Hermann Mano Höllenreiner © Carl Hanser Verlag |
Hermann Mano Höllenreiner, nació el 19 de
octubre de 1933 en Hagen (Alemania) de padre Romaní y madre Judía, creció junto
a su primo Hugo Höllenreiner en Munich Giesing.
En marzo de 1943
Hermann fue deportado junto a su familia desde Munich al campo de concentración
y exterminio de Auschwitz-Birkenau en Polonia. El convoy de deportados arribó a
aquel temible lugar el 16 de marzo de 1943, donde quedó registrado con el
número de prisionero Z-3526 e internado en el Campo para Familias Gitanas en el
sector BIIe de Birkenau. Allí sufrió los terribles “experimentos médicos” llevados a cabo por el médico nazi Josef
Mengele.
Mano mostrando una foto en la que puede ver
a su familia; a la izquierda a su madre con él
y su hermana y a la derecha su
padre de uniforme.
© hi OVB |
En el
transcurrir de 1944 las autoridades del complejo concentracionario nazi lo
transfirieron al campo de concentración de Ravensbrück. Al poco tiempo de
llegar logró esconderse y salvarse de la esterilización forzosa que estaban
sufriendo los Romaníes internados en el campo. Posteriormente, en el invierno
de ese año lo trasladaron junto a su padre al campo de concentración de
Sachsenhausen.
Hermann Höllenreiner muestra su número
de prisionero d
Auschwitz tatuado en el brazo.
© hi OVB |
Su progenitor
fue reclutado a finales de 1944 desde el campo de concentración para la Brigada
Dirlewanger, en la lucha desesperada contra los rusos, luchando como un
valiente soldado, para el ejército alemán en el campo de batalla en Lenggries.
Mientras tanto
Mano permaneció solo en Sachsenhausen. Casi al final de la guerra las tropas
rusas se encontraban muy cerca del campo. Los SS procedieron a la evacuación de
los prisioneros. Mano, contaba solo once años, junto a algunos de sus primos padecieron
una de las terribles marchas de la muerte. Los kilómetros a pie y la brutalidad
de los SS perviven aún en la memoria de Hermann como uno de sus recuerdos más
horribles de aquella dramática experiencia. Si alguien no podía caminar y se
detenía los SS le disparaban. Mano, se hallaba cada vez más débil. Al décimo
día en Belower-Wald él y sus primos consiguieron escapar. Intentaron sacar
fuerza de flaqueza tratando de encontrar el camino de regreso a casa, a Munich,
pero pronto el pequeño grupo de muchachos se disgregó y dispersó. Mano no podía
más, su salud y sus fuerzas se hallaban bajo mínimos. Se encontraba en un
camino rural en medio de la nada, se encontraba exhausto. Un grupo de prisioneros
franceses, liberados del Stalag VI B, vieron al muchacho y lo montaron en su
vehículo. Lo llevaron con ellos hasta Francia, concretamente a París. Le advirtieron
en el camino que no debía dejar que nadie supiera de su origen alemán, en
Francia los odiaban a muerte. De este modo fue como Mano, en un delirio
inducido por la fiebre, la debilidad extrema, y por el miedo a regresar al campo
de concentración, tomó la decisión de olvidar su pasado alemán. El único
recuerdo de su padre que llevaba consigo, una foto vestido con el uniforme del
ejército alemán y con la dirección de su
domicilio en el reverso, la rompió en mil pedazos. A partir de ese momento se
le conoció sólo como Mano, un sobreviviente judío de un campo de concentración.
