Alfreda Markowska
© Fundacja Prom
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Alfreda Markowska, a la que todos sus
vecinos conocen por su nombre en romanés, Noncią, nació el 10 de mayo de
1926 cerca de la ciudad de Stanisławów (Polonia), en el interior
del carromato en el que su familia viajaba por toda la zona oriental de Polonia.
Sus padres se llamaban Jan y Adela (nacida Chojnacka)
eran polacos y católicos. Su progenitor se dedicaba a la cría de caballos y al
comercio, su madre se ocupaba de criar a sus hijos.
El estallido de la Segunda
Guerra Mundial, a primeros de septiembre de 1939, los sorprendió en la
ciudad de Lvov, en el sureste de Polonia. Alemania y la Unión Soviética, tras
la firma el 23 de agosto de 1939 del Pacto de no agresión, sellado de forma
secreta entre sus ministros de Asuntos Exteriores y que ha pasado a la Historia
como el Pacto Ribbentrop-Molotov, decidieron el reparto de Polonia entre ambos
países. Este acuerdo significaba que pronto comenzaría la que con posterioridad
los libros de Historia recogerán como II Guerra Mundial. El 1 de septiembre de
1939 la Wehrmacht invade Polonia. El 22 de septiembre las tropas soviéticas en
virtud del acuerdo secreto con los nazis entran en la ciudad de Lvov. La
familia de Alfreda huye del Ejército Rojo y cruza a las zonas en
poder de los alemanes.
Viajan por la Polonia ocupada por los
nazis, haciendo camino, el largo camino de siglos que llevan recorriendo los
Gitanos por la vieja Europa, en su carromato de ruedas grandes, con su bravos
caballos tirando de los viejos carretones y en cada cruce de veredas
deteniéndose para colocar el patteran,
las pequeñas ramas torcidas a la manera Gitana que indican la ruta correcta. La
familia se mueve acompañada por el temor, el miedo a que los alemanes los
detengan, han oído historias, tristes evocaciones de lo que ya les ha ocurrido
a otros Romaníes.
Plaza del Mercado del martes
en Rozwadów, 1939
© Yad Vashem
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En 1941 aquello que tanto temían, por
desgracia ocurrió. La familia se encontraba en un bosque cercano a Biała
Podlaska, ciudad situada al Este de Polonia. Los alemanes llegaron, nadie
se percató de su llegada, detuvieron a todo el grupo de Alfreda, ella, contaba
quince años y gracias al destino consiguió escapar en mitad del caos, todo
sucedió tan deprisa en aquel oscuro bosque polaco. Alfreda estaba asustada
pero viva, aunque ella no lo sabía en ese momento, su familia no lo consiguió,
los alemanes los asesinaron a todos: sus padres, sus hermanos y al resto
de su extensa familia, un total de entre 65 y 85 personas, los mataron en
mitad de la espesura del bosque, los nazis los habían condenado por haber
nacido Gitanos, los enterraron en una fosa común, olvidados de todos y por
todos. Por desgracia, como ha ocurrido con el Porrajmos, el genocidio de
los Gitanos durante la II Guerra Mundial, los libros de Historia poco o nada
han contado de esta terrible matanza. Silencio, siempre el maldito silencio
para con el sufrimiento del bendito pueblo Gitano.
Durante varios días Alfreda los buscó
y buscó, desesperada, atemorizada, con el hondo dolor de no saber que les había
ocurrido a aquellos a quienes tanto amaba, sola y en su soledad el miedo de que
los alemanes la encontraran. Recorrió cada palmo de los bosques que circundan
Biała Podlaska y Międzyrzeca (ciudades situadas a unos 28 km. de
distancia) preguntando a cada paso que daba por si alguien sabía algo del grupo
de Romaníes al que los nazis habían detenido. Preguntó a los lugareños, tocaba
las puertas de las casas de los alrededores y preguntaba, y preguntaba, sin
hallar respuesta. Alfreda decidió que lo mejor que podía hacer era huir del
lugar, esconderse.
