Sidonie Adlersburg
© DÖW
|
Hoy día 8 de abril se conmemora el
Día Internacional del Pueblo Gitano, se trata de una fecha especial, es por
ello por lo que me gustaría trazar la biografía de una niña Romaní, uno de
los símbolos del Porrajmos, su nombre Sidonie Adlersburg.
Eric Hackl es un escritor austriaco,
nacido en Steyr en 1954 que investigó, realizando entrevistas a personas de la
época y revisionando documentos históricos, para contarnos la vida de Sidonie
en su libro publicado en 1989 “Abschieb von Sidonie” en español “Adiós a
Sidonie”
Portada del libro “Adios a Sidonie”
© Casa del Libro
|
He aquí la historia de Sidonie:
El 18 de agosto de 1933, en una noche
de tormenta de verano, el portero del hospital de la ciudad austriaca de Steyr
encontró en la puerta un hatillo y dentro de él una recién nacida que dormía.
Junto a la criatura envuelta en harapos, había una nota escrita con letra torpe
que rezaba así:
“Me llamo Sidonie Adlersburg y nací en la carretera de Altheim. Busco
padres”
El portero inmediatamente llamó a la
enfermera de guardia, ésta al ver a la niña no dudó un instante en afirmar que
habían sido Gitanos los que habían abandonado a la niña.
A
los 9 días, una tal Adlersburg, de nombre Anna, y que decía ser la madre de la
criatura, llamó al hospital solicitando información sobre la pequeña Sidonie.
La mujer, después de que el administrador del hospital le recriminara el
abandono de la pequeña, le expuso que vivían en la indigencia más absoluta y
que no le había quedado otro remedio que actuar de la forma en que procedió. La
madre prometió que volvería a por Sidonie a mediados de septiembre. El 25 de
septiembre de 1933, Anna llamó de nuevo al hospital, exponiendo esta vez que no
podía ocuparse de la pequeña porque se encontraba enferma. Anna vivía de la
venta ambulante y el padre de Sidonie, Robert Lang (o Robert Plach, dificultad
del recptor en la comprensión auditiva) era tratante de caballos.
Sidonie estaba enferma, padecía
raquitismo, tenía las piernas arqueadas y las articulaciones hinchadas en ambas
extremidades.
La madre de Sidonie desde la última
llamada no volvió a dar señales de vida. La pequeña mejoró y ya no requería
tratamiento hospitalario, por ello fue entregada a la Oficina del Menor. Tras
no dar con el paradero de los padres, la Oficina Municipal del Menor resolvió
iniciar los trámites para entregar a la niña en régimen de acogida.
El 6 de octubre de 1933, Sidonie fue
entregada en adopción a Amalia Derflinger, esposa de un maestro cerrajero de
Steyr y con domicilio en la Schillerstrasse, 51. Dos días después, Sidonie
ingresaba de nuevo en el hospital, el marido de Amalia las había echado a ambas
de casa, no podía soportar tener una bastarda de piel morena. Amenazó a su
esposa que si no devolvía a la niña de manera inmediata se divorciaría. Amalia
pasó dos noches con la pequeña Sidonie en casa de sus padres, después éstos la
convencieron para que entregara a la niña en el hospital.
Poco tiempo después la oficina del
menor entregó de nuevo a Sidonie en régimen de adopción, esta vez fue entregada
a los Breirather; Hans y Josefa.
Sidonie seguía enferma, le supuraban
los ojos, los oídos y la nariz. Cada mañana la buena de Josefa la cambiaba con
todo su amor la funda de su almohada. A Sidonie le aparecieron también unos
bultos en ambos pies, se trataba de juanetes que no paraban de crecer. Josefa
llevó a la pequeña al médico municipal. Cuando Josefa entró en la sala de
consulta con Sidonie en brazos, el médico apenas le dirigió una mirada. Qué
quiere que le recete y quien lo va a pagar, le espetó el doctor. Mi marido,
dijo Josefa, nunca hemos dejado nada a deberle. El médico Schönauer hizo un
gesto denegatorio con la mano, y le preguntó de mal modo por qué venía a su
consulta con esa morena, si ni siquiera es del pueblo. Josefa respondió, -
con que esas tenemos, gracias doctor está bien. Dio media vuelta y salió.
