viernes, 4 de diciembre de 2020

Philomena Franz, nacida Köhler


 

Philomena Franz, nacida Köhler, vino al mundo el 21 de julio de 1922 en Biberach an der Riss, Alemania, en el seno de una familia Romaní. Philomena creció junto a sus ocho hermanos en la casa familiar en Rohrdorf en Messkirch Oberschwaben. Sus padres y parientes se dedicaban a la música, actuando por escenarios de todo el país y del extranjero, bajo el nombre de “Theatre and Musicians Ensemble Haag”. El padre de Philomena, Johann Köhler, tocaba el violonchelo y su madre era cantante. Philomena se subió por primera vez a las tablas siendo aún muy pequeña, cantaba y actuaba como bailarina. Su abuelo Johannes Haag ya había sido un reconocido violonchelista. En 1906, el cuarteto de cuerda en el que Johannes Haag tocaba el violonchelo, ganó un concurso internacional cuyo premio era la "Golden Rose", que les entregó el mismísimo Kaiser Guillermo II. "Nuestra familia era tremendamente popular en Württemberg, en Heilbronn, en Stuttgart, en Ulm y especialmente en Hechingen".

 

En 1933 Philomena Franz a los once años fue testigo de cómo su país comenzó el descenso a los infiernos: “Todo sucedió de forma rápida a partir del año 1933. Muy pronto nos dijeron [...] que no éramos arios y que no debíamos mezclarnos con los alemanes, de lo contrario, nos internarían en un campo. Comenzaron a medirnos la nariz, a anotar el color de nuestro pelo y de nuestra piel. Luego, nos retiraron los pasaportes. El resto de la población alemana sabía lo que ocurría, pero no todos obraron del mismo modo, hubo algunas personas que se daban cuenta de lo que pasaba, pero que se sentían impotentes por no poder hacer nada". Los Franz vendieron su casa entre 1935 y 1937 y se mudaron a Bad Cannstatt, un distrito de Stuttgart.

 

Su respetado abuelo Johannes Haag murió en 1937. Está enterrado en Tübingen en el mismo cementerio que Friedrich Hölderlin.

 

Transcurridos cinco años desde que los nazis accedieran al poder en Alemania, los Romanís se vieron expuestos a una creciente ola de exclusión y persecución. A la adolescente Philomena la expulsaron de la “Escuela Secundaria Femenina Olgastrasse” de Stuttgart en 1938 a la edad de 16 años por su origen Sinti. En ese año la familia todavía disfrutaba de contratos importantes, por ejemplo, en el Liederhalle de Stuttgart, en la Ópera Kroll de Berlín, en el Lido de París, y hasta esas ciudades viajaban en su propio coche, un elegante Horch Pullman.

 


Gradualmente, a los Sinti se les prohibió "viajar". Con la publicación del Decreto de 17 de octubre de 1939 "Festsierungserlass", a los Gitanos definitivamente se les prohibía abandonar su lugar de residencia. Ese mismo año en la frontera tras regresar de París al final de una exitosa gira, la Gestapo les requisó el coche familiar, además de toda la documentación, también les confiscaron sus instrumentos musicales, el dinero, las joyas, los relojes... Al llegar a casa tuvieron que malvender sus caballos y carromatos, finalmente se les forzaba a dejar atrás su modo de vida

 

Y  en ese atrás quedó la libertad que otorga el camino el verde de la tierra y el azul del cielo:

"Nuestra caravana era espléndida, con alacenas abovedadas que llegaban desde el suelo al techo. Todo era de caoba, con espejos de marcos de plomo, las camas y los armarios decorados con hermosas incrustaciones. El interior del carromato estaba forrado de linóleo: rosas amarillas sobre fondo azul. En el centro se encontraba la sala de estar con un sofá de felpa azul con flores amarillas. Detrás de la puerta corrediza, la cocina. La estufa, cromada. La tubería de la estufa, esmaltada en azul y pintada con flores amarillas. Las ollas de cobre en las paredes [...] Una caravana maravillosa, hermosa, cubierta con tejas de madera por dentro y por fuera. Con discos grabados que representaban castillos y fortalezas. Ocho metros de largo y 2,50 metros de ancho. En ese momento ya costaba 2.000 marcos. En ese tiempo esa era la cantidad de dinero que se pagaba por una casa. Por supuesto, no todos los Sinti viajaban con tantas comodidades como nosotros. La mayoría de ellos atravesaban el campo con la carreta cubierta y solo tenían algunas ollas y las modestas carpas en las que dormían.”