Escapó de allí, viajó como pudo, en
tren, a pie… en busca de sus seres queridos, deseaba que al igual que ella
hubieran logrado escapar. El camino la llevó a Rozwadow, donde a
la edad de dieciséis años se casó y en ese lugar se instaló.
Mapa de Rozwadów en aquella época
© Joseph Taler
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Pero escapar de la bota nazi
resultaba prácticamente una misión imposible. Después de pasado algún
tiempo arrestaron a Alfreda en una redada en Stanislawow, por
primera vez fue detenida junto a su marido, la acción la llevaron a
cabo nazis ucranianos, éstos los entregaron a los alemanes y
de este modo fue como ambos siguieron los pasos de miles de Romaníes durante el
Porrajmos, en primer lugar los condujeron al gueto de Lublin,
posteriormente fueron reubicados en los guetos de Lodz y Belzec.
Mujeres Romaníes en una calle del gueto de
Lublin.
© Yad Vashem
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Sección Gitana en el Gueto de Lodz
© Yad Vashem |
De Belzec se las ingeniaron para
huir. Regresaron a Rozwadow y allí pasaron la guerra
realizando trabajos forzados en los ferrocarriles.
El régimen de trabajo era relativamente más
“suave” que en los campos donde había prisioneros Gitanos, Judíos… y además los
Romaníes que allí se encontraban disponían de algo de libertad y lo más
importante poseían documentos que acreditaban que trabajaban para el Reich
alemán. De este modo Alfreda Markowska comenzó a asumir cada vez
más riesgos, empezó a hacer viajes en busca de sobrevivientes
Gitanos, se había decidido a salvar del exterminio a cuántos pudiera,
fuesen Gitanos, Judíos… Nuestra heroína rompió con cualquier atisbo de miedo
que la asaltara, se armó de valor y no miró hacia otro lado, plantó cara, no
permaneció de brazos cruzados, así salvó a muchos niños y niñas que debido al
valor y heroísmo de Alfreda consiguieron sobrevivir al infierno de la guerra,
a los pogromos y a las masacres. Alfreda se marchaba, a nadie decía
donde iba y cuando volvía nunca regresaba sola, siempre regresaba acompañada de
algún niño o niña Judío, Gitano… que confiaban en aquella mujer Gitana como en
su ángel de la guarda, Alfreda los escondía en Rozwadów.
Nuestra heroína actuaba del siguiente
modo: El documento de trabajo, mencionado con anterioridad, certificaba que
Alfreda era una trabajadora esencial para el Tercer Reich, esta
tarjeta la protegía contra las continuas redadas que organizaban los
alemanes para detener a los considerados por éstos como enemigos del Reich.
Alfreda conseguía enterarse de los lugares en los que los nazis iban a realizar
o habían realizado un pogromo, una ejecución en masa de Judíos, con suma
frecuencia en el grupo de condenados al exterminio también entraban los Gitanos
del lugar – cuando la zona quedaba despejada, Alfreda se adentraba en
los lugares en los que se habían llevado a cabo las ejecuciones, con
la esperanza de que alguien aún estuviera vivo, en la mayor parte de las
ocasiones eran tantas las personas asesinadas que los ejecutores no se detenían
para comprobar si las personas habían muerto o habían quedado heridas, a menudo
Alfreda tenía éxito en su incursión y rescataba a los heridos del montón
de muertos. Alfreda se llevaba de aquel lugar a los niños y los escondía en
lugares preparados al efecto en su centro de operaciones en Rozwadów, les
entregaba documentos falsos de identidad y certificados de empleo. Cuando
podía, muchos de los niños rescatados por Alfreda, eran
entregados a alguna familia de la población – con ello les
daba unos tutores naturales – o sino los colocaba con
familias Romaníes o en cambio a otros los escondía ella misma. Durante
el periodo que duró la guerra, rescató de la muerte a unos cincuenta niños Romaníes y
Judíos. Alfreda también actuaba rescatando de los convoyes de deportación a los
niños, arriesgando su vida para sacarlos de las filas de detenidos,
aprovechando para ello el menor descuido de los soldados que los custodiaban.