La madre la llevó a una curandera y
tras aplicarle una solución a base de tomillo, hojas de nogal y sal gema los
juanetes desaparecieron.
El matrimonio trataba a la niña como
si se tratara de su propia hija.
En 1934 los obreros de Steyr se
habían levantado en armas debido a la falta de trabajo, Hans era de ideología
comunista y había participado en las manifestaciones.
Un día unos saqueadores asaltaron la
vivienda de los Breirather, Josefa estaba de pie junto al fogón cuando el
gendarme entró en tromba en la casa, pistola en mano y la empujó contra un
rincón. Indicó a los que le acompañaban que buscaran a Hans. Lo detuvieron y se
lo llevaron a la prisión policial de Steyr, fue condenado a 18 meses de prisión.
Hans Breirather
© Widerstand im Bezirk
|
Josefa se dejaba el alma cuidando a
Sidonie y a su otro hijo, Manfred. La pobre mujer vivía prácticamente de la
caridad.
En marzo de 1935, a Hans
Breirather lo pusieron en libertad y al volver se encontró con una familia aún
más numerosa. Josefa había acogido a otra niña, a petición de la madre de ésta,
una criada de campesinos que había conseguido trabajo en Holanda como
sirvienta. Hilde, que así se llamaba la niña, era cuatro meses mayor que
nuestra Sidonie.
Hilde, Manfred y Sidonie en Letten.
© DÖW
|
Sidonie, con sus piernecitas
tambaleantes salió disparada al encuentro de Hans, cuando éste franqueó el
portón de la cárcel. Hans la cogió en brazos y la pequeña Sidonie le desordenó
el pelo con sus manitas cobrizas.
Hans no encontró trabajo durante aquel
verano pero poco después comenzó a trabajar en los talleres de Steyr. El
angosto piso donde vivían los Breirather se había quedado pequeño, las niñas
dormían en la cocina y Manfred en el dormitorio con los padres. Para los niños
del vecindario, Sidonie era tratada como una más, aunque destacara por su tez
oscura y el brillo azabache de su cabello. Sólo cuando se enfadaban en el albor
de algún juego o cuando no querían que jugara con ellos, los demás niños lo
tenían muy fácil para ofenderla:¡Gitana! ¡Hija de Gitanos! ¡No ere nada más que
una Gitana!
Frecuentemente llegaban Romaníes a
Steyr. Hans y Josefa temían que éstas se llevaran a su pequeña Sidonie. Recelos
infundados propios de la sociedad de la época.
Por otro lado la sección de tutelas
de Oficio del Ayuntamiento de Steyr seguía buscando a los padres biológicos de
la pequeña. En la primavera de 1935 Anna Adlersburg fue detenida en el pueblo
de Krittelfeld. La inculpada negó ser madre de Sidonie y que nunca había
afirmado serlo, mencionó a su hermanastra Christie Berger, que ya otras veces
había utilizado su apellido Adlersburg para infringir la ley. Hans y Josefa no
tuvieron conocimiento de ninguna de estas gestiones. La asistente social había
tranquilizado a la madre de acogida de Sidonie diciéndoles que no se
preocuparan. A Sidonie no le cabía ninguna duda de que era hija legítima de sus
padres adoptivos. Hans y Josefa habían intentado explicarle con total
delicadeza que, al igual que a Hilde la habían acogido cuando era una lactante.
1938, era sábado cuando la VII
División del ejército alemán pasó por las calles de Steyr.
Hans entró en contacto con la
resistencia. Un día Josefa tuvo un altercado con la Gestapo. Un vecino oyó como
Josefa difamaba sobre el nuevo Estado. Dos días después, Josefa tuvo que
comparecer en la gendarmería y allí hubo de responder a las preguntas de la
Gestapo. Pero al final la dejaron marchar.
En Steyr hacía años que no se veía
llegar a los Romaníes que tiempo atrás llegaban en sus caravanas. Los lugareños
tomaban su ausencia por ley natural o por señal del impetuoso avance de la
civilización.