Mano muestra una foto donde se ven a él y su hermana. © Der Spiegel |
En París, primero
fue internado en el Hospital para Niños Enfermos, posteriormente lo acogió la
familia Fouqet, que lo trataron como a su propio hijo. Josephine Fouqet y su
marido Felix formaban una familia alsaciana, la mujer pertenecía al servicio de
voluntarias que se había formado para recibir a los deportados franceses que
regresaban de los campos. Josephine se convertiría para Mano en la "Tía
Fifine." Sin embargo, Mano presentaba verdaderas dificultades para integrarse
en su nueva vida, se iría recuperando paulatinamente en el apartamento que la
familia poseía en Pantin, convirtiéndose en el compañero de juegos de Paul, el
único hijo de la pareja. Josephine y Felix nutrieron al niño enfermo, que poco
a poco se acostumbró a la comida. Él no sabía en qué país se encontraba, y desconocía
el idioma. Mano estaba seguro, en ese momento, que toda su familia había
perecido en los campos. El nuevo entorno de Mano le hacía permanecer inquieto y
adoptaba continuamente una actitud siempre a la defensiva, los dos años en los
campos de concentración le estaban pasando factura, sentía pánico. Por la noche,
sus temores eran mayores y se veía incapaz de dormir solo, de conciliar el
sueño o de acostumbrarse a descansar en una cama de verdad. Sus cambios de
humor sacaban a relucir su lado más agresivo, se negaba a permitir que nadie se
acercara a él, tenía miedo a ser deportado de nuevo. Escuchaba continuamente maldiciones
en francés acerca de los alemanes: "!! Sales Allemands, sales boches!!” "!!
Sucios alemanes, sucios boches!!”
Mano en París © Paul Fouquet |
Con el tiempo Mano
se fue abriendo poco a poco, comenzó a hablar sobre el tiempo que había estado
prisionero de los nazis, relató que había estado en Auschwitz, Ravensbrück y
Sachsenhausen, reveló su número de prisionero Z-3526, y que sufrió una marcha
de la muerte. Mano estaba demacrado y eran frecuentes los problemas de salud
debido a la desnutrición, además se le había formado un edema doloroso en sus
pies y piernas, y su cuerpo mostraba las numerosas cicatrices de los dos años
de abusos y palizas. Una y otra vez, breves escenas retrospectivas revelaban
los traumas que experimentó en los campos, pero Mano prefería seguir guardándose
para sí mismo su terrible historia. No relatababa mucho de su pasado a los demás,
hecho este fatal porque sus padres habían sobrevivido y estaban buscando a su
hijo.
En el verano de
1945 lo llevaron a unos campamentos de verano en el valle de Chevreuse para
recuperarse junto con otros niños. Pero las huellas de su vida como prisionero se
harían evidentes: le aterrorizaba ir por la noche al baño, a pesar de que éste
estaba bien iluminado, esgrimía que si los SS veían la luz encendida se darían
cuenta de que alguien había abandonado los barracones sin permiso y en el peor
de los casos si lo descubrían podrían fusilarlo.
Pasaba el tiempo
y la memoria de Mano se iba olvidando lentamente de la vida en los campos: se daba
cada vez más cuenta de donde se encontraba y quién era y dónde se hallaba su verdadera
familia. Quizás él nunca los hubo olvidado. Se sentía alemán. Él no se lo podía
decir a nadie por miedo a recibir un disparo, pero su silencio también
significaba que nunca tendría la oportunidad de regresar al lado de los suyos,
eso, suponiendo que todavía estuviesen vivos. Por otra parte, se sentía como en
casa con los Fouqet, ellos se habían convertido en una nueva familia para él, y
este dilema condujo a Mano a guardar silencio durante un largo tiempo, debido a
que todavía presentaba momentos de agresividad e inquietud, decidieron llevar a
Mano a una clínica psiquiátrica para que le realizaran un examen médico antes
de que empezase la escuela. Le dieron un nuevo nombre: André Mano, pensando que
de lo contrario no sería tratado correctamente. Lo diagnosticaron
incorrectamente, y comenzaron a tratarlo con descargas eléctricas para
calmarlo. Naturalmente, el procedimiento produjo el efecto contrario: Cada vez
se despertaban más los recuerdos de los
campos de concentración en él, y la poca estabilidad mental que era capaz de
alcanzar, hacían imposible seguir viviendo con la familia Fouqet. Mano fue
internado en el orfanato de St. Maur y pasado un tiempo entregado en adopción.
Artículo aparecido en L’Aube en junio de 1946.
