viernes, 1 de febrero de 2019

Radojka Rahimić

Radojka Rahimić
© Institut für sozialwissenschaftliche 
Forschung, Bildung und Beratung e.V.

Radojka Rahimić nació en 1932 en el seno de una familia Romá. Su madre profesaba la religión católica croata y su padre la musulmana de Bosnia. El matrimonio tenía dos hijas. Radojka asistió al colegio, pero por culpa de la guerra solamente pudo finalizar el Primer grado de su escolarización.

Transcurría el año 1941 y como todas las mañanas Radojka iba de camino de su escuela en la aldea de Kukunjevac (en la parte croata de Yugoslavia), al llegar al colegio le dijeron que se volviera a casa. Así lo hizo y, poco después, soldados Ustasha rodearon la aldea. Al padre de Radojka, de 38 años, lo llevaron frente al ayuntamiento junto a otros 750 hombres, posteriormente lo condujeron hasta Rupaca donde murió asesinado. A las mujeres y los niños los deportaron a campos de concentración, la pequeña Radojka contaba nueve años cuando su vida dio un giro para siempre, sus infantiles ojos fueron testigos del horror, ella recuerda:
“Los soldados se situaban a la derecha y la izquierda y nosotras en el medio. A los que no caminaban como ellos querían los molían a patadas, o los golpeaban. (...) Mi madre no podía seguir andando por el cansancio. Comenzaron a darle patadas y golpes por todas partes. Me puse a gritar y a llorar. Me llevaron a rastras hasta el vagón para transporte de ganado que esperaba sobre las vías. En el interior apenas podíamos respirar porque éramos demasiadas personas allí dentro y no había ventanas por donde pudiera entrar algo de aire. Muchos murieron asfixiados o asesinados. Las mujeres embarazadas dieron a luz en mitad de aquella masa de personas. Nos torturaron de camino al campo de concentración, y a pesar de los golpes y las heridas teníamos que seguir caminando. No nos dieron nada de agua ni pan y tuvimos que caminar medio desnudos y descalzos. Sin embargo, sobrevivimos a eso. Pero la pesadilla jamás imaginada nos esperaba cuando llegamos al campo. (...) En el campo de concentración nos obligaron a dormir al aire libre, en el suelo, era el mes de noviembre, es decir, en noviembre, a cielo abierto. Los guardias acechaban en las torres de vigilancia esperando a que alguien se moviera de forma sospechosa o demasiado rápida para dispararles. Aquello resultaba una catástrofe y pura agonía, pero a pesar de eso seguíamos con vida. Para mí, esta entrevista representa un verdadero sufrimiento. Me gustaría terminar ya.”

         Radojka permaneció junto a su madre y su hermana en los campos de concentración de Stara Gradiska, Jasenovac y Sisak. Pasado un rato pudo continuar hablando y nos narró las ejecuciones en masa nada más llegar al campo de Jasenovac:
“En aquellos lugares a los Romaníes nos lanzaban a fosas llenas de cal viva. Yo pude ver con mis propios ojos como se lo hicieron a una preciosa chiquilla que llevaba su muñeca y a sus padres que iban sentados sobre un carro. De repente un soldado de manera deliberada y repentina golpeó a los caballos y la niña pequeña, sus padres y el carro cayeron a la fosa llena de cal viva. Esto continuó así durante unas pocas horas más. Nosotros, los niños permanecíamos de pie en fila en el patio de carga de Jasenovac donde éramos testigos de todo. El campo de concentración de Jasenovac se hallaba a tan sólo unos veinte pasos del patio de mercancías desde donde los niños podíamos verlo todo (...) Nos manteníamos en fila esperando que nos mataran. Si un soldado o un oficial, no sé exactamente quién fue, no hubiera ordenado un descanso nosotros también habríamos muerto asesinados. Yo estaba en aquel patio de carga de Jasenovac y también habría sido asesinada, pero afortunadamente el destino quiso algo diferente para mí. Desde allí nos transfirieron  en un convoy conformado con vagones para transporte de ganado a Sisak donde permanecimos durante una semana. No teníamos casi nada para comer. Allí estuvimos poco tiempo, alrededor de una semana. Durante esos días mi madre siempre me dio su ración de comida, ella no comía nada. Entonces nos seleccionaron. Los niños a la derecha, las madres a la izquierda. A los niños nos transportaron a Zagreb.”

