Maria
Costea
©
Mircea Merticariu. Adevarul
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Maria Costea (nacida Stancu) nació en
Pitesti, Rumanía en 1936 en una familia perteneciente a la comunidad Romaní
local.
Su padre, durante la guerra, se incorporó al
ejército rumano y resultó herido en el frente, pero eso no impidió que las
autoridades rumanas deportasen a María, junto con el resto de su familia, hasta
la región de Transnistria por haber nacido Gitanos y junto a ellos, más de
1.000 Romaníes que vivían en Pitesti.
El mariscal Antonescu, en la primavera de
1942, decidió iniciar la deportación de miles de Gitanos a Transnistria, una
región anexionada por Rumanía en el devenir de la II Guerra Mundial. Los
primeros en sufrir la deportación por parte de las autoridades rumanas fueron
los "Gitanos nómadas”. Según los registros, entre el 1 de junio y el 2 de
octubre de 1942, 11.441 ciudadanos Romaníes pertenecientes a este grupo fueron
deportados. Los restantes 13.176 deportados pertenecían al grupo de los “Gitanos
sedentarios”. Esta segunda ola de deportaciones tuvo lugar entre el 12 y el 20
de septiembre de 1942 y se realizó en vagones para transporte de ganado. De los
25.000 Romaníes deportados, los historiadores estiman que solo la mitad regresaron
con vida tras la guerra, el resto murió debido a las extremas condiciones de
vida en los asentamientos a los que fueron asignados.
Entre los deportados del otoño de 1942 había
varios miembros de la familia Stancu, de Pitesti. El hambre, el frío, la miseria
y las enfermedades provocaron la muerte de miles de Romaníes, entre ellos dos
hermanas de María Costea, lo que allí vivió y padeció aquella niña de seis años
le ha acompañado toda su vida:
"Cuatro
gendarmes llegaron hasta nuestra casa. Mi papá se hallaba en esos momentos en
el frente. Nos llevaron a través del campo hasta donde se encontraban
estacionados los trenes. Nos encerraron en vagones de ganado que se hallaban atestados
de gente. Durante tres días viajamos, allí, hacíamos todas nuestras
necesidades, allí bebíamos agua". Los grupos de Romaníes deportados a
Transnistria tenían cierta libertad de movimientos en el interior del territorio
de la región, especialmente en el área del Bug. El destino de aquel grupo de
deportados fueron las localidades de Balti y Bender. La estudiosa Michelle
Kelso narra que la administración de Transnistria en un
principio no proporcionó viviendas dignas, ni alimentos o leña a los
deportados, y ubicó a los Romaníes, principalmente en
grandes campos abiertos hasta que se implementara un plan. La
falta de organización de un gobierno local llevó a un terrible estado
de deterioro de los Gitanos que hasta allí fueron confinados, dando paso a un
estado de dramático caos. A los Romaníes las autoridades rumanas les
confiscaron todo, les quitaron sus equipajes, su ropa, almohadas,
mantas, utensilios de cocina y todo aquello necesario para cubrir sus
necesidades básicas, esto significaba prácticamente una muerte segura. En
varias zonas las autoridades transfirieron a los Romaníes en
camiones o a pie a las aldeas o granjas agrícolas,
situándolos en cualquiera de las casas confiscadas a
los ucranianos que habían sido previamente evacuados o en
graneros o cobertizos de animales. Sobrevivir dependía de la
capacidad de cada persona, de cada familia para conseguir alimentos,
suministros de calefacción, agua u otros bienes. Había pocas
posibilidades de superviviencia en aquel lugar, solamente el robo en cultivos o
granjas cercanas, el comercio con la policía local y el ingenio aseguraban
la supervivencia. Los que no podían hacer frente a la situación o
vender cualquier cosa vendible finalmente perecieron.
Desde el momento de la llegada uno de los
principales objetivos de la familia Stancu fue el de encontrar comida. Caminaban
durante el día y rebuscaban entre la basura, recogiendo restos de patatas en
mal estado, pan, lo que fuese con tal de paliar la intensidad del hambre…
Varias veces intentaron cruzar el río Bug y
escapar, pero siempre con idéntico resultado, eran detenidos y después los
llevaban hasta unos barracones donde eran castigados. Dolor en lo más hondo de
su alma, María, nunca ha podido olvidar aquel tiempo, especialmente cuando tenía
que caminar sin zapatos, o la ropa le quedaba corta bajo el frío intenso del
invierno, o cuando en una ocasión bajando una colina, la pequeña María,
introdujo su pie en el vientre de un muerto, que se hallaba en estado de
descomposición, hinchado, podrido. Soñó muchas noches que el hombre se despertaba.
Hasta 1944, María se quedó con su madre y sus
hermanos en el territorio del Dniester. Uno de sus tíos, que había regresado del
frente, recibió dinero de la hermana de su madre para sacarlos de aquel lugar: “Nos sacó a todos, nos lavó, nos llevó a
Odessa, donde nos compró ropa nueva. Cuando llegamos a casa, no nos quedaba
nada. Todo había sido destruido, nos tuvimos que marchar a vivir a casa de una
de mis tías”. María Stancu continuó su vida como sólo un Gitano sabe hacer,
caer, perderlo todo y volver a levantarse para seguir en el camino, por no
tener, en los primeros años después de regresar de Transnistria, no tenía ni
siquiera documentos de identidad.