Sidonie empezó a asistir a la escuela
en 1939, le encantaba ir al colegio, por la mañana era la primera en estar
lista y esperaba con impaciencia a Hilde para no llegar tarde a la escuela. Se
anticipaba con emoción e ilusión a todos los deseos de su maestra, la señora
Schönauer, esposa del médico del pueblo, regaba los geranios de la ventana,
suplicaba y suplicaba borrar la pizarra…Con frecuencia realizaba pequeños
recados para su maestra, en invierno le subía la leña y el carbón a su vivienda,
Sentía gran cariño y admiración hacia su preceptora.
Sidonie Adlersburg
© Documentation Archives of the
Austrian Resistance Vienna |
A Sidonie le encantaba pintar
princesas, vacas y hombres junto a sus compañeros y compañeras de clase,
siempre era la primera en levantar la mano cuando la seño preguntaba algo en
clase… Pero a Sidonie, a menudo, si la maestra le daba permiso para
responder, o bien se le había olvidado la respuesta o bien respondía lo primero
que se le venía a la cabeza. Su mentora la reprendía con frecuencia, y le decía
que sólo debían levantar la mano cuando conociera a ciencia cierta qué
responder. Sidonie asentía y le prometía que no volvería a ocurrir… Pero en la
clase siguiente olvidaba su promesa y volvía a levantar la mano. La escuela a
Sidonie no le iba del todo bien, invertía el orden de las letras o las ponía
patas arriba, se saltaba de renglón cuando leía y escribía, se saltaba palabras
y frases enteras en los copiados. Cuando escribía su nombre la S se encaramaba
muy por encima del renglón, a la i le faltaba el punto y la d iba pegada con la
o.
El último día de clase de aquel
curso, Sidonie llegó corriendo a casa muy contenta:
- ¡Voy a repetir curso!- exclamó
orgullosa.
- ¡Mira mamá cuantos cuatros!- agitaba
el boletín de notas.
- ¡Pero Sidi! Respondió
Josefa aguantando la risa.
Cuando Sidonie cursaba 2º curso la
maestra la puso a leer un fragmento de un libro de lectura,
“El
cumpleaños más hermoso”. La historia giraba en torno a una niña que era
invitada por el Führer a merendar en su residencia de Obersalzberg. En la clase
siguiente, la maestra les pidió que mediante una redacción escribieran lo que
le contarían a Hitler sobre sus vidas si éste las invitaba a su casa como le
ocurría en la lectura a Berta.
Sidonie
leyó en voz alta su redacción:
“Me llamo Sidonie Adlersburg, pero todos me dicen Sidi porque es
más fácil. Mis padres se llaman Hans y Josefa y mi hermano Manfred, pero yo le
digo Fredi y mi hermana Hilde y va a 3º. Me quieren mucho, sólo que mi madre
siempre está atenta a que no cojamos el azúcar de la alacena y mi padre está
exento del servicio militar porque si no lo estuviera tendría que ir a la
guerra y nunca se sabe si los que van vuelven”
Cuando Sidonie terminó de leer un
niño levantó la mano y dijo en voz alta:
- Lo que ha dicho Sidonie no es cierto, porque ellos no son sus
padres de verdad.
- ¡Si lo son!- exclamó Sidonie- ¡Son mis padres! Y
dirigió una mirada suplicante a la maestra sin saber que más decir.
- Sidi es una recogida- dijo una niña.
- ¡Mentira!- respondió Sidi.
Y de nuevo el chico –De
mentira nada ¡ es una gitana, eso lo ve un ciego!
Terminadas las clases, cuando las
risas y los gritos de los niños ya amainaban en el patio, Sidonie permaneció en
el aula y allí, en el lavabo se refregaba los brazos y la cara con la esponja.
La maestra entró a buscar el diario de clase:
- ¿Qué haces aquí todavía?- preguntó y si esperar la
respuesta ¡Vete a casa tengo, que cerrar!
Sidonie cada vez lo pasaba peor,
algunos vecinos, según notaba Josefa, se sentían molestos por la presencia de
Sidonie:
- ¡Esa golfa morena tiene que irse de aquí- oyó en cierta ocasión
murmurar Josefa!