La guerra continuaba y así llegó
1944, Rozwadow fue ocupada por el Ejército Rojo, éste
obligaba a los jóvenes Romaníes a incorporarse a filas a su ejército
– Alfreda, su marido y muchos de los niños rescatados, que permanecían
bajo la custodia y protección de nuestra protagonista, decidieron huir de
allí. Otra razón para abandonar el lugar era el avance del frente en
dirección al centro de Polonia. En Legnica, a 500 kilómetros de Rozwadów
se había creado un gran centro para personas desplazadas que
regresaban de la deportación al Reich, en ese lugar se reencontró con
algunos jóvenes con los que había perdido el contacto en la región de
Lublin durante el último período de la guerra.
Después de finalizada la contienda
Alfreda retomó su vida, caminando en su carromato por los senderos de
Pomerania Occidental y Polonia, al abrigo de candelas en noches de
luna llena, haciendo camino, volviendo a colocar el patteran en los
cruces para indicar la ruta a otros Gitanos. Pero el fin de la guerra no significó
el final del sufrimiento para los Gitanos. Tiempo después, las autoridades
polacas prohibieron a Alfreda Markowska seguir llevando una vida
nómada y por esta razón la familia se estableció en Gorzow Wielkopolski.
Alfreda Markowska rescató de
una muerte segura a unos 50 niños Romaníes y Judíos. Gracias a su
valor y determinación Alfreda puede sentirse orgullosa de tener alrededor de 250 nietos
y numerosos bisnietos repartidos por todo el mundo. En
todos estos años desde el final de la guerra Alfreda ha vivido modestamente,
en silencio, ese silencio que acompaña y envuelve con su manto a tantas y
tantas historias a tanto sufrimiento, disfrutando de una autoridad bien
merecida entre las familias Gitanas.
El 17 de octubre de 2006, fue un
día muy importante en la historia de la Romaníes del
mundo a pesar de que prácticamente nadie se enteró, los medios de comunicación
poco o casi nada se hicieron eco de tan magnífica noticia. En esa fecha
Alfreda Markowska recibió uno de los más altos honores de Polonia
- la Krzyż Komandorski z Gwiazdą Orderu Odrodzenia Polski. Por
primera vez en la Historia de este país una persona Romaní recibió tan
grande honor de manos del Presidente de la República de Polonia. Alfreda Markowska es
un ejemplo de valentía para todos, su vida, su entrega a los demás en un
momento crucial, su historia, su pequeña pero imborrable historia, debe ser
conocida en todas las escuelas por todos los niños del mundo, ella dio todo por
los demás, se entregó en cuerpo y alma a rescatar de la muerte a muchos niños,
sin tener en cuenta su origen, su religión… para Alfreda sólo contaba que eran
seres humanos indefensos y que debía arriesgarse para salvarlos. Desde la
modestia y humildad de este bloguero muchas gracias Alfreda por lo que
hiciste, tu vida es ejemplo de bondad.
Alfreda Markowska en la ceremonia de entrega
de la Krzyż Komandorski z Gwiazdą Orderu Odrodzenia Polski.
© PAP/Tomasz Gzell
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Alfreda Markowska y su vida resultan
la prueba fehaciente que confirma que incluso en los momentos más negros
de la Historia de la Humanidad, en mitad de la mayor tragedia humana, en el infierno creado por
los mismos seres humanos, al final siempre, el bien triunfa sobre el
mal.
Alfreda Markowska
© PAP/Tomasz Gzell
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Existe un documental polaco titulado
“Puri Daj” dirigido por Agnieszka Arnold, donde se cuenta la vida de Alfreda
Markowska.
Alfreda Markowska nais tuqe.
Fuentes:
- La hermosa vida de Alfreda
Markowska en el número 5 de la revista bimestral Romano Atmo. K. Gierliński,
páginas 10-11.
- Alfred Markowska: La heroína de tres naciones. Artículo escrito
por Agnieszka Mirosława
Caban. Stowarzyszenie
Panorama Kultur.
- Alfreda Markowska: Salvadora de víctimas del nazismo.24 de octubre de 2012. Berliner Morgenpost