Radojka
Rahimić
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Radojka Rahimić nació en 1932 en el seno de
una familia Romá. Su madre profesaba la religión católica croata y su padre la
musulmana de Bosnia. El matrimonio tenía dos hijas. Radojka asistió al colegio,
pero por culpa de la guerra solamente pudo finalizar el Primer grado de su
escolarización.
Transcurría el año 1941 y como todas las
mañanas Radojka iba de camino de su escuela en la aldea de Kukunjevac (en
la parte croata de Yugoslavia), al llegar al colegio le dijeron que se volviera
a casa. Así lo hizo y, poco después, soldados Ustasha rodearon la aldea. Al
padre de Radojka, de 38 años, lo llevaron frente al ayuntamiento junto a otros
750 hombres, posteriormente lo condujeron hasta Rupaca donde murió asesinado. A
las mujeres y los niños los deportaron a campos de concentración, la pequeña Radojka
contaba nueve años cuando su vida dio un giro para siempre, sus infantiles ojos
fueron testigos del horror, ella recuerda:
“Los
soldados se situaban a la derecha y la izquierda y nosotras en el medio. A los
que no caminaban como ellos querían los molían a patadas, o los golpeaban.
(...) Mi madre no podía seguir andando por el cansancio. Comenzaron a darle patadas
y golpes por todas partes. Me puse a gritar y a llorar. Me llevaron a rastras
hasta el vagón para transporte de ganado que esperaba sobre las vías. En el
interior apenas podíamos respirar porque éramos demasiadas personas allí dentro
y no había ventanas por donde pudiera entrar algo de aire. Muchos murieron
asfixiados o asesinados. Las mujeres embarazadas dieron a luz en mitad de
aquella masa de personas. Nos torturaron de camino al campo de concentración, y
a pesar de los golpes y las heridas teníamos que seguir caminando. No nos
dieron nada de agua ni pan y tuvimos que caminar medio desnudos y descalzos.
Sin embargo, sobrevivimos a eso. Pero la pesadilla jamás imaginada nos esperaba
cuando llegamos al campo. (...) En el campo de concentración nos obligaron a
dormir al aire libre, en el suelo, era el mes de noviembre, es decir, en
noviembre, a cielo abierto. Los guardias acechaban en las torres de vigilancia
esperando a que alguien se moviera de forma sospechosa o demasiado rápida para
dispararles. Aquello resultaba una catástrofe y pura agonía, pero a pesar de
eso seguíamos con vida. Para mí, esta entrevista representa un verdadero
sufrimiento. Me gustaría terminar ya.”
Radojka permaneció junto a su madre y
su hermana en los campos de concentración de Stara Gradiska, Jasenovac y Sisak.
Pasado un rato pudo continuar hablando y nos narró las ejecuciones en masa nada
más llegar al campo de Jasenovac:
“En
aquellos lugares a los Romaníes nos lanzaban a fosas llenas de cal viva. Yo
pude ver con mis propios ojos como se lo hicieron a una preciosa chiquilla que
llevaba su muñeca y a sus padres que iban sentados sobre un carro. De repente un
soldado de manera deliberada y repentina golpeó a los caballos y la niña
pequeña, sus padres y el carro cayeron a la fosa llena de cal viva. Esto
continuó así durante unas pocas horas más. Nosotros,
los niños permanecíamos de pie en fila en el patio de carga de Jasenovac donde éramos
testigos de todo. El campo de concentración de Jasenovac se hallaba a tan sólo
unos veinte pasos del patio de mercancías desde donde los niños podíamos verlo
todo (...) Nos manteníamos en fila esperando que nos mataran. Si un soldado o
un oficial, no sé exactamente quién fue, no hubiera ordenado un descanso nosotros
también habríamos muerto asesinados. Yo estaba en aquel patio de carga de
Jasenovac y también habría sido asesinada, pero afortunadamente el destino
quiso algo diferente para mí. Desde allí nos transfirieron en un convoy conformado con vagones para
transporte de ganado a Sisak donde permanecimos durante una semana. No teníamos
casi nada para comer. Allí estuvimos poco tiempo, alrededor de una semana.
Durante esos días mi madre siempre me dio su ración de comida, ella no comía nada.
Entonces nos seleccionaron. Los niños a la derecha, las madres a la izquierda.
A los niños nos transportaron a Zagreb.”
Un
grupo de niños esperan en fila en un campo
de concentración no identificado,
posiblemente en el de Sisak.
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En el campo de concentración de Sisak
la madre de Radojka fue obligada a limpiar los barracones de los soldados.
