Hildegard
Reinhardt
© Dokumentations und Kulturzentrum
Deutscher Sinti und
Roma
|
Hildegard
Franz, nacida Reinhardt, vino al mundo en una familia Romaní el 6 de febrero de
1921 en Tubinga, Alemania, localidad a orillas del río Nëckar. Aunque la
localidad en la que se estableció y desarrolló su vida fue la de Ravensburg en
la Alta Suabia.
Su
madre se llamaba Luise Spindler y su padre, Johannes Reinhardt. El matrimonio
tuvo cuatro hijas y cuatro hijos. Su progenitor trabajaba como músico tocando
el violín.
Después
de sus años escolares, Hildegard comenzó a trabajar en Ravensburg. Las
actividades laborales que llevó a cabo fueron trabajos en el bosque o para algún
granjero de la localidad. Cerca de donde vivían había una pareja de ancianos, que estaban bastante
enfermos, así que a menudo acudía a limpiarles la casa y a lavarles la ropa.
En
1936 toda su familia recibió la fatal visita del Dr. Robert Ritter y su
personal, para investigarlos “racialmente”. Los categorizaron como miembros de
una "raza inferior" por el hecho de ser Romaníes. El Dr. Ritter, su
asistente Eva Justin y otros miembros, pertenecientes a la "Unidad de
Investigación de Higiene Racial y Biología de la Población" Rassenhygienische
und Bevölkerungsbiologische Forschungsstelle, se encargaron desde 1936 de
llevar a cabo estudios pseudocientíficos para proporcionar datos a través de
entrevistas de campo y exámenes médicos tales como análisis de sangre, toma de
medidas de la longitud craneal, color de los ojos… de la población Romaní que
vivía en el Reich. Estos informes determinaron que la mayoría de los Romaníes
del estado Alemán representaban una amenaza para la pureza racial aria. Entre
los 24.000 Romaníes investigados por el equipo de Ritter se hallaron Hidelgard Reinhardt
y su familia.
En la segunda mitad de los años treinta las autoridades locales
internaron a los Romaníes de Ravensburg en un campo de confinamiento de
Gitanos. La ciudad de Ravensburg había seguido prácticamente una política de
expulsión de la ciudad de los Romaníes, práctica que ya se empleaba durante la
República de Weimar anterior a los nazis. A quienes estaban empadronados en la
ciudad como la familia de Hildegard Reinhardt se les sometió día y noche a un
estricto control policial, mientras que a las familias Romaníes que llegaban de
paso a la ciudad se las solía expulsar de manera inmediata. Un fallo del
tribunal superior administrativo de Prusia, que declaraba antijurídica
semejante política de expulsión, provocó un cambio fundamental. En noviembre de
1936 se declaraba:
“La jefatura de policía de Ravensburg, previa consulta con el
alcalde de la ciudad, ha exigido a todos los gitanos que viven en ella o que se
encuentren de paso por la misma que busquen un trabajo regular y una vivienda o
salgan de Ravensburg”.
Los
servicios de obras de infraestructuras organizaron una brigada para trabajos
obligatorios formada exclusivamente por Romaníes en la que el salario, ya de
por si bajísimo, se reducía en un 10% por bajo rendimiento o falta de voluntad,
premisa incluida antes de que el integrante de la compañía de trabajo pudiera
siquiera demostrar su valía profesional. Incluso aquellos que tenían otra
actividad económica o que ya se habían incorporado a otro puesto de trabajo
tuvieron que formar parte obligatoriamente de esta brigada obrera especial. Un
capataz se encargaba de mantener a los miembros de la brigada bajo rigurosa y
constante vigilancia, denunciando a la policía,de manera inmediata, a quienes
faltaran al trabajo y ésta procedía con el mayor rigor contra los Gitanos
absentistas. De hecho, el menor incumplimiento de las órdenes policiales se
castigaba con varios días de arresto.
Ravensburg, monumento en memoria de los
Romaníes
de Ravensburg asesinados en Auschwitz-Birkenau.