Además el talante servicial y gentil
de la pequeña acrecentaban el odio que le tenían.
- ¡De raza inferior y amable, lo que faltaba! Oyó Josefa, en
una ocasión afirmar a una de sus vecinas.
Luego también estaban los niños que
llegaban a Steyr desde Berlín, enviados a la vida campestre a causa de los
bombardeos que sufría la capital del Reich. Knobarth y Lux habían acogido a
cuatro, estos escupían, con frecuencia, a nuestra Sidonie cuando
bajaba al patio. Por eso Josefa prefería llevarse a los niños a jugar al prado
que lindaba con el bosque, para que sus niños corretearan entre los árboles.
Sidonie Adlersburg en el prado junto
con su muñeca preferida.
© Dokumentations und Kulturzentrum
Deutscher Sinti und Roma |
El domingo de Pentecostés de 1942,
a primeras horas de la mañana, la señora Hinteregger, una buena señora de
Steyr, montó a Sidonie en su coche de caballos blanco y la llevó hasta la
estación de ferrocarril, tomaron un tren rumbo a Linz, fue un viaje maravilloso,
a la vuelta, Sidonie, contaba a Hilde todo lo que había visto durante el viaje,
los labradores en el campo, los dos gendarmes, las sesenta y cuatro vacas, las
liebres entre la remolacha, los corzos en la linde del bosque y los cinco
gatos. Pero sobre todo, Linz, es todavía más grande que Steyr, decía Sidonie,
las calles empedradas y las casas son tan altas que tapan el sol y la catedral
tiene una torre que llega hasta el cielo y es tan inmensa por dentro que uno se
pierde. La señora Hinteregger le regaló una muñeca con un vestido blanco,
brazos y piernas articulables, una boquita roja, ojos azules que se quedaban
cerrados cuando Sidonie la acostaba.
Comieron bocadillos y por la tarde
subieron al Pöstlingberg, la montaña de Linz. Allí en el trenecito de la gruta,
dieron dos vueltas a la galería abierta en la roca. Fue un día fantástico,
inolvidable.
Poestlingberg
© Linz Tourist
|
Un día lluvioso del otoño de 1942
Josefa Breirather recibió la inesperada visita de un gendarme de Sierning. El
hombre sólo quería saber si el matrimonio había recibido una carta oficial
procedente de Steyr o de Linz. Después de que Josefa contestara que no a la
pregunta, el hombre guardó silencio, visiblemente sorprendido por la respuesta,
de modo que Josefa preguntó, a su vez, si tal carta tendría haber
llegado, qué oficina la enviaba y cuál era el motivo de su envío. El gendarme
no contestó a ninguna de las cuestiones, simplemente le dijo que ya la avisaría
a su momento, que se quedara tranquila y que no perdiera la cabeza, y por
supuesto que hiciera nada que pudiese causarles perjuicio. Diciendo esto se
fue. Aquella noche Hans fue a ver al gendarme, pero tampoco le quiso revelar
ningún detalle.
Durante los días siguientes Josefa
aguardó con impaciencia y cierto desasosiego la llegada de la misiva.
Transcurrieron semanas desde la visita del gendarme, pasó la navidad, sin que
se aclarase la extraña advertencia del gendarme. Poco a poco fueron olvidándose
del asunto, cuando de repente un día, concretamente el 9 de marzo de 1943, el
cartero le entregó a Josefa un sobre, que ésta abrió con manos temblorosas.
Josefa leía y releía la carta, en la correspondencia, la Jefa de la Oficina del
menor de la comarca de Steyr, la señora Käthe Korn, comunicaba a Hans y Josefa
Breirather que las investigaciones sobre el paradero de la madre de la menor
Sidonie Adlersburg, cuyo apellido correcto era Berger, finalmente habían dado
su fruto. Que su sección había recibido instrucciones de devolver a la niña, de
manera inmediata, a su madre biológica, por lo que los padres de acogida eran
instados a comparecer en la oficina remitente sin demora y a lo más tardar
hasta el día 13 del mes en curso. La noticia cayó como si de un rayo se tratase
sobre la pobre Josefa.
