viernes, 9 de marzo de 2012

Anton Müller


Anton Müller fotografiado en 1955

© Verein Roma Service

Anton Müller nacido Sakozyi, nació el 27 de marzo de 1924, en una familia Romaní en Zahling, población de la región austriaca del Burgenland, Antón era el segundo de cinco hijos.

Anton sólo pudo asistir a la escuela durante cuatro años. Las cosas no marchaban económicamente bien en su hogar, así que cuando cumplió siete años, y mientras los demás niños y jóvenes de la población asistían a la escuela, nuestro protagonista tuvo que trabajar para los agricultores vecinos como temporero, a cambio de comida y alojamiento.

Desde los ocho años compaginó su trabajo en el campo con la música. De forma rápida aprendió a tocar con el grupo musical en el que tocaba su padre en la localidad de Heiligenkreuz. Así fue hasta que cumplió los 14 años. Anton se pasaba la vida trabajando, esa era su vida - la música, el trabajo para los agricultores y granjeros, o la construcción de carreteras, trabajaba en todo lo que podía. Las casas de Zahling, donde Anton trabajó, aún hoy día se mantienen en pie. Sus padres estaban muy contentos con el joven Antón, su muchacho era un chico responsable y trabajador, y era capaz de valerse por si mismo siendo tan joven.

Todo cambió a peor cuando los nazis se anexionaron Austria en la primavera de 1938. Desde julio de ese año, los Romaníes del Burgenland, incluido Anton Müller, fueron obligados a realizar trabajos forzados. A Anton se lo llevaron a Königsdorf y lo emplearon como aguador, es decir como informador. Los SS supervisaban y recopilaban toda la información que podían relativa a la zona.

Después de la primera ola de deportaciones que afectó a algunas familias Romaníes de Zahling, toda la familia de Anton huyó a Estiria y se escondieron en una granja en las montañas. Sin embargo, los hombres de la familia fueron arrestados poco tiempo después. Como la madre de Anton Müller no era Romaní y poseía una [prueba de su origen "ario"] una Ariernachweis, fue liberada de nuevo. A Antón lo llamaron al Servicio de Trabajo del Reich, pero después de seis meses, se las ingenió para volver a casa.

Cuando regresó del Servicio de Trabajo del Reich, muy pronto los nazis detuvieron a toda la familia. En primer lugar fueron trasladados a Fürstenfeld en un camión. Una vez allí, fueron hacinados en un tren compuesto de vagones de ganado y deportados directamente a Auschwitz en Polonia. Eso ocurrió en la primavera de 1943. Su madre no tenía porqué ir, ya que como vimos anteriormente había sido clasificada racialmente como "aria", pero ella nunca quiso abandonar a su familia. Su padre trató de hacerle cambiar de idea, pero ella no aceptó dejarlos marchar solos. Los nazis no paraban de decirles, primero en Fürstenfeld, y a continuación, en el tren, que iban a enviarlos a Polonia, allí les daría un trabajo, ganarían dinero y llevarían una vida agradable. Esto es lo que de forma constante durante el viaje de deportación les prometieron. Pero cuando Antón vio cómo golpeaban a la gente con las porras de goma, él sabía, que por supuesto, los SS les estaban mintiendo.

Cuando llegaron a Birkenau y la gente bajó del tren, algunos los nazis los agruparon en diversos grupos, unos allí, otros por allá; los ancianos, las mujeres en otro sitio, las mujeres más jóvenes en otro lado.


Los más jóvenes fueron obligados a realizar trabajos forzados, los mayores directamente enviados a las cámaras de gas. Tres días más tarde, tatuaron en el brazo de Anton su número de prisionero, este era el Z-6835. Tan pronto como le asignaron su número, las cosas mejoraron, ya que el número significaba que lo asignaban para llevar a cabo un trabajo en el campo. Tenían los mismos números cosidos en forma de triángulos de tela en la chaqueta del traje a rayas de prisionero. Birkenau era una inmensidad organizada pos secciones, una para los Romaníes, otra para los Judíos y así sucesivamente. Los niños y las mujeres también eran alojados en barracones separados. Pero las mujeres que tenían hijos muy pequeños y los bebés se quedaban cuando llegaban en el andén con los ancianos. La hermana de Anton tenía tres hijos, entre ellos un bebé, y a todos ellos los gasearon.


Anton Müller muestra su número de prisionero 
en Auschwitz tatuado en su brazo izquierdo.

© Asociación Roma Service

Antón Múller recuerda que aunque uno enfermara en Auschwitz – y la fiebre llegara a alcanzar una temperatura de 40 grados - lo más inteligente era salir a trabajar, ya que si te enviaban al hospital, eso significaba el final.

Anton trabajó en la construcción de alcantarillas, o en un kommando que se dedicaba a excavar a mano y colocar de tuberías. También trabajó en el Kommando que  buscaba joyas entre los recién llegados al campo. Ellos, aunque estaban junto a los recién llegados no podían decirles nada, si los SS descubrían que habían advertido de algo de lo que les ocurriría en Birkenau a los que llegaban, entonces los SS los habrían enviado también a las cámaras de gas. Anton recuerda que 15.000 Judíos de Hungría fueron incinerados en una sola noche, fueron enviados directamente desde el tren al crematorio.