María ha sido toda su vida una mujer
luchadora, nunca se rindió ante las adversidades que se cruzaron en su camino,
después de conseguir sus documentos, trabajó en un restaurante, posteriormente
en un hotel, y hasta jubilarse, en la CIC en Bacau, la fábrica local de
fertilizantes. Tras la guerra ha vivido durante 40 años en Bacau, donde se ha intentado
recuperar de las profundas heridas que le produjo la guerra. Recibe una pensión
por jubilación de aproximadamente 450 lei, pero la mayor parte de sus ingresos
provienen de la pensión de su marido. Tiene tres hijos, graduados en la escuela
secundaria, tres nietos, algunos con educación superior (Andreea Toma, una
sobrina que le ayuda, es diplomada por la universidad y maestra en la administración
pública).
Pero su dolor no se acabó con su experiencia
entre 1942-1944, como muchos Romaníes lleva mucho tiempo siendo discriminada
por la administración a la hora de concedérsele una pensión por los años
transcurridos en Transnistria. Maria Costea solicitó en octubre de 2014 una
pensión que por justicia le debe la ley. Los funcionarios de la administración
rumana llevan todo este tiempo retrasando su expediente, exigiendo, entre otras
cosas, que aporte testigos que declaren que estuvo deportada y poniéndole una
traba detrás de otra con tal de no concederle la pensión solicitada.
De acuerdo con los Archivos Nacionales, pero
también con el Museo del Holocausto de los Estados Unidos de América, María
Costea debería haber sido beneficiaria de la Ley 189/2000 (una asignación
mensual por los dos años de deportación, tratamiento médico y un lugar de
residencia libre). Mientras que Elena, su hermana que se quedó a vivir en
Pitesti, recibió la pensión casi inmediatamente después de presentar el
expediente en la Casa de Pensión de Arges, las cosas fueron totalmente
diferentes en la Casa de Pensiones de Bacau, donde María Costea recibió una
serie de negativas y constantes retrasos. Además, amenazaron a su hija Mariana
Costea con llamar a la policía con el argumento de que el archivo de la hija de
la madre habría sido inventado.
"La
Oficina de Pensiones en Bacau nos trató a mí y a mi hija más que
humillantemente. Se negó a darnos la información pertinente e incluso intentó
desalentarnos, diciendo que la Ley 189/2000 se aplicaba sólo a los besarabios,
no a los Romaníes, y que si no nos íbamos, llamarían a la policía. No me
desanimé. Me dispuse a hacerlo cómo lo había hecho mi hermana y una vez más volví
a la CJP de Bacau, esta vez con un archivo como el que mi hermana entregó en el
CJP de Arges, que incluía una copia del documento del archivo que mi hermana
utilizó, demostrando que fuimos deportadas juntas. Pero como respuesta
solamente recibí los gritos del empleado, aunque sabía que padezco una dolencia
cardíaca y de que tengo casi 80 años. Esta vez, tampoco la aceptaron, pero al
menos no me amenazaron con la policía. Entendí que debería obtener una nueva
copia legalizada, además del documento de archivo que recibí de mi hermana".
María se dirigió a la organización Resource
Center for the Community (www.romasurvivors.ro), que había ayudado a su hermana
en Pitesti. La organización, que se ocupa de los sobrevivientes Romaníes que
fueron deportados a Transnistria, le ayudó en sus gestiones: “Para ser identificada, escribí en detalle
sobre cuándo y dónde fui deportada, los nombres de los familiares que deportaron
conmigo a Transnistria, el hecho de que dos hermanas mías murieron de hambre allí,
la fecha de regreso a Pitesti. Sobre la base de esta información, los Archivos
me informaron de que varios documentos habían sido localizados y enviados, entre
los cuales un extracto legalizado y otro provisto con el sello de los Archivos".
Maria Costea afirma que los funcionarios de la
Cámara de Pensiones en Bacau una vez más ha aplazado su respuesta, invocando para
ello diversos pretextos: Cómo que los agentes de policía que la deportaron en
septiembre de 1942, transcribieron erróneamente el apellido: Stanciu, en lugar
de Stancu y que había ido voluntariamente a Transnistria.
La Cámara de Pensiones rechazó la experiencia
proporcionada por el Resource Center for the Community, donde los historiadores
especializados en la deportación de Romaníes se comprometieron a proporcionar
documentos sobre la deportación de la familia Stancu, conservados en varios
archivos (Arges, el Museo Conmemorativo del Holocausto, Archivos del Holocausto
en Alemania, etc.). Maria Costea ha hecho una declaración bajo su propia responsabilidad
de que asume lo que dice y ha recibido la opinión de la Agencia Nacional de
Romaníes de que fue deportada entre 1942 y 1944.
Lo
último que le han exigido ha sido: "Me
han pedido que aporte dos testigos y escritos originales del período de
deportación, de la escuela, del trabajo, a pesar de que entonces solo tenía 6
años. ¿Cómo puede un empleado que conoce tan poco sobre el Holocausto y sobre
la deportación de los Romaníes a Transnistria convertirse en responsable de
decidir que yo no fui deportada".
En el verano de 2015, la CJP de Bacau aceptó
que María fue deportada, pero se negó a pagarle una indemnización porque la
documentación aportada por la sobreviviente no era lo suficientemente completa.
En cambio, María Costea, sobre la base de los mismos documentos, recibió el
reconocimiento de sus derechos legales para los deportados del Estado alemán en
menos de dos meses.
Fuentes:
-
Artículo periodístico titulado “A supravieţuit Holocaustului, dar a dat peste
statul român.” firmado por Mircea Merticariu en Adevarul el 3 de agosto de
2015.
- Carta abierta al
Gobierno de Rumanía: “Scrisoare deschisă către Ministerul Muncii: ce facem cu
supraviețuitorii” deportărilor? Enviada por la Asociación de Sobrevivientes
Romaníes Deportados a Transnistria.