Cuando Sidonie y Hilde regresaron de
la escuela, encontraron a Josefa sentada a la mesa, pelando patatas, con la
cara bañada en lágrimas. Las niñas se quedaron paradas ante ella, sin saber qué
hacer, ni qué decir después se acercaron y las pequeñas manos de Sidonie
intentaron en vano secar las lágrimas que resbalaban por la cara de su madre.
- ¿Qué
pasa mamá? ¿Ha ocurrido algo?- Preguntaban con insistencia las niñas.
- No
llores- balbuceó Hilde.
Las tres sollozaban a una. Josefa se
pasó el delantal por sus mejillas y dijo con su voz ronca, como si nada hubiera
ocurrido.
- Lavaos las manos, enseguida estará preparada la comida.
Pero después de fregar y mientras
Sidonie jugaba con Hilde en el dormitorio, Josefa se enfundó su abrigo, gritó
desde el quicio de la puerta que no tardaría en volver y en medio del barrizal
de nieve, se dirigió a Sierninghofen, a la casa de la señora Grimm, la
asistente social del municipio de Sierning y que se encargaba de realizar las
visitas de inspección, dos veces al año, a la familia Breirather.
Nada más que la señora Grimm abrió la
puerta de su casa, Josefa le espetó:
- La carta. La Sidi ¿por qué no me lo dijo antes si usted lo sabía?
- Yo no sabía nada- dijo la señora Grimm esquivando su mirada. Todo ha
ocurrido muy rápido.
- ¡Ayúdenos!-
suplicó Josefa – ¡Se lo ruego!
La respuesta de la señora Grimm fue limitarse a permanecer en
silencio.
- Tranquilícese- le instó Grimm y levántese.
Josefa se había arrodillado ante ella con las manos
entrelazadas, en actitud suplicante.
- No puedo hacer nada, es con mi jefa, Korn, con la que tiene que
hablar. Venga, levántese ya.
Dio un paso al frente para ayudar a
Josefa a ponerse en pie. Ésta se resistió y zafándose de las manos de Grimm se
quedó sentada en el mojado suelo.
La asistente social se enfadó – ¡Sidonie
irá con su madre! Es con ella con quien debe estar. Váyase a casa y hable con
su marido.- A continuación cerró la puerta tras de si.
Hans por su parte se adentró en el
bosque e intentó que un amigo suyo escondiera a la niña en su casa.
- Sólo unas semanas, un par de meses- suplicó Hans.
El hombre lo miró con franqueza y le
pidió que entrara en razón, que lo que pedía equivalía a un suicidio.
- Si no entregas a la niña te pones la soga al cuello. Y no sólo a ti
sino también a tu mujer y a tu hijo.
Hans lo miró fijamente y en silencio
abandonó la casa a toda prisa y sin decir ni tan siquiera adiós.
Después fue a ver a Korn, Jefa de la
Oficina del Menor, ésta justificaba su decisión invocando órdenes inapelables
de sus superiores. Sidonie debía ser entregada a sus padres biológicos.
Hans solicitó que ampliaran el plazo
de entrega hasta el final del curso escolar. Korn negó con la cabeza. Hans le
propuso incluso renunciar al subsidio que recibían por la custodia de Sidonie y
el compromiso de devolver al municipio todo el dinero que habían recibido por
cuidar de Sidonie.
La respuesta taxativa de Korn. –No hay nada que hacer órdenes son órdenes.
Hans intentó el último recurso que le
quedaba. Más dirigiéndose a sí mismo que a la mujer pronunciando en su
desesperación algo que resultaba escalofriante:
- Y si la manda esterilizar- interpeló Hans
La mujer levantó la cabeza bruscamente:
- ¿Qué ha dicho! ¡Repítalo!
Se hizo el silencio. Luego la voz
cortante de de Korn. – Ya puede darse por satisfecho de que no denuncia lo
que acaba de decir.
Los Breirather recibieron otra carta
pocos días después. En ella se solicitaba disponer lo necesario para que
Sidonie Berger, llamada de forma errónea Adlersburg, fuera entregada a su madre
biológica lo antes posible y a lo más tardar el 30 de marzo de 1943.