 

En 1940, obligaron a Philomena, de 18 años, a realizar trabajos forzados en una empresa de armas de Stuttgart. La vida transcurría cada vez entre más y más dificultades.

 

 El 21 de abril de 1944 Philomena llega en un tren de vagones para transporte de ganado, junto a otras muchas familias Gitanas, al campo de concentración y exterminio de Auschwitz-Birkenau, en Polonia. Le tatuaron en uno de sus antebrazos el número de prisionera Z-10550. La internaron en el Campo para Familias Gitanas en el sector BIIe de Birkenau. A Philomena los guardias la obligaron a trabajar en el burdel del campo, pero ella, de forma valiente se negó y a consecuencia de su negativa la trasladaron a un kommando de trabajos forzados en el que tenía que trasladar las cenizas de los cadáveres incinerados en los hornos crematorios hasta un camión.

 

Philomena Franz narra sobre su internamiento en Auschwitz-Birkenau:

“Recuerdo una escena que nunca olvidaré en mi vida. Había un barracón con muchos perros pastores alemanes. En ese lugar había siempre un gran barril lleno de galletas para perros. Un día, la tapa que tenía encima se movió un poco. Se podían ver perfectamente las galletas. El hambre nos estaba matando. Cuando pasamos, miramos con desesperación hacia el barril y la idea de acercarse un poco para agarrar una galleta nos atormentaba. Pero aquello resultaba imposible porque los guardias con sus ametralladoras nos vigilaban desde arriba. Con nosotros venían también niños a los que les había abandonado el sentido común y que no podían evaluar el peligro de la situación. Entonces sucedió: uno de los niños se salió de la fila. Intenté retenerlo, fue demasiado tarde. El niño se escapó de entre mis brazos. El guardia inmediatamente lo mató desde el puesto de vigilancia y el pequeño cayó al suelo hecho jirones por los disparos... No puedo seguir contando. Me cuesta demasiado".

 

El 24 de mayo de 1944 es transferida junto a otras mujeres aptas aún para trabajar desde Birkenau al campo de concentración de Ravensbrück. Quedó registrada con el número de prisionera 40307. En Ravensbrück se reunió de nuevo con su hermana y a ambas las internaron en el subcampo de Schlieben. Allí trabajaban bajo tierra en la fabricación de bombas explosivas durante turnos de 12 a 14 horas diarias.  

 


Philomena Franz intentó en dos ocasiones escapar de los campos de concentración. Durante el primer intento de huida del subcampo de Schlieben, observó que durante el turno de noche un guarda tocó la valla, que generalmente estaba electrificada, y ésta estaba desconectada. Se armó de valor, y sin pensar en nada más se dejó caer tras la cerca en un pozo de grava. Consiguió escabullirse por el prado y alcanzar el bosque. Pero, poco duró su aventura, la detuvieron y la llevaron al pueblo más cercano donde permaneció retenida en la finca del alcalde durante varios días. La mujer del alcalde le proporcionó en secreto algo de comida. Después, la devolvieron al campo y como castigo, a ambas hermanas las colgaron, durante horas atadas de las manos, de la horca. La hermana de Philomena Franz falleció como resultado de esta tortura, la propia Philomena Franz sobrevivió de milagro a tan cruel castigo.

 


A Philomena Franz la volvieron a trasladar por segunda vez al campo de concentración y exterminio de Auschwitz-Birkenau a finales de 1944. Philomena permaneció allí durante unas tres semanas más. Luego la transfirieron de regreso a Alemania al subcampo de Wittenberg donde la obligaron a realizar trabajos forzados en una fábrica de aviones, tenía que soldar piezas de aviones.

 

En ese lugar contó con la ayuda de uno de sus vigilantes:

“A menudo he pensado en este hombre. Nunca me dirigió una sola palabra, nunca me habló. Pero cada vez que me iba a la cama cada noche me encontraba escondido un trozo de pan. [...] Sé que era aquel hombre. Estaba convencida de que se trataba de él por el cariño con el que me trataba. Intenté escribirle una nota. Fui a las letrinas y le puse: ¡Por favor ayúdame! ¡Consígueme unos alicates aislantes!". Al día siguiente, Philoomena encontró unos alicates debajo de su lugar de trabajo y una hoja de papel en la que que se leía que a las 12 de la noche no había electricidad corriendo a través de la cerca. Philomena Franz decidió huir con otras doce mujeres. Primero se escondieron en un refugio antiaéreo que se situaba a unos dos o tres metros de la cerca de alambre de púas. Juntas lograron hacer dos agujeros en la valla con los alicates aislantes. Todas las mujeres consiguieron escapar y corrieron hacia la carretera que conducía al Elba. Philomena les previno de que no deberían dirigirse hacia la ciudad, ya que allí las atraparían rápidamente. De repente, en mitad de la oscuridad de la noche se quedó sola de nuevo. Cuando los SS se dieron cuenta de la fuga desplazaron un camión equipado con ametralladoras para detener a las fugadas. Philomena comenzó a oír disparos, corrió, llegó a orillas del Elba, se lanzó al agua helada y nadó con las escasas fuerzas que le quedaban hasta alcanzar la orilla opuesta.