Cuando llegaba el invierno y salían a trabajar, hubo ocasiones en que lo hicieron con temperaturas de 30 grados bajo cero, muchas personas se quedaban tiradas a lo largo de la jornada. Se congelaban hasta provocarles la muerte en el acto. Otros para combatir el frío cogían sacos de cemento, de los que se utilizaban en el trabajo, les hacían un agujero y se los ponían debajo de la ropa. Si los SS o los Kapos los descubrían haciendo eso les daban una paliza de inmediato.

A Antón lo golpearon en Birkenau como a un animal, recuerda con dolor como le golpeaban en la boca con las culatas de sus rifles, así una y otra vez hasta 25 culatazos. En Birkenau, el campo de los hombres estaba separado del campo de las mujeres,en este último se hallaba internada su madre, rememora Anton con cariño como a través de una valla, ella, en ocasiones le tiraba algún trozo de pan hacia su lado de la cerca. En una ocasión lo descubrieron al ir a recoger el pan, se lo llevaron y un soldado de las SS lo golpeó con su "cola de buey". Lo obligaban a contar cada latigazo, pero sólo recuerda llegar a cinco. Durante catorce días, apenas pudo caminar y sólo podía dormir recostado sobre su vientre. A pesar de su estado, tuvo irse a trabajar cada jornada si quería seguir vivo.


En 1944, Anton Müller fue trasladado, a Ravensbrück, en este campo de concentración permaneció durante catorce días. En Ravensbrück Antón fue agrupado con los prisioneros rusos, tuvo que cortar leña en el bosque. [...] En Ravensbrück, muchos hombres fueron esterilizados. Aquellos que se dejaban ser castrados eran puestos en libertad, pero Anton no permitió que lo esterilizaran.


Documental donde se recoge el testimonio 
de Anton Müller: MRI HISTORIJA
Lebensgeschichten burgenländischer Roma

© Asociación Roma Service


Posteriormente lo llevaron hasta el campo de concentración de Mauthausen, donde sobrevivió para ver la liberación. Gracias a Dios que no fue obligado a trabajar en la temible cantera. Anton junto con otros cinco presos y debido a que poseían la habilidad de tocar algún instrumento, los asignaron a la banda de música del campo. Esta banda tenía que acompañar a los prisioneros cada vez que salían para trabajar - la cantera estaba a unos 150 metros de distancia - y tocaban hasta que todos los prisioneros llegaban abajo. Por la tarde recogían de nuevo a los prisioneroa a las 7. Durante el día, Anton trabajaba en el interior del campo: limpieza de las calles y de aseos, vaciado de cubos de basura, de peluquero, todo aquello que se les ocurría a los SS. En Mauthausen, Anton tuvo una mejor posición que en Auschwitz, ya que los músicos, y todos los que trabajaban dentro del campo tenían derecho a una cucharada de sopa como suplemento. Así es como el destino le otorgó la oportunidad de seguir con vida.

Cuando fue liberado, pensó que toda la tormenta ya había pasado. Sin embargo, muchas personas murieron después de la liberación. Eso sí, nunca olvidará la sensación de libertad que sintió de ir a donde quisiera y manejarse libremente. Nadie le prohibía nada. Por todas partes había latas de alimentos, las podía abrir y comerse lo que había en su interior, muchos antiguos prisioneros murieron de disentería.

Volvió a casa con un anciano Romaní y éste le dijo: "Si quieres venirte a mi casa haz lo que digo. ¡No comas nada de grasa! Vamos a comer pan seco, y poco más, y así conseguirás mantenerte sano." Antón por ese tiempo tan sólo pesaba 35 kilos.

Después de producirse la liberación del campo por el ejército americano y tras una estancia de un mes en un hospital militar, en el otoño de 1945, Anton Müller volvió a Zahling. Anton encontró allí a estacionados a soldados rusos – incluyendo entre ellos a algunos Romaníes – estos se portaron muy bien con él y con toda la población Romaní. Anton fue capaz de volver a construir una nueva vida. Para evitar que sus hijos padecieran desventaja con respecto a los demás, cambió su apellido de nacimiento por el de Múller.

Fue tanto el dolor padecido en el Porrajmos que Anton no habló de sus experiencias en los campos de concentración durante muchos años. Así lo cuenta Anton:

“Después de la guerra, la gente de la zona me preguntaba. Tenían curiosidad, pero no dije ni una palabra. De todos modos no me habrían creído.”

El padre de Anton Müller, una hermana y sus hijos, un hermano, su esposa y sus hijos no lograron sobrevivir al Porrajmos.

Fuentes:
- Lives Remembered. Life Stories of Victims of National Socialism. Renate S. Meissner on behalf of the National Fond der Republik Österrecih (Ed.): Viena, 2010, pp. 238-243.
- Extracto de la historia de vida de Anton Müller tomado de una entrevista (realizada en Romaní) a partir de la documentación de testigos de la época "Mri Historjia. Historias de la Vida de los Romá del Burgenland" por la asociación "Roma Service".
Memorial Book: The Gypsies at Auschwitz-Birkenau. State Museum of Auschwitz- BirkenauK.G. Saur, New York. 1993. Volumen II. Páginas 1130-1131.