Y llegó el terrible día. Manfred le
regaló una foto en el dorso, unas letras con caracteres de imprenta decían: “Propiedad
de Sidonie Adlersburg. A modo de recuerdo para que encuentre el camino de
vuelta. Fotografía tomada por mi hermano Manfred Breirather en el mes de marzo
de 1943”
Josefa mientras tanto preparaba la
mochila de la niña en la cocina. Sidonie estaba muy nerviosa, a ratos contenta,
a ratos muy triste.
Por la noche la alegría de Sidonie se
había esfumado. Tumbada junto a Hilde, miró en silencio y con los ojos muy
abiertos a Josefa, cuando ésta, al filo de la medianoche, entró a echar un
vistazo.
- Sidi tienes que dormirte- dijo Josefa casi susurrando.
La niña callaba.
- Mañana montarás en tren.
- ¿Hasta
Linz?- Preguntó Sidonie con un hilo de voz
- Más
lejos, mucho más lejos.
Josefa la arropó con el edredón hasta la barbilla. Pero
Sidonie volvió a destaparse y cogió su muñeca
- Tiene miedo, dijo ¿Puede dormir conmigo?
Fue la última noche de Sidonie en su
casa. Después del desayuno, Manfred y sus padres se levantaron de la mesa.
Sidonie le dio un beso a su hermano y un abrazo a hilde, luego el adiós a Hans.
Josefa se echó la mochila a la espalda y bajó las escaleras tras Sidonie. Antes
de que llegaran a la puerta Hans se abalanzó sobre la niña y agarrándola por
los dos brazos le dijo:
- ¡Escápate! ¿Tienes que escaparte! ¿Me oyes?
En medio de la niebla matinal Josefa
y Sidonie caminaron calle abajo, hacia el apeadero.
Sidonie le contó a Josefa que la
maestra y el maestro Frick le habían deseado buen viaje y los niños querían que
les escribiera.
Llegó el tren, se montaron, la señora
Grimm subió al tren en la siguiente parada, Neuzeug. Una vez que llegan a la
estación de Steyr, allí esperan hasta que llega el tren con destino a Linz.
Grimm se sube a uno de los vagones y Josefa coge a Sidonie de la mano y la
lleva tras de sí hasta el vagón, se introducen en un compartimento vacío.
Estación de Steyr
© James Waite
|
La niña grita, suplica:
- ¡No me dejes aquí mamá! ¡No quiero
irme con esta señora!
- ¡Sidi tienes que ser valiente!
Fuera, en la estación chilla el
altavoz.
- ¡Váyase! Le espeta Grimm a
Josefa, agarrando a Sidonie del brazo – ¡Váyase ya!
Josefa sale corriendo de allí por el
pasillo, mientras oye como llora a lágrima viva la pequeña, Josefa se tapa los
oídos y baja del tren llena de dolor. El convoy arranca, una manecita se asoma
por una ventana agitando un pañuelo blanco.
El tren llegó a su destino
Hopfgarten. Grimm y Sidonie se dirigieron al puesto de gendarmería de la
localidad. Al entrar en el pueblo, Sidonie comenzó a quedarse cada vez más
rezagada y la asistente social tuvo que esperarla varias veces hasta que
decidió cogerla de la mano y tirar de ella, suave pero enérgicamente. Llegaron,
el sargento de guardia mandó a un gendarme a buscar a María Berger. Cuando
volvió les comunicó que ésta los esperaba en el Ayuntamiento, junto con Larg,
el patriarca del clan. El alcalde había dispuesto que la entrega de la niña
debía efectuarse en su presencia y conforme al reglamento, con objetote
registrar de forma pormenorizada sus datos personales. Según testimonio de
Gertrud Embacher (Secretaria interina del Ayuntamiento) que estaba presente en
el momento de la entrega, describe los hechos:
“La madre de Sidonie era una mujer de
poco más de 30 años, aunque parecía bastante mayor. Cuando le ordenaron a la
niña que fuera a su encuentro, la pequeña prorrumpió en un llanto estremecedor
y, aferrada a la falde de Grimm, rehusaba acercarse. La madre tampoco se movía,
estaba como petrificada. Luego en tono de reproche le dijo al alcalde.
