Hugo Höllenreiner
© Familia Höllenreiner |
El
día 8 de abril es un día especial para el pueblo Gitano, en esta fecha se
conmemora el Día Internacional del pueblo Romaní, en muchos lugares del mundo
se lanzarán a los ríos; flores y velas encendidas, que flotarán arrastradas por
la corriente; como símbolos del caminar de un pueblo que un día inició su
camino en la región del Punjab, como recuerdo y homenaje de aquellos que
sufrieron la barbarie a lo largo de tantos años de peregrinaje sólo por haber
nacido Gitanos, particularmente los miles de Romaníes víctimas del Porrajmos y
como reivindicación del respeto que se merece la cultura Romaní con siglos de
bagaje a sus espaldas. Hoy el camino azul y verde de mi río Guadalquivir
llevará una flor, un pensamiento y una vela de agradecimiento para un hombre grande
y bueno, Hugo Höllenreiner.
Hugo
Höllenreiner nació en el seno de una familia Sinti el 15 de septiembre de 1933
en Munich, Alemania.
En
esta ciudad se desarrolló su infancia junto a sus padres, Josef y Sophie y sus
cinco hermanos; Emma, Manfred, Peter, Rigo y Rosi, en la calle Deisenhofener en
el distrito de Giesing.
Familia
Höllenreiner, Hugo es el chiquillo
situado a la derecha de la fotografía. © Familia Höllenreiner |
Su padre trabajó durante mucho tiempo para una empresa de transportes. Hugo y sus hermanos asistían diariamente a la escuela, allí sufrían la continua discriminación motivada por los prejuicios generalizados que sobre los Romaníes tenían el resto de niños, muy influenciados por la ideología racial imperante durante los años del III Reich en Alemania.
Con el inicio de la guerra su padre fue llamado a filas, luchó con
valentía hasta que en 1941 fue expulsado de la Wehrmacht por su origen Romaní.
Josef volvió junto a su familia.
El
padre de Hugo, Josef Höllenreiner, aquí
vestido con su uniforme junto a su esposa Sophie. © Familia Höllenreiner |
La vida para los
Höllenreiner definitivamente cambió… en la mañana de 8 de marzo de 1943, Hugo
dormía plácidamente en su cama, de repente, a eso de las 5 de la madrugada, se
escucharon fuertes golpes que provenían de la puerta de su hogar, en el
exterior voces muy graves ladraban órdenes ¡Auftehen! ¡Levántense!
¡Levántense! Miedo, pánico, terror... ¡Abran inmediatamente! En la
penumbra, Hugo pudo distinguir los uniformes de la policía, había seis o siete,
pululaban por toda la casa, abriendo puertas y cajones, registrándolo todo. Uno
de ellos le habló de muy mal modo a su madre: “Pon en una maleta ropa y comida
para un par de días. Vais a ser enviados a trabajar a Polonia, ¡Ja, ja, ja! un
nuevo trabajo.” Su madre conminó a los niños para que se dieran toda la prisa
posible en vestirse. Fuera, el cielo estaba aún oscuro, hacía frío a pesar del
abrigo de lana que Hugo llevaba puesto. En la calle había más policías, empujaban
a más personas que como a ellos se los llevaban detenidos, todos eran Romaníes
Sinti, como su familia, entre ellos también sus primos, sus tíos y sus tías.
Los niños reflejaban en su cara el pánico, muchos aún se hallaban medio
vencidos por el sueño, así lo hacían ver sus ojos pegados. Los adultos se
encontraban totalmente desconcertados, muy asustados también. Cuando
finalizaron de agruparlos, uno de los policías gritó ¡Marchen! Caminaron
y caminaron bajo el sombrío y frío silencio del amanecer. Al rato, muchos de
los adultos se percataron del lugar al que los conducían, “¡La
Ettestrasse!” susurraron algunos de ellos, “¡Oh, Dios mío!”. La
Ettstrasse era la principal prisión policial de Munich.
Prisión
policial de la Ettstrasse de Munich.
© Rufus46 |
Los Höllenreiner formaban parte del grupo de 140 Romaníes que
ocuparon las celdas de la prisión. La madre de Hugo, con el amor que sólo saben
entregar las madres, repartía a los suyos la poca comida que había podido
llevar consigo, adelantándose a los acontecimientos se guardó donde pudo algo
de alimento para que sirviese de suplemento a las exiguas raciones que seguro
les darían en la prisión. Los policías volvieron a repetirles que serían
trasladados para trabajar "en el Este".