© Paul Fouquet
Sin embargo, el
destino de Mano cambió una vez más para mejor: fue acogido por los Chevrier,
una pareja de enamorados, maestros de profesión en Le Havre, le enseñaron a
leer y escribir. Poco a poco, Mano aprendió a confiar en ellos y les iba,
paulatinamente, contando retazos de su vida anterior en Alemania, que ahora comenzaba
a recordar en detalle. Los Chevrier se embarcaron en un viaje en busca de los
padres de Mano Höllenreiner. Contaban para ello con la ayuda de la activista de
la Resistencia Madeleine Marcheix-Thoumyre, quien fundó un servicio de búsqueda
de personas desplazadas. Ella era amiga de la señora Chevrier y le preguntaba
al chico una y otra vez por sus padres. Poco a poco Mano reveló más detalles de
su familia como por ejemplo que su padre era artista del Circus Krone de Munich
y se apellidaba Höllenreiner
Después de mucho esfuerzo, finalmente la
familia Romaní consiguió reencontrarse en Munich en diciembre de 1946, ambos
padres, la hermana, el abuelo y los primos sobrevivieron a la muerte en los
campos. Los números de prisioneros continuaban tatuados en los brazos del padre
y el hijo, la prueba fehaciente del destino padecido.
© Hanser, Schlüter
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"Los franceses me salvaron" narra
Mano. Nunca se olvidó de su "hermano" Paul, aunque tardaron 62 años
en volver a verse y todo debido a un pequeño milagro. El primo de Paul, que
vive en Alsacia, vio en la televisión alemana un documental sobre el asesinato
de los Romaníes en la época nazi, en él aparecía Mano brevemente. Tras algunas
vicisitudes lograron ponerse en contacto y por fin pudieron abrazarse después de
tanto tiempo. Paul aún conservaba todas las fotos.
Mano, tras
volver a casa se casó con Else y vive en Mettenheim, es delegado del Centro de
Documentación y Cultura de los Sinti y Romá alemanes. Da conferencias,
entrevistas y discursos allá donde lo llaman para testimoniar su sufrimiento y
el de su pueblo durante la etapa nacionalsocialista en Alemania. Pero esto no
fue siempre así, Hermann Höllenreiner tuvo que superar a lo largo de mucho
tiempo el trauma para conseguir ser capaz de hablar abiertamente sobre su
pasado. Su mujer y su hija Carolin supieron desde siempre que Hermann había
estado en un campo de concentración, pero no lo que le sucedió allí. Pero en
2004 logró romper su silencio por primera vez cuando recibió una invitación
para conmemorar el Día del Holocausto en Sachsenhausen, a su regresó después de
casi 60 años a ese lugar, le tembló todo el cuerpo, apenas pudo hablar. Los
recuerdos volvieron de nuevo, pero le hicieron sentir la necesidad de narrar a
los demás su sufrimiento y el de su pueblo.
En 2008 Anja
Tuckermann publicó el libro “Mano” donde se narra la experiencia vital de
Hermann Höllenereiner.
Portada del libro titulado Mano de Anja Tuckermann © Carl Hanser Verlag |
El 28 de febrero
de 2013 recibió la Cruz Federal al mérito (Bundesverdienstkreu)
Momento solemne: Hermann Höllenreiner y el
Ministro de
Cultura Dr. Ludwig Spaenle
en el momento de la entrega de la Cruz federal al
Mérito
© Innsaalzach24
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Fuentes:
- Mano. Der Junge, der nicht wusste, wo er
war. Anja Tuckermann. Carl Hanser Verlag. München 2008. Texto de Anna Hein.
- “Mettenheim: Mit Wulff nach Auschwitz”
Artículo aparecido en OVB del Mühldorfer Anzeiger el 27 de enero de 2011
- “Beim Papst in Berlin” Artículo aparecido
en OVB del Mühldorfer Anzeiger el 17 de septiembre de 2011.
- Memorial Book: The Gypsies at Auschwitz-Birkenau. State
Museum of Auschwitz- Birkenau. K.G. Saur, New York. 1993. Volumen
II. Páginas 936-937.
-
Häftling Z-3526. Hermann Höllenreiner wird schon als Kind in ein Konzentrationslager
deportiert. Innfloh Die Schülerzeitung des RGM. Ausgabe 1/2012. Philipp
Latzelsperger, Timm Huber y Christian Corvin. Pagina 34