Vista
de Auschwitz-Birkenau con el Campo
para
Familias Gitanas en la parte derecha
© Ludwig Eiber
|
Madrugada del 2 al 3 de agosto de
2011. Silencio nocturno, noche plena de silencios, dirijo mi mirada al cielo,
un cielo donde brillan solitarias las estrellas. En mi pensamiento una oración.
Mi recuerdo, mi corazón y mi memoria en esta noche llena de soledades y
silencios me llevan a recordar a aquellos 2897 Romaníes que los nazis nos
quitaron en una maldita noche de hace sesenta y siete años.
Lejos, muy lejos queda ya en el
tiempo la noche de aquel miércoles 2 al jueves 3 de agosto de 1944. En
Auschwitz-Birkenau, concretamente en la sección B-IIe (Campo de familias
Gitanas) quedan pocos prisioneros, unos 3000, la mayoría mujeres, niños,
ancianos y enfermos, el resto; la mayoría han fallecido, han sucumbido a las
duras condiciones que impone la vida en Birkenau, los menos han sido
trasladados durante los últimos meses a otros campos del Reich (Ravensbrück,
Buchenwald…)
Esa fatídica noche ha quedado grabada
para siempre en la memoria del dolor del pueblo Gitano. Esa noche ha pasado a
la historia con el nombre de Zigeunernacht “La noche de los Gitanos” Esa
fatídica noche fue la escogida por las autoridades del campo de concentración y
exterminio de Auschwitz-Birkenau para liquidar el Campo Gitano…
Los crematorios de Auschwitz-Birkenau
estaban situados a no mucha distancia del Campo de Familias Gitanas, los
Romaníes que allí se encontraban estaban seguramente al tanto de lo que allí
ocurría ya que veían llegar un día tras otro los trenes atestados de deportados
Judíos. Durante los gaseamientos se imponía en el Campo de Familias Gitanas el
cierre de los barracones, tal como cuenta la sobreviviente Romaní Hermine
Horvath:
“Teníamos con mucha frecuencia cierre
de los bloques. Nadie podía salir o siquiera mirar al exterior. Era la señal
más segura de que nuevamente miles de personas eran llevadas a la muerte. Las
vías que pasaban por delante del bloque que ocupábamos conducían directamente
al crematorio. El hedor de la carne humana pesaba durante mucho tiempo en el
aire”
Hermine Horvath
Aquella jornada del 2 al 3 de agosto
los hechos sucedieron así…
Durante el día 2 de agosto de 1944 se
había llevado, incluso en ese último día, un proceso de selección. Un gran
grupo de Romaníes fue seleccionado para ser enviado a otro campo de
concentración, aquellos que aún podían aportar sus escasas fuerzas esclavas a
la economía del Reich. En el muelle de carga de Birkenau se colocaron los
vagones de mercancías y se llevaron a los Gitanos que estaban en Auschwitz I.
Entre estos se hallaba el Romaní Franz Wirbel, que había sido seleccionado como
apto para trabajar. Cuenta que la gente de las SS le dijo que querían poner a
salvo a los 2.897 que todavía quedaban en el Zigeunerlager
“Ahora podéis ver a vuestros parientes. Los vamos a llevar a Hindenburg
(Zabrze) y allí construirán un nuevo campo para vosotros con mejores barracones
e instalaciones de saneamiento”
Los que se marchaban en aquel último
transporte se despidieron de los suyos desde el otro lado de la alambrada de
púas. ¡Dolor! ¡Tristeza! ¡Profundo dolor!
Esa tarde, el Dr. Mengele se dedicó a
revisar el barracón de los niños y envió a doce parejas de gemelos Romaníes al
campo principal, para proseguir en ellos con sus macabras investigaciones,
había marcado ZS en su pecho para que no fueran enviados a las cámaras de gas.