 

 En su huida llegó hasta una casa donde vivían un hombre mayor y su hija que la acogieron y la mantuvieron escondida hasta que el territorio fue liberado por el Ejército Rojo a finales de abril de 1945.

“Estaba tan sucia, tan asquerosa. Y aquella cama blanca, la almohada, era todo tan extraño después de todos esos años que me resultaba imposible dormir en ella. Me llevó de tres a cuatro días volver a acostumbrarme a la cama. Y Marga, la hija del hombre, me limpió los piojos, me dio su ropa. Marga: nunca olvidaré su nombre en toda mi vida".

 

Cuando terminó la guerra, Philomena Franz tenía 22 años. En Bamberg conoció a su futuro esposo, Conrad. Era músico y había perdido a su primera esposa y a sus cuatro hijos en Auschwitz.

 

En 1949, Philomena Franz reanudó la tradición musical familiar junto a su futuro marido y a uno de sus hermanos, también sobreviviente y que era violinista de jazz. El grupo de música Sinti actuó en el comedor de oficiales de las fuerzas de ocupación estadounidenses, a menudo delante del comandante en jefe aliado, Dwight D. Eisenhower en Ansbach, o en Tübingen del general Charles de Gaulle. Philomena Franz cantaba éxitos estadounidenses.

 

En los años siguientes, Philomena formó una familia de cinco hijos con su esposo. Vivieron primero vendiendo telas puerta a puerta y más tarde del negocio de las antigüedades en poblaciones entre Colonia y Limburg an der Lahn. Philomena Franz ha sufrido a lo largo de su vida de periodos de fuerte depresión, siendo necesaria en ocasiones su hospitalización durante meses. En uno de ellos comenzó a escribir su experiencia en los años del Porrajmos.

 

Después de que a su hijo lo discriminaran racialmente en su escuela a principios de la década de 1960, Philomena junto a su hijo mayor comenzó a contar cuentos de hadas de tradición Romaní en los colegios.

 

En 1960 Philomena Franz recibió una indemnización de 3500 marcos alemanes y posteriormente un pago adicional, la denominada "reparación" de 15.000 marcos. La Oficina de Bienestar Social cobró este pago adicional, hecho que a menudo les sucedía a los  Romanís, por lo que el matrimonio no vio ni un mísero marco.

 

         En 1975 perdió a tres de sus hijos en un accidente de tráfico y su marido falleció ese mismo año.

 

En 1982 publicó su libro donde relata su experiencia " Zwischen Liebe und Hass: ein Zigeunerleben".

 


A la edad de 73 años, Philomena Franz recibió la Cruz Federal al Mérito.

 

En 2001 la galardonaron con el premio “Mujeres en Europa Alemania 2001”.

 

Philomena ha participado en múltiples actos de recuerdo contando su testimonio en escuelas y universidades, así como en programas de radio y televisión.  



Fuentes:

- Zwischen Liebe und Hass. Ein Zigeunerleben. Philomena Franz. Herder. Freiburg im Breisgau 1985.

- Philomena Franz. Die Liebe hat den Tod besiegt. Michael Albus. Düsseldorf 1988.

- “Mich hat Auschwitz nie verlassen”. Überlebende des Konzentrationslagers berichten. Susanne Beyer / Martin Doerry (Hrsg.).  München 2015.

- Zigeunermärchen. Philomena Franz. Bonn 1982.

- Tragen wir einen Blütenzweig im Herzen, so wird sich immer wieder ein

Singvogel darauf niederlassen. Philomena Franz. Norderstedt 2012.

- Verachtet, verstoßen, vernichtet. Kinder- und Jugendjahre unterm Hakenkreuz. Harald Roth, (Hrsg.). Würzburg 1995.

- Memorial Book: The Gypsies at Auschwitz-Birkenau. State Museum of Auschwitz- Birkenau. K.G. Saur, New York. 1993. Volumen I. Páginas 706-707.