Antonie Krokova.
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Antonie
Krokova (nacida Serynek) vino
al mundo en Doupov, (Duppau), en Bohemia, la República Checa. En su registro en
el campo de Auschwitz quedó inscrita como su fecha de nacimiento el 28 de septiembre
de 1925, mientras que Antonie cree que, en realidad, nació en 1935, ya que
durante la guerra se perdió toda su documentación. Debido a que sus padres no
estaban casados, como era la costumbre gitana en aquellos tiempos, todos los
niños llevaban el apellido de la madre. Vivió en Beroun, ciudad situada a unos
30 kilómetros de Praga, junto a sus padres y sus siete hermanos. Su padre se
llamaba Jan Vrba, su madre Anna Terezie Serynek, algunos de sus hermanos; Antonin,
Jana, Josefa, Marie. La abuela de su madre era judía, su padre era Romaní y
trabajaba como artista en el Cirkus Aleš, recorrían pueblos y ciudades; Zatec,
Chomutov... Antonie asistió al colegio para realizar los primeros cursos de la
educación primaria, pero lo que de verdad le apasionaba era el mundo del circo
y realizar todo tipo de acrobacias imposibles. Antonie cuenta:
“Subíamos por un poste, metíamos nuestras
cabezas en una especie de tazón, entonces nos sosteníamos sobre una mano, luego
sobre un pie, posteriormente sobre ambas manos, a continuación dábamos una
voltereta y nos deslizábamos hacia abajo por el poste, por último inclinábamos nuestras cabezas saludando al
público.”
Circo.
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Con
la llegada de los alemanes, su padre se convirtió en miembro activo de la
Resistencia. El grupo de partisanos se reunía a menudo en el ático de su casa,
poseían un radiotransmisor y además imprimían panfletos contra los nazis.
La
vida dio un giro radical en 1942. Policías checos llegaron hasta la casa de la
familia de Antonie, les tomaron tres fotos a cada uno de ellos; una de perfil, otra
de la parte posterior de la cabeza y la tercera de frente. Después, rellenaron
las tarjetas de identificación con los datos de sus padres. Tres días más tarde
volvieron los policías para llevarse a su padre detenido dentro de una ola de
detenciones de partisanos del grupo de la Resistencia al que pertenecía Jan. Su
madre lloraba desconsolada: “Si os
lleváis a su padre y me dejáis aquí con ocho niños, ¿qué va a ser de mí?” En
ese momento uno de los policías le contestó: “Por eso vosotros también os vendréis” La familia entera fue detenida,
los montaron en camiones y los trasladaron al campo de concentración de Lety,
cerca de Pisek, donde quedaron
internados. En ese lugar Antonie permaneció unos nueve meses.
Caseta
de vigilancia del campo de concentración de Lety.
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Allí
sus padres tuvieron que realizar trabajo esclavo cavando trincheras, éstas tenían
unos dos metros de profundidad por otros dos metros de ancho, en ocasiones
servían de fosas para aquellos que morían. La muerte estaba presente en aquel
lugar en todas sus formas; por golpes, por disparos, por hambre y por muchas
enfermedades; malaria, tos ferina, difteria, pero principalmente fiebre
tifoidea. Antonie sufrió de tifus, recuerda la persistente tos y que se le cayó
todo el pelo. En el campo había un médico para atender a los prisioneros, la
gente comentaba que se trataba de un veterinario. Antonie trabajaba, como
muchos de los niños que estaban internados en Lety, recogiendo leña. Si algo no
ha podido olvidar nunca Antonie ha sido el frío, ese frío helador que se colaba
hasta los huesos y te dejaba paralizado, con unas sandalias como único calzado,
sin medias ni calcetines, además, los castigos eran constantes, Antonie
recuerda que en Lety había un estanque, los vigilantes conducían a todos los
niños del campo hasta allí. Entonces los obligaban a sumergirse en el agua. Si a
alguno de los que los vigilaban no les gustaba la forma en que lo hacían, los
cogían y los sumergían ellos mismos. Esto se hacía incluso en invierno.