Cuando el tren partió, a las 19.00
horas, se decretó el toque de queda en el Campo de Familias Gitanas
Alrededor de las ocho de la tarde so
oyeron ruidos de motores acercándose a la sección B-IIe, se trataba de
camiones. Los alemanes se hallaban precavidos después de que el anterior
intento de liquidación del Campo Gitano fracasara en mayo de ese año, debido a
la revuelta de los prisioneros Romaníes. Se ordenó a los Gitanos que
salieran de sus barracones y formaran en filas. Los habitantes del Campo
de familias Gitanas sabían que aquellos camiones venían a por ellos, pero los
alemanes intentaron disipar las sospechas. A cada Romaní se le entregó una
ración de pan y otra de embutido, los Romaníes, la mayoría eran ancianos,
mujeres y niños, pensaban que aquellos camiones habían venido porque los
iban a trasladar a otro campo de concentración, como llevaba ocurriendo con
muchos familiares y amigos durante los últimos tiempos. En un intento de
confundir todavía más a los prisioneros, los camiones, con los primeros
prisioneros cargados en ellos, tomaron una dirección diferente de la que
llevaba a los crematorios, la noche se adueñaba del campo, los camiones se
alejaban, de pronto, los camiones cambiaron la dirección que hasta
ese momento parecían llevar y se encaminaron directamente hacia las cámaras de
gas y los crematorios.
“Yo no lo vi -escribe Rudolf Höss,
comandante de Auschwitz, en sus memorias- pero Schwarzhuber me comentó que
ninguna de las acciones de liquidación que se habían llevado a cabo en Birkenau
con Judíos fue tan difícil como resultó la liquidación de los Gitanos.”
En un principio, tal vez los Romaníes
no eran conscientes de lo que iba a suceder, pero cuando vieron al primero de
los seis camiones, totalmente cargado con los prisioneros Gitanos,
virar en la dirección de los crematorios, comenzaron a gritar y a llorar.
Trataron desesperadamente de defenderse, pero su lucha resultó un esfuerzo
fútil, vano, los Romaníes lanzaban objetos; intentaban desarmar a los SS,
gritaban e intentaban escapar. Se sucedieron escenas terribles. Había mujeres y
niños arrodillados delante de Mengele y Boger, gritando: “¡Tened piedad, tened
piedad de nosotros!” No sirvió de nada. Los SS los golpeaban brutalmente, los
pisoteaban, los empujaban hacia los camiones. Algunas personas murieron como
consecuencia de los golpes y sus cuerpos, se arrojaron también a los camiones.
“Eran sobre las diez y media de la
noche. Los hombres de las SS se detuvieron delante de nuestro barracón… Pero no
era al nuestro al que buscaban, se dirigieron hacia el orfanato, en el barracón
de enfrente. Oímos las órdenes breves de los SS, los gritos de los niños. Yo
reconocía las voces de los niños. Los mayores se defendían de forma audible,
llantos pidiendo ayuda, gritándoles; ¡traidores! ¡bastardos! ¡asesinos!
Solamente una hora y media después,
los camiones regresaron a nuestro barracón… Echaron las puertas
abajo, los SS entraron acompañados por cuatro prisioneros, la liquidación
comenzó. La gente era sacada arrastras de sus camas, arrastradas como fardos de
ropa y sacadas fuera.”
Lucie Adelberger
Lucie Adelsberger fue una prisionera Judía que fue
seleccionada como una más de los tres médicos de su transporte para trabajar en
la sala enfermería del campo de los Gitanos en Birkenau.
Los prisoneros Romaníes se resistieron en el límite de sus
posibilidades, al día siguiente la visión de los cacharros rotos y la ropa
desgarrada esparcidas por el vacío campo Gitano dan fe de la resistencia que
opusieron los Romaníes al destino que los nazis habían previsto para ellos.
Aún más revelador es el relato que aporta como testigo una
sobreviviente, Noemi Ban, Judía húngara, que tenía en ese tiempo veinte años y
se encontraba prisionera en una sección del campo cercano al Campo de Familias
Gitanas en esa fatídica noche del 2 al 3 de agosto de 1944, recuerda los
desgarradores gritos de las víctimas: "¡Traidores!"