- ¿Qué quiere que haga con la criatura?- Y subiendo el tono de voz y
dirigiéndose a Grimm. - - Por el amor de
Dios señora, llévesela
Al final la cuñada de la madre se
acercó a Sidonie e intentó calmarla.
- No
tienes por qué tener miedo- susurró acariciándola. Ven conmigo te enseñaré algo que te va a
gustar.
La tomó en brazos, le dio un beso y
salieron de la sala.
El nuevo hogar de Sidonie, un
barracón lleno de andrajos desparramados, una puerta abierta, una silla tumbada
en el suelo y el rescoldo de la chimenea aún no extinguido.
El 3 de abril Georg Fink, un amigo de
la familia Breirather, llegó al pueblo, de permiso del frente. Le contó a Hans
y Josefa que había visto a Sidonie en la estación de tren principal de Linz. En
la vía contigua al tren de Georg un tren de mercancías arrancaba en dirección
contraria. Enganchados al último vagón rodaban dos coches de pasajeros, a cuyas
ventanillas se asomaban cabezas de pelo oscuro. De repente, en el último vagón
Fink creyó identificar a Sidonie, que lo miraba con una cara huérfana de
lágrimas y sin dar muestras de reconocerlo. Fink estaba seguro que era ella,
reconoció incluso que llevaba puesto el abrigo de Josefa con el inconfundible
cuello redondo.
Tras la guerra Hans telefoneó al
alcalde de Hopfgarten y preguntó.
- ¿Le consta a usted una tal Sidonie Adlersburg? Debe tener ahora 12 años.
Al otro lado de la línea:
- Vamos a ver ¿Usted quién es? ¿Qué quiere?
- Soy el padre de acogida de la niña. Quisiera saber la verdad.
- A la niña se la llevaron a Auschwitz, en el último convoy- contestó el
alcalde de Hopfgarten
El auricular se le cayó de las manos
a Hans y lanzó tal grito de rabia y dolor que el oficial norteamericano sentado
a su lado se sobresaltó.
En mayo de 1947 la gendarmería de
Hopfgarten recibió una notificación de la comisaría de policía de distrito
vienés de Floridsdorf, según ésta una tal Helene Gruber, persona con síntomas
de deficiencia mental y considerada discapacitada por sus parientes, había
declarado que Sidonie murió en el campo de concentración aquejada de fiebre
tifoidea.
Según el testimonio de Joschi
Adlersburg, hermano Gitano de Sidonie:
Joschi intenta recordar cuando fue la
primera vez que vio a Sidonie ¿en Hopfgarten? ¿Bajo la lona del camión que
los trasladó a Innsbruck junto con otros Gitanos.¿o sólo fue allí, en una celda
de la comisaría donde le toman fotos de frente, de lado, de semiperfil?
Joschi recuerda a una niña
despavorida, muda que, en un momento en que no se cree observada echa una
mirada esquiva a la madre y a él y a Sandor, su hermano de 5 años. Recuerda una
muñeca rubia. Un llanto incontenible. Una niña menuda que se niega a comer.
No cesaba de llamar a sus padres de
acogida ¡Mamá! ¡Papá!
Le mentían: - Si te portas bien podrás volver con ellos.
¡Pero no había manera!
En el tren se quedó pegada a la
ventanilla durante dos días y dos noches.
Viaje con destino desconocido. Uno de
los hombres que, fusil en ristre, los empujan hacia la estación, les prometen
el oro y el moro: - No os irá mal. Os darán tierra, mucha tierra. ¡Se
acabó el vagabundeo! – y se ríe.
Joschi recuerda cuando el tren paró
por fin al alba, Auschwitz, se ven rodeados de perros, látigos, gritos. De un
golpe alguien le arranca la muñeca que la niña lleva en sus brazos. Antes de
que Sidonie pueda agacharse a recogerla, un hombre de uniforme negro pisa la
cabeza de la muñeca. Sus hermanos la recogen y le vendan la cabeza al cuerpo
con un trapo. Le dijeron que la muñeca estaba malita. A Sidonie la registran
como Sidononia Berger y le tatúan en su bracito Gitano el número de prisionera
Z-6672
Sidonie no come. Tratan de
introducirle el aguachirle, le meten un trozo de pan en la boca. Sidonie sigue
llorando, en silencio, sin lágrimas. Tiene escalofríos.
