitana que había encontrado refugio en el canal de drenaje de las
alcantarillas y sobrevivió a la noche en mitad de tan horrible hedor. Pronto apareció
una ambulancia militar con la cruz Roja en el techo, un médico SS recogió a los
niños y los llevó al Crematorio: ¿Abrirían las SS una nueva lata de Zyklon B?
Difícilmente creíble, los beneficios de IG Farben no eran exactamente muy altos.
Bueno, eso sería antieconómico, porque resultaría más que suficiente con un
tiro en la nuca."
Na bistar.
Auschwitz-Birkenau.
© DW.
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Fuentes:
- Sinti und Roma im KL
Auschwitz-Birkenau 1943-1944. : vor dem Hintergrund ihrer Verfolgung unter der
Naziherrschaft. Wacław Długoborski. Verlag Staatliches Museum
Auschwitz-Birkenau, 1998. Páginas 314-319.
-
Artículo periodístico “Schreie, Tränen, Gasen” aparecido en Die Zeit firmado
por Romani Rose el 12 de agosto de 2004.
-
Los Cyganów w KL Auschwitz-Birkenau. Michael Zimmermann, Stowarzyszenie Romów w Polsce. Stowarzyszenie
Romów w Polsce, 1994. Página 169.
- Filip Müller: Sonderbehandlung.
Drei Jahre in den Krematorien und Gaskammer von Auschwitz. Munich 1979.