© Andreas Praefcke
|
De
manera simultánea a la imposición de trabajos obligatorios a los Romaníes, la
administración local de Ravensburg inició la instalación de un campo especial
para el confinamiento de Gitanos. Para este fin se construyeron dos barracones
nuevos en la periferia de la ciudad y se procedió a ir trasladando a este lugar
a la mayor parte de los Romaníes que vivían en viviendas municipales para
necesitados u otros a los que se trasladó con sus carromatos. El internamiento
que se llevó a cabo en noviembre de 1937 afectó no solo a los Gitanos que
vivían en el asilo de indigentes sino a todos los que ocupaban cabañas, carromatos
o cualquier vivienda móvil. Al terminar los traslados había casi 100 personas
confinadas en el campo de Ummenwinkel, en la periferia de la ciudad, cercado
con alambre de espino. Los habitáculos se distribuían por familias, pero cuando
la ocupación del espacio no era muy elevada se añadían internos solteros a los
grupos familiares. En las barracas se colocaban placas con el nombre del cabeza
de familia y de las demás personas que vivían en ellas. Se fijó también en las
paredes un reglamento, en el que se recogían las normas del campo y la
obligatoriedad de demostrar que se poseía un puesto de trabajo. Para vigilar a
los internados, la policía municipal realizaba a diario incursiones de control
y la policía criminal y de seguridad, la Kripo, practicaba registros a
intervalos irregulares. Además de todo ello, los internos tenían que nombrar a
una persona de edad que tenía que preocuparse del orden y la limpieza de la
colonia de barracas y que era responsable ante el ayuntamiento.
Los
objetivos que se persiguieron con internar a los Romaníes en estos campos de
confinamiento eran:
-
Mediante el internamiento de los Gitanos en
la periferia de las ciudades se garantizaba que los expulsados no volverían a
pisar estas.
-
Aprovechamiento como mano de obra forzada.
-
Las autoridades municipales conseguían la
reducción de las compensaciones a los Gitanos en concepto de prestaciones
sociales, el pago de las mismas se hacía después de la prestación del trabajo
obligatorio.
El
13 de marzo de 1943; 36 niños, hombres y mujeres Romaníes internados en el campo
de confinamiento de Ummenwinkel fueron trasladados por los nazis hasta la
estación de mercancías de Stuttgart y el 15 de marzo de 1943 en un convoy
compuesto por vagones para transporte de ganado deportados con destino al campo
de concentración y exterminio de Auschwitz-Birkenau.
Hildegard Reinhardt relata:
"Se llevaron a muchas personas,
varios cientos de personas. La policía y la Gestapo, armados con fusiles iban
de un lado para otro. El mismo día, nuestro transporte fue conducido de
Stuttgart a Auschwitz en vagones de ganado. No sé cuánto tiempo duró el viaje.
Dos o tres noches. Fue al final de la tarde o la noche, ya era de noche, cuando
llegamos a Auschwitz-Birkenau. Después de abrir los vagones vimos los focos que
iluminaban todo. ... "
Hildegard
Reinhardt recibió el número de prisionera Z-4734, el cual le fue tatuado en uno
de sus antebrazos. Sus hijas los números Z-4739, Z-4740 y Z-4741.
“Aquella fue la cosa más horrible que
jamás haya experimentado; los focos, los perros ladrando, los soldados armados,
agotados tras la llegada y conducidos a los barracones, el nombre ya no
importaba, solo un número. Los niños pronto enfermaron apenas comían: nos daban
una sopa rojiza y maloliente, con trozos de carne, carne de caballo tal vez,
los niños no la podían masticar. Tal vez es por eso enfermaban..."
Mientras
esto sucedía en Polonia, el 26 de abril de 1943, las autoridades locales de Ravensburg
sacaron a subasta pública diversos artículos pertenecientes al hogar de Hidelgard
Reinhardt para su reutilización por vecinos del municipio.
Hildegard
se había casado joven. "Mis niñas
tenían; una tres años, otra dos años y la menor de sólo siete meses de edad",
sus nombres; Anita (1940) Natalie (1941), Irmila (1942). El primer niño de la
familia que murió en aquel infierno fue el de su hermana, que perdió la vida cinco
días después de nacer. Hildegard fue capaz de amamantar al recién nacido, pero desgraciadamente
falleció. En el corto espacio de tiempo de los días de Pascua de aquel 1943, las
tres hijas de Hidelgard Reinhardt fallecieron. Ella no tenía lágrimas en ese
momento, "No podía llorar",
eso llegó mucho más tarde. Incluso en la vejez, Hildegard, todavía soñaba con sus
niñas pequeñas.
Hidelgard Franz.
© Planet schule
|
El 15 de abril de 1944, unos
meses antes de la liquidación del Campo de Familias Gitanas de Birkenau,
Hildegard fue transferida al campo de concentración de Ravensbrück donde
realizó trabajos forzados agrícolas y constantemente su recuerdos se adentran en
los gritos, los golpes, el hambre, el miedo…, posteriormente otro
traslado la lleva hasta el campo de Buchenwald, donde quedará internada en el
subcampo de Schlieben, allí la obligaron a realizar trabajos
forzados en una fábrica de municiones, la “Hasag Hugo Schneider AG”.