Después de unos días, Radojka y su hermana pequeña de seis años fueron
separadas de su madre y llevadas a un punto de reunión de la Cruz Roja en
Zagreb. Allí a las niñas pequeñas las obligaron a beber leche envenenada, a
consecuencia de ello su hermana murió. Radojka narra:
“Por
la tarde a todos los niños que habían bebido leche comenzó a subirles la fiebre
y empezaron a vomitar. Mi hermana pequeña también. Nunca seré capaz de olvidar
como tuve que dejarla, llorando y con dolores de muerte. A nosotros, los chicos
mayores, nos sacaron de allí… y nos llevaron a Ubbreg (Croacia). Al llegar nos
condujeron al ayuntamiento para mostrarnos a los ciudadanos… Yo fui adoptada
por una pareja croata sin hijos. Simplemente me llevaron sin ninguna
información sobre el paradero del resto de mi familia.”
Radojka fue “adoptada” por un matrimonio
católico de Zagorje-Ludbreg (Croacia). En los dos años que estuvo allí, no se
le permitió ir a la escuela ni trabajar; sin embargo, si la obligaron a que
asistiera a la iglesia regularmente. Un día Radojka utilizó el dinero que le
daban para el cestillo de la limosna para comprar una postal y se la envió a su
madrina croata con una súplica para que se la hiciera llegar a su madre. Ésta
la recibió y nada más hacerlo fue a por su hija de doce años, resistiendo los
intentos de soborno de los padres adoptivos y, por fin, intentarían regresar
juntas a su hogar.
“De
camino a casa tuvimos que escondernos en el bosque porque continuamente nos
atacaban las tropas. En mi afán por escapar, caí en un lago. Mi madre me secó
lo mejor que pudo con hojas. Enfermé de neumonía. Tuvimos que escondernos en el
bosque hasta el final de la guerra. Tras finalizar, regresamos y buscamos
nuestra casa, pero ya no estaba. La habían destruido completamente. Mi madre
lloraba amargamente. ¿A dónde se supone que debemos ir ahora? ¿Dónde se supone
que vamos a dormir? Le rogó a una mujer que nos alojara temporalmente, y así lo
hizo”.
Radojka Rahimić informa de su periodo de
posguerra:
“Cuando
salimos del campo de concentración después de sobrevivir al infierno, fuimos de
casa en casa, nos ganábamos la vida haciendo todo tipo de trabajos. Vivíamos al
día. No podíamos esperar ayuda de nuestros familiares, porque ya casi no
teníamos ninguno. Solo pude ayudar a mi madre después de casarme... Tras la
liberación, mi madre trabajó como jornalera para poder pagar el alquiler y
alimentarnos. Mi madre y yo no logramos reconstruir nuestra casa en ruinas, por
eso tuvimos que pagar el alquiler... Cuando cumplí catorce años, ya durante el
comunismo, tomé parte en un proyecto de trabajo. Éramos un grupo de jóvenes
voluntarios que conseguimos un trabajo durante tres meses. En lugar de pagarnos,
cada mes recibíamos ayudas sociales. Con eso, durante un tiempo, pudimos vivir
un poco mejor. Después de habernos recuperado un poco me fui a trabajar durante
otros tres meses cuando
se construyó la carretera Bratstvo-Jedinstvo (Hermandad y Unidad). Después de finalizar
este trabajo, me enviaron a Zemun, cerca de Belgrado, durante otros tres meses.
Por este trabajo voluntario, tiempo después a mis hijos se les dieron libros y uniformes
escolares, así como también un seguro social gratuito. Mi madre también estaba asegurada gracias
a mí. Mi madre cayó muy enferma y murió a consecuencia de ello. Tras su muerte
me cambié al trabajo agrícola porque solo de esa manera podría alimentarnos y
construir una casa. Yo no podía hacer nada más. Mis hijos y yo vivimos tiempos
difíciles. En Bačka Palanka (Serbia) tuvieron que trabajar duro en los campos cuando
tenían trece y catorce años.… Su trabajo resultó una gran ayuda financiera.”
Certificado
de concidión de tolerada perteneciente
a Radojka Rahimić
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"Aunque
solo tenía nueve años y han pasado más de sesenta años, nunca olvidaré la
Segunda Guerra Mundial y el año 1941. Todavía siento el miedo de ese tiempo
dentro de mi conciencia. (…) Es como si esas cosas terribles pasaran hoy. Aún hoy
he de soportar las consecuencias del campo de concentración. Estoy en
tratamiento neurológico especializado. Además, fui hospitalizada en diversas
ocasiones. Varias veces al día tomo analgésicos y psicofármacos en dosis altas,
sin los cuales mi vida sería impensable.”
Fuentes:
- Hitler's Slaves: Life
Stories of Forced Labourers in Nazi-Occupied Europe de Alexander von
Plato, Almut Leh, Christoph Thonfeld. Berghahn Books. Capítulo: They
survived two wars, escrito por Birgit Mair. Páginas 177-187.
- Zwei Kriege überlebt Bosnische
Roma als Bürgerkriegsflüchtlinge in Deutschland. Birgit Mair. Institut für
sozialwissenschaftliche Forschung, Bildung und Beratung e.V.