Birkenau, Block 5 En medio del
barracón hay una chimenea de ladrillos con un pilar al lado. La pequeña se
queda ahí, de pie, día y noche.
Una tarde por fín, Joschi consigue
persuadirla.
- Tienes que acostarte, Sidi, tienes que dormir.
La llevó hasta su litera, la acostó y
se quedó dormida al instante.
Al amanecer, Boschi se despierta y
llama la atención de su madre.
- Ves, ahora está durmiendo.
La mujer toca a la niña. Ya está
fría. Era 6 de agosto de 1943.
Aquí termina la historia de la
pequeña Gitanita Sidonie Adlersburg.
Hans Breirather falleció el 20 de
mayo de 1980. En la lápida de su tumba en el columbario de Steyr, Josefa,
Manfred y Hilde también mandaron inscribir el nombre de:
Sidonie
Adlersburg 1933-1943. Murió en Auschwitz
El
21 de febrero de 1961 el antiguo prisionero político Johann (Hans) Breirather
escribió a la Asociación Federal de la Resistencia Austriaca y de Víctimas del
Fascismo, en ella relata el destino de su hija Romaní en régimen de acogida,
Sidonie Adlersburg.
Carta que Hans Brairather envió en
Federal de la Resistencia Austriaca y de Víctimas del Fascismo
© DÖW
|
En 1991 Karin Brandauer dirigió una
película de 87 minutos de duración para televisión titulada “Sidonie” y que
dramatiza la vida de nuestra protagonista.
Fotograma de la película „Sidonie“
© Kinofilm
|
El 21 de agosto de 2000 el Observatorio
Lowell que se encarga de la búsqueda de objetos cercanos a
la Tierra (LONEOS) en la unidad Anderson Mesa del
Observatorio Lowell cerca de Flagstaff, Arizona decubrió el planeta
menor 36672, en honor de Sidonie Adlersburg, ese asteroide lleva el nombre
de Sidi.
El 23 de septiembre de 2000 en la
localidad de Sierning, distrito de Letten, el alcalde Manfred Kalchmair asistido por
el Gobernador Dr. Josef Pühringer, y la segunda presidenta
del Parlamento, Gerda Weichsler-Hauer inauguraron una nueva Kindergarten
(Escuela de Educación Infantil), con sede en la calle Mühlauweg, 41 con el
nombre de “Kindergarten Sidonie” en honor y recuerdo de la pequeña niña Romaní
fallecida en el Porrajmos.
Fuentes:
- Adiós a Sidonie, Erich Hackl,
Editorial Pre-textos, 2002.
-
Reportaje Das Schweigen um Sidonie Adlersburg (1986) Erich Hackl.
-
Reportaje Nachforschungen über Sidonie Adlersburg (1986) Erich Hackl.
-
The “Gypsy Camp” in Auschwitz-Birkenau. Dokumentationsarchiv
des Österreichischen Widerstandes.
-
Memorial Book: The Gypsies at Auschwitz-Birkenau. State Museum of Auschwitz- Birkenau. K.G. Saur, New York. 1993.
Volumen I. Páginas 456-457.
-
Century of Genocides: Critical essays and eyewitness accounts, Varios autores,
tercera edición, editado por Samuel Totten y William S. Parsons. Capitulo 5 The Gypsies por Sybyl Milton. Páginas 157-158.
- The
national socialist genocide of the Sinti and Roma: Catalogue of the permanent
exhibition in the State Museum of Auschwitz. Romani Rose und Silvio Peritore, Dokumentations- und Kulturzentrum
Deutscher Sinti und Roma, Heidelberg. Página 233.
- The
Gypsies During the Second World War: The final chapter, Donald Kenrick. Univ of Hertfordshire Press, 2006 – Página 189.
-
The Nazi genocide of the Sinti and Roma..Romani Rose. Documentary and Cultural Centre of German Sinti and Roma, 1995. Página 179.