Obligaban también a los niños pequeños que no sabían nadar, a ninguno de los
demás les estaba permitido ayudarles por lo que morían ahogados. Luego los
sacaban del agua y los enterraban en hoyos cavados en el suelo.
Estanque
en el campo de concentración de Lety.
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A su
madre y a algunos de sus hermanos mayores, después de dos o tres meses de
internamiento en Lety, los enviaron a Auschwitz.
Antonie
relata un episodio dramático que ocurrió en Lety:
“Era última hora de la tarde y paseábamos por
el interior del campo, mis hermanas caminaban con nosotros. La mayoría de mis
hermanas eran mayores: dieciocho, diecinueve años. No se separaban nunca,
pobres chicas, porque mamá ya no vivía. Y los dos polis estaban ahí con otros
dos al lado, uno de ellos se acercó y empezó a molestarlas. Nosotros los
estábamos mirando, ¿de acuerdo? Miraba a mi hermana y de repente la agarró y
ella le dio un empujón. Entonces empezó ese otro tipo, y mis hermanas se
defendieron la una a la otra. Luego vino un tercero y las separó. Era un tipo
fuerte, no puedes pegar a un tipo fuerte, y en cualquier caso no estaba
permitido. Le dio un par de golpes y la tiró al suelo. A nosotros intentaban
contenernos, estábamos chillando y nos obligaban a retroceder. Corrimos a
contar lo que estaba ocurriendo, gritando los nombres de nuestras hermanas.
Nuestro padre se fue corriendo en esa dirección y agarró a uno de ellos. El
otro hombre lo vio y lo mató de un disparo. Mi hermano también corrió hacia
allí, tenía catorce años entonces, y también a él le dispararon. Así pues, los
mataron a todos: mis hermanas, mi padre y mi hermano. Se los llevaron a rastras
y eso fue todo. Nosotros tuvimos que callarnos, tampoco podíamos llorar, porque
nos amenazaron con dispararnos a nosotros también.”
A
los nueve meses de estar internada en Lety, concretamente en mayo de 1943,
Antonie, fue deportada al campo de concentración y exterminio de Auschwitz-Birkenau,
en Polonia. La transportaron en un convoy conformado con vagones para
transporte de ganado sin equipaje, sin comida. Al llegar, el miedo, los perros,
los soldados, los gritos, los golpes, y siempre el miedo. Los montaron en
camiones. Los llevaron a un edificio donde le tatuaron en su antebrazo izquierdo
el número de prisionera Z-8041. Cuando llegó al campo para familias Gitanas, en
el sector BIIe de Birkenau, le dijeron que su madre y alguno de sus hermanos habían
muerto en las cámaras de gas. Quedó
internada en el bloque nueve donde se reencontró con una hermana, dos años más
joven que ella y con uno de sus hermanos, un niño de dieciocho meses. Al poco
tiempo la trasladaron al bloque ocho.
Antonie
fue conducida hasta los crematorios pero la suerte hizo que salvara su vida. El
abismo se hallaba cerca de ella, unas cien personas fueron obligadas a
introducirse en la cámara de gas. Antonie formaba parte de un segundo grupo que
permanecía fuera de la cámara de gas, los obligaron a sentarse en el suelo. Hasta
donde ella se encontraba se acercaron algunos médicos, resultó que eran naturales
de Praga... Antonie estaba aturdida, agotada, derrotada por el que parecía su
último destino, cuando, de repente, escuchó una pregunta en checo que la rescató
de sus pensamientos, uno de los médicos le preguntó: "¿Cuál es tu número?" Antonie se levantó y respondió:
"Achtzig einundvierzig, 8041.” Y él le dijo:"¿No sabes hablar checo?" Antonie asintió
con la cabeza. "Entonces, ¿cómo te
llamas? ¿Cómo se llama tu padre?" “Bueno,
Vrba”. En ese momento Antonie comenzó a llorar de desesperación. Y él añadió:
"Sí, eso es, Vrba". Así que
la sacó del grupo, se dirigió a los soldados alemanes: "Esta prisionera no será quemada, pertenece a
una familia que se supone que debe ser liberada". De este modo fue
como Antonie se libró de la muerte. Durante toda su vida nunca ha sabido por qué,
quizá porque el médico conocía a su padre, músico y artista de circo.