Hugo, un niño de tan solo nueve años de edad, estaba muy asustado,
preguntaba de forma insistente a su padre porqué los habían detenido, porqué
los habían encarcelado. Hugo nunca ha podido olvidar la respuesta, que de forma
taxativa, le dio su progenitor: "Porque somos Gitanos".
El 13 de marzo de 1943 la policía condujo a la familia
Höllenreiner, junto con los demás Romaníes que estaban detenidos en la prisión
policial y 300 judíos de Munich hasta la estación de tren de Milbertshofen, los
montaron en un convoy formado por vagones para transporte de ganado. Dentro de
aquel claustrofóbico lugar los recuerdos de Hugo se centran en la sequedad de
su boca, el hacinamiento, la falta de alimento y de agua, el miedo. Los adultos
lloraban y gemían, los niños se sorbían los mocos y lloraban. Solamente en el
segundo día de los empleados en el viaje recibieron un sorbo de agua pero nada
de comida. Si se pudiera oler la vergüenza y la humillación, esta olería como
los orines que emanaban desde la esquina de ese oscuro vagón de ganado, un
hedor tan fuerte y agudo que impedía a Hugo adivinar el olor de la carne medio
podrida en medio del trozo de pan rancio que su madre le dio para intentar
engañar la insoportable sensación de hambre. Ella se había guardado pedacitos
de pan y algo de carne, de los que les daban en la prisión, ocultándolos en sus
bolsillos por si hacía falta en algún momento. Pero la carne estaba en mal
estado y eso provocó que la familia cayera enferma. Hugo y sus hermanos
lloraban desesperados por el dolor en mitad del incesante traqueteo del vagón
de tren que los transportaba hacia el Este.
El convoy se detuvo, luego, tras una sacudida, se puso en
movimiento de nuevo, las ruedas chirriaban al negociar una cerrada curva antes
de que de forma paulatina aminorara su marcha hasta detenerse. Sonó el golpe
seco de los cerrojos de la puerta del vagón al descorrerse, era de noche pero
todo estaba iluminado por unas luces muy potentes que cegaban los ojos de Hugo
y de aquellos que se encontraban tras las puertas abiertas de los vagones.
¿Dónde estaban? “¡Raus, raus,
schneller!” Hugo recuerda como si fuese hoy como gritaban y como sonaban
los pasos al moverse con rapidez sobre las piedras de las vías.”¡Fuera, todos
fuera! ¡Vamos, más rápido!” Ladridos de fieros perros pastores
alemanes. De repente una lluvia de golpes, los SS los golpeaban con las culatas
de sus armas, empujándolos fuera de los vagones, gritos, miedo, terror. Otros
hombres con trajes a rayas de prisioneros también los golpeaban. Obligaron a
los recién llegados a situarse formando cinco filas. ¡Posición de
firmes! Y de nuevo los guardias de las SS volvían a la carga con
golpes y más golpes con las culatas de sus armas en cuanto se percataban de que
alguien no obedecía sus órdenes. Hugo se
encontraba muy débil, aterrorizado contemplando aquel vasto espacio rodeado de
vallas de alambre de espino, por todos lados había guardias que se comportaban
de manera brutal. Mas nunca podrá olvidar de aquella primera impresión el olor
a carne quemada que desprendía la humareda que flotaba y se elevaba sobre aquel
lugar de pesadilla, el terrible olor que se mezclaba con el hedor a basura y
excrementos, el olor asfixiante, el olor de la muerte. Habían
llegado al campo de concentración y exterminio de Auschwitz-Birkenau, era el 16
de marzo de 1943. Los llevaron hasta unas instalaciones donde los obligaron a
desnudarse, hombres y mujeres juntos, era la rutina que los nazis seguían con
los recién llegados al campo. Les afeitaron las cabezas y los embadurnaron con
unos polvos blancos para despiojarlos. Les tatuaron a cada uno de ellos un
número precedido de la letra Z. Hugo se convirtió en el prisionero Z- 3529.
Z-3529
© Der Spiegel |
Los condujeron a un barracón largo y oscuro, sin ventanas, el
suelo lleno de barro fangoso por la lluvia. Por la mañana Hugo pudo comprobar
que había docenas de barracones similares al que se encontraban ellos. Se
hallaban en el sector BIIe de Birkenau, el Zigeunerlager, que había sido creado
recientemente. No muy lejos de aquella zona del campo dos grandes chimeneas
escupían constantemente una densa humareda de olor nauseabundo.
