Anton Müller fotografiado en 1955
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Anton Müller nacido Sakozyi, nació el 27 de marzo
de 1924, en una familia Romaní en Zahling, población de la región
austriaca del Burgenland, Antón era el segundo de
cinco hijos.
Anton sólo pudo asistir a la escuela durante cuatro
años. Las cosas no marchaban económicamente bien en su hogar, así que cuando
cumplió siete años, y mientras los demás niños y jóvenes de la población
asistían a la escuela, nuestro protagonista tuvo que trabajar
para los agricultores vecinos como temporero, a cambio de
comida y alojamiento.
Desde los ocho años compaginó su trabajo en el campo con
la música. De forma rápida aprendió a tocar con el grupo
musical en el que tocaba su padre en la localidad de
Heiligenkreuz. Así fue hasta que cumplió los 14 años. Anton se
pasaba la vida trabajando, esa era su vida - la música, el trabajo para
los agricultores y granjeros, o la construcción de carreteras,
trabajaba en todo lo que podía. Las casas de Zahling, donde
Anton trabajó, aún hoy día se mantienen en pie. Sus padres
estaban muy contentos con el joven Antón, su muchacho era un chico responsable
y trabajador, y era capaz de valerse por si mismo siendo tan joven.
Todo cambió a peor cuando los nazis se anexionaron Austria en la
primavera de 1938. Desde julio de ese año, los Romaníes del
Burgenland, incluido Anton Müller, fueron obligados a realizar
trabajos forzados. A Anton se lo llevaron a Königsdorf y lo emplearon como
aguador, es decir como informador. Los SS supervisaban y recopilaban toda la
información que podían relativa a la zona.
Después de la primera ola de deportaciones que afectó
a algunas familias Romaníes de Zahling, toda la familia de
Anton huyó a Estiria y se escondieron en una granja en las
montañas. Sin embargo, los hombres de la familia fueron
arrestados poco tiempo después. Como la madre
de Anton Müller no era Romaní y poseía una [prueba de
su origen "ario"] una Ariernachweis, fue
liberada de nuevo. A Antón lo llamaron al Servicio
de Trabajo del Reich, pero después de seis meses, se las ingenió
para volver a casa.
Cuando regresó del Servicio de Trabajo del
Reich, muy pronto los nazis detuvieron a toda la familia. En primer
lugar fueron trasladados a Fürstenfeld en un camión. Una
vez allí, fueron hacinados en un tren compuesto de vagones de
ganado y deportados directamente a Auschwitz en
Polonia. Eso ocurrió en la primavera de 1943. Su madre
no tenía porqué ir, ya que como vimos anteriormente había sido
clasificada racialmente como "aria", pero ella
nunca quiso abandonar a su familia. Su padre trató de hacerle
cambiar de idea, pero ella no aceptó dejarlos marchar solos. Los nazis no
paraban de decirles, primero en Fürstenfeld, y a
continuación, en el tren, que iban a enviarlos a Polonia, allí les
daría un trabajo, ganarían dinero y llevarían una
vida agradable. Esto es lo que de forma constante durante el
viaje de deportación les prometieron. Pero cuando Antón
vio cómo golpeaban a la gente con las porras de goma,
él sabía, que por supuesto, los SS les estaban mintiendo.
Cuando llegaron a Birkenau y la gente bajó del
tren, algunos los nazis los agruparon en diversos grupos, unos allí,
otros por allá; los ancianos, las mujeres en otro sitio, las
mujeres más jóvenes en otro lado.
Los más jóvenes fueron obligados a realizar trabajos
forzados, los mayores directamente enviados a las cámaras
de gas. Tres días más tarde, tatuaron en el brazo de Anton su
número de prisionero, este era el Z-6835. Tan pronto como le
asignaron su número, las cosas mejoraron, ya que el
número significaba que lo asignaban para llevar a cabo un trabajo en
el campo. Tenían los mismos números cosidos en forma
de triángulos de tela en la chaqueta del traje a rayas
de prisionero. Birkenau era una inmensidad organizada pos
secciones, una para los Romaníes, otra para los Judíos y así
sucesivamente. Los niños y las mujeres también eran
alojados en barracones separados. Pero las mujeres que
tenían hijos muy pequeños y los bebés se quedaban cuando
llegaban en el andén con los ancianos. La hermana de Anton tenía
tres hijos, entre ellos un bebé, y a todos ellos los gasearon.
Anton Müller muestra su número de prisionero
en Auschwitz tatuado en su brazo izquierdo.
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Antón Múller recuerda que aunque uno enfermara en Auschwitz – y
la fiebre llegara a alcanzar una temperatura de 40 grados - lo
más inteligente era salir a trabajar, ya que si te enviaban al
hospital, eso significaba el final.
Anton trabajó en la construcción de alcantarillas, o en
un kommando que se dedicaba a excavar a mano y colocar de tuberías. También trabajó en
el Kommando que buscaba joyas entre los recién llegados al
campo. Ellos, aunque estaban junto a los recién llegados no podían
decirles nada, si los SS descubrían que habían advertido de algo de lo que
les ocurriría en Birkenau a los que llegaban, entonces los SS los habrían
enviado también a las cámaras de gas. Anton recuerda
que 15.000 Judíos de Hungría fueron incinerados en una
sola noche, fueron enviados directamente desde el tren al crematorio.