Número
de prisionera en Auschwitz-Birkenau de Antonie Krokova.
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Durante los dos años que sobrevivió a Auschwitz, tuvo que pasar
todo tipo de penalidades, Antonie relata:
“Había una madre que
tenía cuatro hijos pequeños. El de dos años necesitaba hacer pis, pero en el
barracón no podías hacer ningún ruido, tenías que estar en absoluto silencio.
Teníamos unos boles rojos sin asas para la comida, y ella cogió un bol para que
el niño hiciera caca y pis en el bol. Luego lo dejó afuera y lo cubrió con una
manta. Pensaba llevárselo al salir para el recuento; después del recuento, iría
a las letrinas y lo tiraría por el váter. Pero alguien lo vio y lo denunció.
Después del recuento, vino un alemán cuando aquello aún estaba bajo la manta y
dijo: “¿Qué es eso de ahí?”. Ella se quedó sin habla y se puso completamente
pálida, paralizada por el miedo. Así que él lo destapó y le dijo “Haben Sie
Löfftel?” (¿Tienes una cuchara?). Ella asintió. “Pues cójala.” Lo crean o no, y
juro por Dios que es cierto, se lo tuvo que comer. Vivió dos o tres días más y
luego murió.”
En 1944 Antonie fue transferida al campo de concentración de
Ravensbrück y posteriormente, al de Buchenwald, siendo evacuada al campo de
trabajos forzados de Wittenberg en Alemania, donde trabajó en una fábrica de
municiones.
Antonie sobrevivió al Porrajmos, ella fue la
única sobreviviente de su familia, sus padres y sus siete hermanos murieron en
el genocidio. Fue liberada por los rusos en Wittenberg: “Los rusos entraron, trajeron vacas y caballos y montaron a los ancianos
y a los niños en carros. Yo tampoco podía andar; teníamos las piernas
hinchadas, inflamadas. Un ruso me llevó a cuestas durante casi tres kilómetros
diciendo: “Buena chica”. Nos llevaron a un pueblo y dijeron: “¿Qué casa te
gusta?”. Y las mujeres decían: “¡Oh, esa casa es bonita!”. Y ellos echaban a
los alemanes y entrábamos nosotros. Los rusos dijeron: “Coged lo que os guste,
vestíos”. Pasamos cerca de un mes allí porque algunos de nosotros estábamos
enfermos y los ancianos estaban débiles, famélicos. Los rusos mataron todo lo
que pudieron: cerdos, pollos, gansos... cualquier cosa que encontraban. Había
una gran abundancia. A veces la gente comía mucho y entonces, los pobres se
morían. Sus estómagos estaban tan débiles que no podían con todo aquello.”
Pasado un mes se marchó de allí, dos rusos y
un policía la acompañaron en tren hasta llegar a Beroun. Su tía la estaba
buscando y con ayuda de la Cruz Roja logró dar con su paradero. Se marchó a
vivir con ella y vivió en Tachov (Checoslovaquia). Posteriormente se estableció
en Marianske Lazne (Marienbad), Checoslovaquia, donde conoció a su futuro
esposo.
Antonie Krokova.
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Fuentes:
-
Entrevista realizada para el United States Holocaust Museum en julio de 1997. Número
de acceso: 1997.A.0445. EHRI Partner.
-
Voces olvidadas del Holocausto de Lyn Smith. Galaxia Gutenberg-Círculo de
Lectores. 2006. Páginas 219, 274, 278 y 338.
- Black silence: the Lety
survivors speak. Paul Polansky. G plus C. 1998. Páginas 120-124.
-
Memorial Book: The Gypsies at Auschwitz-Birkenau. State Museum of Auschwitz-
Birkenau. K.G. Saur, New York. 1993. Volumen I. Páginas 544-545.
- Documental: Porraimos:
Europe’s Gypsies in the Holocaust de Alexandra Isles. 2001.