"¡Asesinos!" gritaban. Noemi oyó los gritos y lamentos de los
aproximadamente 3000 Gitanos (2.897 hombres, mujeres y niños) cuando eran
enviados a su muerte. Así lo cuenta:
“Nosotros, unos cien de nosotros, nos
hallábamos en una habitación sin techo, nada, solo el suelo desnudo… Todos de
repente oímos los motores de los camiones que estaban llegando, pero nos
percatamos por el ruido que no se dirigían a nuestro campo, sino a
algún lugar muy cercano de donde nos encontrábamos. Cuando los camiones llegaron,
se apagaron los motores y escuchamos vociferar órdenes en alemán, los ladridos
de los omnipresentes perros pastores alemanes, y los gritos…”
La voz de Noemi se reduce a un
susurro:
“Nunca podré olvidar los gritos, los
habrán montado en los camiones, oigo como se marchan los camiones y luego nada,
-la quietud de la noche. Esto se repitió cerca de diez veces, llegada de los
camiones, gritos con órdenes, ladridos de perros y gritos, terribles gritos
-Nunca había oído gritos así- Ellos debían saber donde los llevaban.”
Al oír los escalofriantes gritos, Noemí y los demás
prisioneros se estremecieron de miedo. Solo al día siguiente supieron lo que
había ocurrido, cuando un preso guardián, les comentó “¡Oh, anoche nos ocupamos de los Gitanos” Luego se enteraron
de que todo el campo Gitano había sido liquidado, todos asesinados.
“En una noche, todos ellos, todos
ellos asesinados. Yo lo oí, yo oí aquello. Ese es mi vivo recuerdo…”
Noemi dejó de hablar durante un rato,
como si ya hubiese finalizado, pero entonces, comenzó a hablar de nuevo:
“Como hablar acerca de lo que
escuché, sus gritos, el olor que inundaba el campo - nunca lo olvidaré-,
siempre la nube sobre nosotros, la ceniza, y ese olor terrible a quemado.
Aquellos gritos terribles.”
Finaliza aquí el relato de Noemi.
Nuestros 2897 Romaníes han llegado al exterior de los
crematorios, bajan de los camiones…
Filip Müller es uno de los escasos supervivientes de los
Sonderkommando (brigadas especiales compuestas por prisioneros, que en Birkenau
tenían que introducir a las personas en las cámaras de gas, sacar los cadáveres
y trasladarlos hasta los hornos crematorios) Filip estaba presente cuando los
2897 hombres, mujeres y niños Romaníes fueron asesinados en las cámaras de gas
la noche del 2 al 3 de agosto de 1944:
“Hacia la medianoche, la nave donde
tenían que desnudarse estaba atestada. La inquietud crecía de minuto en minuto.
Era como si estuviera uno en un inmenso panal. De todas partes salían gritos de
desesperación, protestas y acusaciones llenas de reproches. Se alzaban a coro
frases como ¡Somos alemanes del Reich! ¡No hemos cometido ningún delito! En
otros sitios gritaban ¡Queremos vivir! ¿Por qué queréis matarnos? (…) Pero en
este lugar siniestro no había sitio para sentimentalismos. La acción de
aniquilamiento siguió su curso acostumbrado. Moll (Otto Moll jefe de escuadra
de las SS, responsable de la acción de exterminio de los Gitanos y Judíos
húngaros en 1944) y sus subordinados amartillaron sus pistolas y fusiles y
ordenaron a la gente que entre tanto ya se había quitado la ropa, de manera
enérgica e inequívoca, que abandonaran la sala de desvestirse y se dirigieran a
las tres cámaras en las que debían ser gaseados. Al entrar en el último
pasillo, muchos lloraban de desesperación, otros se santiguaban e imploraban a
Dios; había también los que no querían conformarse con su destino insoslayable
y se volvían gesticulando con viveza, hacia la gente de la SS y repetían una y
otra vez: ¡Somos alemanes! Del Reich! ¡No podéis hacer esto con nosotros!
Incluso de las cámaras de gas salían todavía durante un rato gritos y clamores,
hasta que el gas mortal hacía su efecto y ahogaba las últimas voces”
Filip Müller: Sonderbehandlung. Drei Jahre in den Krematorien
und Gaskammer von Auschwitz. Munich 1979.
Ramo flores depositado en memoria de las víctimas
del Campo para Familias Gitanas en Auschwitz-Birkenau.