En Birkenau la vida resultaba prácticamente un imposible, las
terribles condiciones imperantes hacían que cada nuevo día se convirtiera en un
milagro. El hacinamiento, la sed y el hambre, Hugo nunca olvidará aquellas
largas noches llenas de dolor y frío llorando a su madre implorando un trozo de
pan. Hugo y uno de sus hermanos fueron sometidos a terribles experimentos
médicos por el doctor Josef Mengele, a los que ambos sobrevivieron, a pesar de
que les quedaron secuelas para toda la vida.
La situación para los Höllenreiner mejoró cuando su padre fue
nombrado jefe de Barracón, a partir de ese momento recibían algo más de pan.
En el verano de 1944, antes de la liquidación del Campo para
Familias Gitanas de Birkenau, Hugo, su madre y sus hermanos fueron primero
transferidos al Campo de Concentración de Ravensbrück, y posteriormente al de
Mauthausen, para finalmente ser enviados al de Bergen-Belsen.
El 15 de abril de 1945 Hugo, su madre y sus hermanos fueron
liberados por el Ejército Británico en este último campo, milagrosamente
sobrevivieron a dos años de terribles sufrimientos.
Su padre, mientras tanto había sido deportado al Campo de
Concentración de Sachsenhausen, y también consiguió sobrevivir.
Hugo Höllenreiner perdió a treinta y seis miembros de su familia
en el Porrajmos.
Hugo
fotografiado en Birkenau durante los
actos del 67 aniversario de “La Noche de los Gitanos” © Nigel Dickinson |
Tras la liberación se hizo difícil rehacer la vida, Hugo y su
familia regresaron a Munich pero la totalidad de sus pertenencias habían
desaparecido, además en su casa vivía otra persona. No tenían nada.
Finalmente decidieron instalarse en Ingolstadt, pero la vida para
los Romaníes poco había cambiado tras la contienda mundial, el odio contra los
Gitanos pervivía prácticamente con la misma intensidad que antes de la guerra,
incluso en la escuela.
El señor Höllenreiner luchó denodadamente, como muchos de sus
compañeros de sufrimiento, por una compensación por la injusticia que sufrieron
durante la época nazi en Alemania. Los tribunales alemanes no reconocieron, en
la mayoría de los casos, la motivación racial de la persecución de los Romaníes
y denegaron cualquier tipo de compensación.
Hugo quedó traumatizado por tanto dolor y sufrimiento padecidos
entre 1943 y 1945, durante 50 años no se encontró con la fuerza suficiente para
hablar de la experiencia personal vivida durante la guerra pero consiguió
vencer sus miedos y lleva años acudiendo a escuelas, institutos y a cualquier
lugar que le pidan para narrar sus vivencias.
Fotografía
de Hugo Höllenreiner tras una
conferencia junto al alumnado del Hanns Seidel Gymnasium en Hösbach el 5 de febrero de 2013. © Hanns Seidel Gymnasium |
La escritora Anja Tuckermann
escribió la historia de Hugo en el libro titulado “Denk nicht, wir bleiben hier“.
Portada del libro “Denk nicht, wir bleiben hier“
© Dt Taschenbuch-Verlag |
Hugo siempre repite que "Fuimos
perseguidos, torturados y asesinados sólo porque somos Gitanos".
Hugo Höllenreiner falleció en junio de 2015.
Fuentes:
- Entrevista a Hugo Höllenreiner en Ingolstadt, Alemania llevada a
cabo el 26 de julio de 1999 por Barbara Spangler con la ayuda del cámara Walter
Klotz.
-“Denk nicht, wir bleiben hier“. Die
Lebensgeschichte des Sinto Hugo Höllenreiner, Anja Tuckermann München 2005.
-“Ich wusste, es wird schlimm“. Die
Verfolgung der Sinti und Roma in München 1933-1945, Ludwig Eiber. München 1993.
- Memorial Book: The Gypsies at
Auschwitz-Birkenau. State Museum of Auschwitz- Birkenau. Volumen II. Páginas 936-937 .
- Hugo Höllenreiner (geb. 1933) „Weil wir
Sinti sind...“ Ns-Dokumentationszentrum-Munich.