Cuando llegaba el invierno y salían a trabajar, hubo
ocasiones en que lo hicieron con temperaturas de 30 grados bajo cero,
muchas personas se quedaban tiradas a lo largo de la jornada. Se
congelaban hasta provocarles la muerte en el acto. Otros para
combatir el frío cogían sacos de cemento, de los que se utilizaban en el
trabajo, les hacían un agujero y se los ponían debajo de la
ropa. Si los SS o los Kapos los descubrían haciendo eso les daban una
paliza de inmediato.
A Antón lo golpearon en Birkenau como a un
animal, recuerda con dolor como le golpeaban en la boca con las
culatas de sus rifles, así una y otra vez hasta 25
culatazos. En Birkenau, el campo de los hombres estaba
separado del campo de las mujeres,en este último se hallaba internada
su madre, rememora Anton con cariño como a través de una valla, ella, en
ocasiones le tiraba algún trozo de pan hacia su lado de la cerca. En
una ocasión lo descubrieron al ir a recoger el pan, se lo llevaron y
un soldado de las SS lo golpeó con su "cola de buey". Lo
obligaban a contar cada latigazo, pero sólo recuerda llegar
a cinco. Durante catorce días, apenas pudo caminar
y sólo podía dormir recostado sobre su vientre. A pesar de su
estado, tuvo irse a trabajar cada jornada si quería seguir vivo.
En 1944, Anton Müller fue trasladado, a Ravensbrück,
en este campo de concentración permaneció durante catorce días. En
Ravensbrück Antón fue agrupado con los prisioneros rusos, tuvo
que cortar leña en el bosque. [...] En Ravensbrück,
muchos hombres fueron esterilizados. Aquellos que se dejaban ser
castrados eran puestos en libertad, pero Anton no permitió que
lo esterilizaran.
Documental donde se recoge el testimonio
de Anton Müller: MRI HISTORIJA Lebensgeschichten burgenländischer Roma
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Posteriormente lo llevaron hasta el campo de concentración
de Mauthausen, donde sobrevivió para ver la
liberación. Gracias a Dios que no fue obligado a trabajar en la
temible cantera. Anton junto con otros cinco presos y debido a que poseían
la habilidad de tocar algún instrumento, los asignaron a la
banda de música del campo. Esta banda tenía que acompañar a
los prisioneros cada vez que salían para trabajar - la
cantera estaba a unos 150
metros de
distancia - y tocaban hasta que todos los prisioneros llegaban
abajo. Por la tarde recogían de nuevo a los prisioneroa a
las 7. Durante el día, Anton trabajaba en el interior del
campo: limpieza de las calles y de aseos, vaciado
de cubos de basura, de peluquero, todo aquello que se les ocurría a
los SS. En Mauthausen, Anton tuvo una mejor posición que en
Auschwitz, ya que los músicos, y todos los que trabajaban dentro del
campo tenían derecho a una cucharada de sopa como
suplemento. Así es como el destino le otorgó la oportunidad de seguir
con vida.
Cuando fue liberado, pensó que toda la tormenta ya había
pasado. Sin embargo, muchas personas murieron después de la
liberación. Eso sí, nunca olvidará la sensación de libertad que sintió de ir
a donde quisiera y manejarse libremente. Nadie le prohibía
nada. Por todas partes había latas de alimentos, las podía abrir
y comerse lo que había en su interior, muchos antiguos prisioneros
murieron de disentería.
Volvió a casa con un anciano Romaní y éste le dijo: "Si quieres
venirte a mi casa haz lo que digo. ¡No
comas nada de grasa! Vamos a comer pan seco,
y poco más, y así conseguirás mantenerte sano." Antón
por ese tiempo tan sólo pesaba 35 kilos.
Después de producirse la liberación del campo por el
ejército americano y tras una estancia de un mes en un hospital
militar, en el otoño de 1945, Anton Müller volvió
a Zahling. Anton encontró allí a estacionados a soldados
rusos – incluyendo entre ellos a algunos Romaníes – estos
se portaron muy bien con él y con toda la población Romaní. Anton fue
capaz de volver a construir una nueva vida. Para evitar que sus
hijos padecieran desventaja con respecto a los demás, cambió su apellido
de nacimiento por el de Múller.
Fue tanto el dolor padecido en el Porrajmos que Anton no
habló de sus experiencias en los campos de concentración durante
muchos años. Así lo cuenta Anton:
“Después de la guerra, la gente de la zona me
preguntaba. Tenían curiosidad, pero no dije ni una palabra. De todos
modos no me habrían creído.”
El padre de Anton Müller, una hermana y sus
hijos, un hermano, su esposa y sus hijos no lograron
sobrevivir al Porrajmos.
Fuentes:
- Lives Remembered. Life Stories of
Victims of National Socialism. Renate S. Meissner on behalf of the National Fond der
Republik Österrecih (Ed.): Viena, 2010, pp. 238-243.
- Extracto de la historia de vida de Anton Müller tomado de una
entrevista (realizada en Romaní) a partir de la documentación de testigos de la
época "Mri Historjia. Historias de la
Vida de los Romá del
Burgenland" por la asociación "Roma Service".
- Memorial
Book: The Gypsies at Auschwitz-Birkenau. State Museum of Auschwitz-
Birkenau . K.G. Saur, New York. 1993. Volumen II. Páginas 1130-1131.