© Anna Kari
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No nos quedemos solamente en la
frialdad de una cifra: 2897 personas, detrás de cada número hay una vida por
hacer, por construir, miles de sueños que quedaron rotos en aquella fatídica
noche de agosto de 1944:
“Mi hermana Josefine Steinbach tenía nueve hijos, solo uno de ellos murió
en el campo. Hoy en día todavía no puedo creer como los demás chicos pudieron
sobrevivir todo ese tiempo hasta que los gasearon en agosto de 1944. Mi hermana
podría haber sobrevivido. Pero cuando ella sospechó que la iban a trasladar
conmigo al campo de Ravensbrück, antes de la destrucción del Campo Gitano de
Auschwitz-Birkenau, ella rehusó marcharse porque quería estar junto a sus
hijos. Les dijo a los SS que no se marcharía sin sus hijos. Después de que el
último transporte dejó Auschwitz ella y sus hijos fueron gaseados juntos. . .
Maria Peter
“Cuando yo vi a mis hermanos más pequeños y mi hermana por última vez. Mi
hermana pequeña me dijo: “Adiós hermana: Tú te vas y a nosotros nos quemarán.”
Esas fueron las ultimas palabras que yo le oí decir, nunca las
olvidaré”
Amalie Schaich
Anan Schneck y dos de sus hijos se
encuentran entre las víctimas de la Zigeunernacht.
Anan Schneck y sus hijos.
© Dokumentations- und Kulturzentrum
Deutscher Sinti und Roma |
Josef Friedrich, su esposa Pauline y
sus tres hijos, incluido Eduard (en la foto) murieron gaseados en la noche del
2 al 3 de agosto de 1944.
Josef Friedrich y su hijo Eduard
© Dokumentations- und Kulturzentrum
Deutscher Sinti und Roma |
Johann Rigo murió en las cámaras de
gas de Birkenau esa maldita noche con su esposa y sus tres hijos.
Johann Rigo
© Dokumentations- und Kulturzentrum Deutscher Sinti und Roma |
En esta noche solitaria y triste del
2 al 3 de agosto de 2011 en el silencio nocturno, mi recuerdo, mi corazón y mi
memoria son para aquellos 2897 Romaníes que los nazis nos quitaron en la
terrible Noche de los Gitanos.
Fuentes:
- The
national socialist genocide of the Sinti and Roma: Catalogue of the permanent
exhibition in the State Museum of Auschwitz Romani Rose (ed.),
Dokumentations- und Kulturzentrum Deutscher Sinti und Roma, Heidelberg.2003. Páginas 290-297
- Memorial
Book: The Gypsies at Auschwitz-Birkenau. State Museum of
Auschwitz- Birkenau. New York: K.G. Saur, 1993. Volumen II. Páginas
1510-1511. Volumen II. Páginas 1517-1518.
-Shared sorrows: a gypsy family
remembers the Holocaust. Toby F. Sonneman. Univ of Hertfordshire Press, 2002 -
283 páginas. Páginas 74-77.
- Auschwitz: A Doctor's Story.
Lucie Adelsberger, Deborah E. Lipstadt, Susan H. Ray. Northeastern University
Press, 2006 - 176 páginas.
- Gitanos bajo la Cruz Gamada. Donald
Kenrick y Grattan Puxon. Editorial Presencia Gitana. 1997. 184 páginas.
Páginas 151-152
- Eyewitness
Auschwitz: three years in the gas chambers. Filip Müller, Helmut Freitag, Susanne Flatauer. Ivan R. Dee, 1999 - 180
páginas. Páginas 149-152.
- The
Nazi persecution of the gypsies. Guenter Lewy. Oxford University
Press, 2000 - 306 páginas. Páginas 162-166
- De la "ciencia de las
razas" a los campos de exterminio. Karola Fings, Herbert Heuss,
Franck Sparing. Editorial Presencia Gitana. 1999. 137 páginas. Páginas 109-110
- Auschwitz: a doctor's eyewitness
account. Miklós Nyiszli. Panther Book, 1960 - 158 páginas. Páginas
99-100.