Un grupo de niños esperan en fila en un campo 
de concentración no identificado, posiblemente en el de Sisak.
© USHMM

         En el campo de concentración de Sisak la madre de Radojka fue obligada a limpiar los barracones de los soldados. Después de unos días, Radojka y su hermana pequeña de seis años fueron separadas de su madre y llevadas a un punto de reunión de la Cruz Roja en Zagreb. Allí a las niñas pequeñas las obligaron a beber leche envenenada, a consecuencia de ello su hermana murió. Radojka narra:
“Por la tarde a todos los niños que habían bebido leche comenzó a subirles la fiebre y empezaron a vomitar. Mi hermana pequeña también. Nunca seré capaz de olvidar como tuve que dejarla, llorando y con dolores de muerte. A nosotros, los chicos mayores, nos sacaron de allí… y nos llevaron a Ubbreg (Croacia). Al llegar nos condujeron al ayuntamiento para mostrarnos a los ciudadanos… Yo fui adoptada por una pareja croata sin hijos. Simplemente me llevaron sin ninguna información sobre el paradero del resto de mi familia.”

Radojka fue “adoptada” por un matrimonio católico de Zagorje-Ludbreg (Croacia). En los dos años que estuvo allí, no se le permitió ir a la escuela ni trabajar; sin embargo, si la obligaron a que asistiera a la iglesia regularmente. Un día Radojka utilizó el dinero que le daban para el cestillo de la limosna para comprar una postal y se la envió a su madrina croata con una súplica para que se la hiciera llegar a su madre. Ésta la recibió y nada más hacerlo fue a por su hija de doce años, resistiendo los intentos de soborno de los padres adoptivos y, por fin, intentarían regresar juntas a su hogar.
“De camino a casa tuvimos que escondernos en el bosque porque continuamente nos atacaban las tropas. En mi afán por escapar, caí en un lago. Mi madre me secó lo mejor que pudo con hojas. Enfermé de neumonía. Tuvimos que escondernos en el bosque hasta el final de la guerra. Tras finalizar, regresamos y buscamos nuestra casa, pero ya no estaba. La habían destruido completamente. Mi madre lloraba amargamente. ¿A dónde se supone que debemos ir ahora? ¿Dónde se supone que vamos a dormir? Le rogó a una mujer que nos alojara temporalmente, y así lo hizo”.

Radojka Rahimić informa de su periodo de posguerra:
“Cuando salimos del campo de concentración después de sobrevivir al infierno, fuimos de casa en casa, nos ganábamos la vida haciendo todo tipo de trabajos. Vivíamos al día. No podíamos esperar ayuda de nuestros familiares, porque ya casi no teníamos ninguno. Solo pude ayudar a mi madre después de casarme... Tras la liberación, mi madre trabajó como jornalera para poder pagar el alquiler y alimentarnos. Mi madre y yo no logramos reconstruir nuestra casa en ruinas, por eso tuvimos que pagar el alquiler... Cuando cumplí catorce años, ya durante el comunismo, tomé parte en un proyecto de trabajo. Éramos un grupo de jóvenes voluntarios que conseguimos un trabajo durante tres meses. En lugar de pagarnos, cada mes recibíamos ayudas sociales. Con eso, durante un tiempo, pudimos vivir un poco mejor. Después de habernos recuperado un poco me fui a trabajar durante otros tres meses cuando se construyó la carretera Bratstvo-Jedinstvo (Hermandad y Unidad). Después de finalizar este trabajo, me enviaron a Zemun, cerca de Belgrado, durante otros tres meses. Por este trabajo voluntario, tiempo después a mis hijos se les dieron libros y uniformes escolares, así como también un seguro social gratuito. Mi madre también estaba asegurada gracias a mí. Mi madre cayó muy enferma y murió a consecuencia de ello. Tras su muerte me cambié al trabajo agrícola porque solo de esa manera podría alimentarnos y construir una casa. Yo no podía hacer nada más. Mis hijos y yo vivimos tiempos difíciles. En Bačka Palanka (Serbia) tuvieron que trabajar duro en los campos cuando tenían trece y catorce años.… Su trabajo resultó una gran ayuda financiera.”

Certificado de concidión de tolerada perteneciente 
a Radojka Rahimić
© Institut für sozialwissenschaftliche Forschung, Bildung 
und Beratung e.V.

"Aunque solo tenía nueve años y han pasado más de sesenta años, nunca olvidaré la Segunda Guerra Mundial y el año 1941. Todavía siento el miedo de ese tiempo dentro de mi conciencia. (…) Es como si esas cosas terribles pasaran hoy. Aún hoy he de soportar las consecuencias del campo de concentración. Estoy en tratamiento neurológico especializado. Además, fui hospitalizada en diversas ocasiones. Varias veces al día tomo analgésicos y psicofármacos en dosis altas, sin los cuales mi vida sería impensable.”

Fuentes:
- Hitler's Slaves: Life Stories of Forced Labourers in Nazi-Occupied Europe de Alexander von Plato, Almut Leh, Christoph Thonfeld. Berghahn Books. Capítulo: They survived two wars, escrito por Birgit Mair. Páginas 177-187.

- Zwei Kriege überlebt Bosnische Roma als Bürgerkriegsflüchtlinge in Deutschland. Birgit Mair. Institut für sozialwissenschaftliche Forschung, Bildung und Beratung e.V.