Muy
cerca de la finalización de la guerra y ante la cercanía de las tropas aliadas
los prisioneros de los campos fueron obligados a ir a pie hasta otros campos
situados en el corazón de Alemania, es lo que ha pasado a la Historia con el
nombre de “Marchas de la muerte”. En el transcurso de una de ellas, Hildegard fue
liberada en Altenburg, Turingia por los estadounidenses.
Hildegard
Franz regresó a la vida. Había conseguido sobrevivir al miedo, a los campos de
exterminio, a la fiebre tifoidea, al dolor por la muerte de sus queridas niñas,
al hambre, a las incursiones aéreas, a las espeluznantes condiciones de trabajo
en el campo, en fábricas de armamento y a la temible marcha de la muerte. Después
de la guerra, ella y otras cinco mujeres regresaron a Ravensburg. Allí se enteró
de que sólo unos pocos miembros de su familia habían sobrevivido al Porrajmos y
de que su esposo había fallecido en el campo de concentración de Bergen-Belsen.
Tarjeta
perteneciente a Hildegard Reinhardt
© Dokumentations und Kulturzentrum
Deutscher Sinti und
Roma
|
Hildegard
se volvió a casar y tuvo cinco hijos y catorce nietos y varios biznietos.
A lo
largo de su vida sintió en numerosas ocasiones el rechazo por haber nacido
Romaní, valgan como ejemplos los siguientes: En 1957 recibió como compensación por
haber sufrido persecución durante la época nazi, le concedieron un único pago
de 150 marcos por la privación de libertad de sus hijas, no por su muerte. No sería
hasta 2001 cuando consiguió una pensión mensual para víctimas. En su pasaporte de
1979 constaba la siguiente observación: "Particularidad: tatuaje en el antebrazo izquierdo".
Hildegard Franz Reinhardt dio muchas conferencias, acudió a los colegios
para transmitir a los niños y jóvenes su testimonio, en la que de sus labios
apenas aparecía una palabra para hablar de los perpetradores, en cambio,
narraba con fuerza la solidaridad entre las mujeres en los campos, y que todo aquello
que ocurrió nunca debería olvidarse.
Recibió
numerosos honores, entre ellos el que le entregó el primer ministro Winfried Kretschmann, la Cruz Federal del
Mérito.
Entrega por parte del ministro Winfried Kretschmann de
la Cruz
Federal del Mérito a Hildegard Franz.
© Schwarzwaelder-bote
|
Hildegard
Franz murió el 7 de mayo de 2013 a la edad de 92 años. Está enterrada en el
cementerio de la ciudad de Rottweil.
Fuentes:
- Transcripción
de la entrevista a Hildegard Franz realizada por Bárbara Spangler-Axiopoulos. USC Shoah Foundation Institut. VHA Código de la
entrevista 48452. 20 de noviembre de 1998.
- Memorial Book: The Gypsies at Auschwitz-Birkenau.
State Museum of Auschwitz- Birkenau. Volumen I. Páginas 330-331.
- “Mut
Ohne Befehl / Widerstand und Verfolgung in Stuttgart 1933-1945”, Katrin Seybold
Film GmbH 1994
- De la ciencia
de las razas a los campos de exterminio. Sinti y Romá bajo el régimen Nazi. Karola Frings, Herbert Heuss y Franck
Sparing. Editorial Presencia Gitana. Colección de
temas gitanos y afines Interface. 1999. Páginas 53-54.
- USC Shoah Foundation
Institut. Testimonio de Hildegard Franz. Historia oral. VHA Código de la
entrevista 48452.
- Verfolgung und Vernichtung der Ravensburger Sinti, in: Peter Eitel
(Hg.), Dorothea Kinderlen: Ravensburg im
Dritten Reich. Beiträge zur Geschichte der Stadt, 2. Aufl.
Ravensburg 1998.
-Hildegard Franz ist
gestorben, artículo aparecido en el NRWZ el 10 de mayo de 2013.
- Im Alter träumt sie von
ihren Mädchen, artículo aparecido en el Schwarzwaelder-bote el 17 de mayo de
2013.
- Das KZ-Außenlager
Schlieben. Walter Strand. BücherKammer, Herzberg 2005.